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"COLUMNA"

"EXPRESIONES DE LA CIUDAD"

"Échenle ganas, señores del Ayuntamiento"
La ruta del paladar
22/02/2016

No recuerdo si conozco Tepuche. Lo que sí tengo claro es que hace meses, al regreso de un viaje de Álamos, Sonora, Ana María Alvarado narró sobre un lugar fantástico muy cercano a Culiacán, de nombre Los Bagrecitos.

 

Dijo sobre un río bordeado de árboles antiguos y piedras prehistóricas, de aguas mansas y una frescura deliciosa. Ahora sé que tal sitio alucinado pertenece a la sindicatura de Tepuche, y concluyo que no la conozco, como también ignoro la mayoría de los parajes del municipio, poblaciones rurales incluidas.

 

He estado, claro, en diversos lugares que te hacen sentir orgulloso de tu tierra, pero la retórica debería decir que sí, cómo no: pregúntenme de Culiacán y yo se las barajo, pero no nada más sobre la alcaldía central, sino de todas y cada una de sus 17 sindicaturas. Pero la situación de estos días nos la pone difícil.

 

La otra vez, por ejemplo, me enfilé en solitario hasta Imala tras los árboles de amapa florecidos, y al llegar a este pueblo famoso por sus aguas termales, su buen pan de mujer, los coricos y el chorizo, descubrí que había una rúa asfaltada que conecta con Sanalona.

 

Ya estaba sobre la carretera para ir al paraíso de la mojarra frita, cuando decidí llamar primero a una amiga que con creces sabe por dónde no se puede andar en estos tiempos inseguros, y me dijo regrésate como rayo, no te atrevas a irte. Igual me ha sucedido cuando paso por El Salado, este pueblo donde se elabora un queso sensacional: sé que hacia la sierra abundan puntos para comerse con los ojos, pero también estoy enterado del dominio que por allí tienen ciertos personajes innombrables.

 

Hace cosa de tres semanas, de visita en Sánchez Celis, me llevaron a conocer una finca en venta erguida entre el milperío, casita con porche y un patio espectacular repleto de árboles frutales. Solo, jamás me habría metido tierra adentro, habida la fama que tienen los alrededores de Eldorado, aunque me ha valido cada vez que se me antoja comprar pescado fresco en El Conchal.

 

Hace años, cuando precisaba estar sin compañía por necesidad de reflexión, me daba el gusto de poner a rodar el carro hacia Culiacancito, luego doblaba hacia Villa Ángel Flores y seguía derecho hasta casi topar con El Guamuchilito, para de allí girar a la izquierda, traspasar Navolato y verme enseguida al medio de Villa Juárez, de donde buscaba el entronque con La Costera para volver a Culiacán.

 

Por supuesto que ya no lo hago, so peligro de amanecer tieso a la orilla de los drenes. Bueno, pues todo este palabrerío deviene del anuncio que acaban de hacer autoridades del municipio, quienes se han dispuesto emprender una campaña para promover turísticamente a las diversas sindicaturas de Culiacán, lo que es muy acertado, excepto las dudas que todo cristo a la redonda podría tener por cosas de la violencia.

 

Aun así, claro que se vale la promoción, sobre todo cuando están tan próximas las vacaciones de Semana Santa. Por mi parte, quiero decir, y digo, que soy un enamorado de los montes, de los pueblos y de los sitios pintorescos.

 

Alicia Montaño me veía con ternura la vez que me llevó a la mera punta de Surutato, pues iba absorto y casi sin aliento por los caminos de la luminosa sierra sinaloense.

 

Todo este recuento me lleva a hacer una propuesta: vale, ya existe en la ciudad un turibús, o como se llame, que va y viene entre los sitios emblemáticos de Culiacán, aunque es seguro que en las fechas que corren no circula por la polémica remodelación de la avenida Álvaro Obregón.

 

Pues qué bien, pero faltaría que las oficinas de Turismo del municipio diseñen rutas de ida y vuelta a infinidad de sitios hermosos que tiene esta tierra.

 

Juro por mis muertos más frescos que, al menos los fines de semana, sería uno de los primeros en anotarme. Pero no rutas que lleven a los lugares de siempre o ya muy conocidos, sino a esos parajes recónditos, allá donde nadie puede ir en solitario, o incluso en familia.

 

Qué mejor que asistir acompañados con la seguridad que pudiera ofertar el Ayuntamiento. Allí están, por ejemplo, Los Bagrecitos, un lugar casi a la vuelta de la esquina. Además, hasta se podría incentivar la economía de las sindicaturas, tanto por la venta de alimentos puestos sobre la mesa, como por la compra de ricuras para traer a casa.

 

Que hay que echarle ganas, dijo el Papa Francisco. Pues yo invito a que le echen ganas los del Ayuntamiento. Estoy seguro que se puede. Y punto.

 

 

Comentarios: contacto@al100xsinaloa.com

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