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"COLUMNA"

"FACTOR HUMANO: Inédito inicio de Temporada de la OSSLA"

"El jueves 12 de septiembre comenzó la segunda temporada sinfónica con un programa inédito"
FACTOR HUMANO
13/09/2019

El jueves 12 inició la segunda temporada sinfónica y sucedió algo muy curioso: un programa inédito. Al ver la programación no sabía qué esperar, varios de los asistentes estábamos igual.

Al llegar ya iniciada la charla previa al concierto vi a tres compositores jóvenes, dos de ellos vestidos muy informales de tenis; confesaron ser roqueros, iniciaron con la guitarra eléctrica su favorita; el tercero se veía más serio y formal, de traje.

¿Qué esperar de un concierto sinfónico con semejantes músicos? ¿Rock mexicano? ¿Mariachis por septiembre?

Parte de la peculiaridad del evento fue tocar a 11 compositores nacionales en una sola noche, algo nunca visto, aludiendo a las fiestas patrias. Lo que sucedió fue totalmente inesperado.

Arrancó “Claridad y Fuerza” de Harry Portillo, parecido a Potter, un joven aparentemente veinteañero, de 37. Impresionante, desde que inició nos conmovió. Una obra con un excelente despliegue sinfónico, donde las familias orquestales acompañan al tema central, muy bien logrado y fluido; la obra es sólida, bien estructurada, con riqueza sinfónica, la repetición de las percusiones y el “obstinato” me hicieron recordar a la música de Brad Fiedel del filme “Terminator”.

La obra simplemente es magnífica. Uno pensaría estar escuchando a un consumado compositor de alta escuela, nada que ver con el joven de la escena inicial. Ganadora del Premio Nacional de Composición de Jalisco. Cuando la obra supera al autor el mérito es doble: da muchísimo más de lo que parece. Felicito a Harry por su peculiar estilo y que continúe haciendo magia. Tenemos a alguien muy valioso.

Le siguió “Velcro” en palabras de su autor Felipe Pérez Santiago 43, “un estreno mundial, galáctico, multidimensional”. Escogió Culiacán para tal efecto, se le agradece. Para interpretar este dificilísimo concierto para flauta trasversal con influencia minimalista, se invitó al maestro flautista Alejandro Escuer, brillante su dominio.

La obra inicia con un tema fluido de ocho notas, el compás rápido en toda la obra de tres movimientos, en el último la intensidad del rock se asoma en la orquesta. Es la primera vez que leo los movimientos en español en vez del italiano tradicional ¡Estamos en septiembre! Mezcla tonalidad y la contrasta con atonalidad para darle modernidad y especialmente para resaltar los timbres orquestales, lo logra.

Prepárense para lo que sigue.

 Se le ocurrió a Miguel del Real actual director de la OSSLA en el 2009 conversando con siete jóvenes autores que compusieran cada uno una obra de 60 segundos. Sí, esto fue lo que escuchamos: 7 compositores en 7 minutos.

Miniaturas Sinfónicas” se parece a “tienes 60 segundos para justificar tu existencia” lo que les pasa a los jugadores olímpicos en la escena.

 Horacio Rico inició, su sonido es parecido a la de una locomotora que arranca, la asocié con “Pacific 231” del suizo Arthur Honegger que describe magistral y musicalmente el arranque y despliegue de la máquina. La 2ª de Juan Andrés Vergara. La 3ª de Gilberto Moreno, en esta sobresale de todas por la melodía. La 4ª Aurelio Tello, la 5ª de Daniel González, la 6ª de Gabriel Salcedo y la 7ª de Aldo Lombera. Todas usan muy bien la orquesta, algo meritorio, componer para todos los instrumentos, combinarlos y armonizarlos tiene su gracia, requiere conocimientos avanzados de música. Una obra sui generis.

 Siguió “Mariachitlán” del tapatío Juan Pablo Contreras 32, el único de traje. Trata de un “paseo” a la Plaza de los Mariachis donde cada uno de ellos tocan para atraer clientela, la obra desarrolla los estilos musicales: sones, jarabes tapatíos, corridos, huapangos, valses y polkas estilo Jorge Negrete.

 Orquestalmente bien lograda, mezcla temas propios de estilo contemporáneo con el colorido de los mariachis, original. De pronto el silbato de un policía intenta interrumpir la fiesta callejera sin lograrlo. Contreras sigue los pasos de Moncayo y de Revueltas.

 Le siguió “Antrópolis” de Gabriela Ortiz, 54. Imagínense que se van de farra a bailar a los célebres salones de baile de la CDMX de los 40 - 50 donde reinaba el ritmo tropical hasta que llegó el rock y se acabó la fiesta: el Colonia, Los Ángeles, El Salón México, el California Dancing Club. La obra incluye el mambo de Pérez Prado que puso a bailar a todo México, incluso se atrevió a tocar el Himno Nacional en mambo en el zócalo, motivo por lo que fue amonestado con la expulsión del país, tengo entendido.

 La obra rezumba el Cha cha chá que Leonard Bernstein lo elevó a nivel sinfónico en “West Side History”. Inicialmente invita a bailar, sentí influencia de Arturo Márquez con sus danzones glorificados y del norteamericano Aaron Copland con su “Salón México” que marcó un hito. Una obra lúdica, agradable al público, mueve. Su eje fueron los timbales tocados estilo batería por la estrella del momento Fernando Correa. Gabriela pertenece a la Academia de las Artes, tiene el Premio Nacional de Arte y Literatura, una mujer que se abrió paso en un mundo masculino.

Esperemos que no se confunda el despliegue del talento con el espectáculo que agrada a las masas, para eso tenemos ya bastante en la TV, en los Palenques y por todos lados. Se aplaude y se prefiere más al talento que al entretenimiento. Es el que perdura y hace que la música se haga clásica, es decir: se repita una y otra vez en el tiempo. La popularidad es caprichosa y de ciclos de vida cortos.

 Se llenó la sala vez con un público joven y muchas caras nuevas.

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