¿Cómo obtener más fortaleza y resiliencia en esta época?
El desconcierto
Aún no asimilamos ni aprendemos a adaptarnos al cambio que vino como una marejada inesperada montada en un bicho cambiándolo todo. Requerimos nuevas habilidades, más creatividad, más fe, más fortaleza y mucha solidaridad entre nosotros.
El sufrimiento creciente nos está dando una oportunidad: volvernos más sensibles al dolor ajeno y ser más generosos; esto fortalece el tejido social, el egoísmo, la violencia y la indiferencia lo rasgan.
Nace una generación
Está surgiendo una nueva generación y como todo nacimiento complejo sufrimos un parto más largo y doloroso inesperado. Lo que era estable, próspero, feliz, predecible y sin consecuencias, ahora es incierto, doloroso, frustrante y desconcertante.
Nadie podría imaginar hace meses lo que ahora sucede ni lo que pasará los venideros años. Se espera que las vacunas nos salven pero se sospecha de ellas por la premura en fabricarse; lo más relevante es que no nos inmunizan de nuestro estilo de vida que requiere corregirse.
Seguimos dándole más poder a una medicina que a la naturaleza, de hecho el alma y el cuerpo nos curan, no las pastillas.
¿Cómo superar la etapa del Covid?
Tenemos que redefinir el vivir con calidad, aprender a cuidarnos más, a los demás, aprender a inmunizarnos naturalmente.
Mientras tanto las cosas se complican y nos prueban afectando todo, los bolsillos, las relaciones internacionales, la manera de trabajar, de estudiar, de festejar, viajar. En varios países como México requerimos aprender a gobernarnos empoderando a la ciudadanía para que participe más activamente.
Nunca imaginamos padecer lo narrado en los libros de historia, creíamos haberlo superado gracias a los avances. Las estadísticas cuestionan esa ingente confianza que teníamos en nosotros mismos. Nadie está seguro de librarla, ni de los suyos, ni su patrimonio. La enfermedad y la muerte son la ‘nueva normalidad’ ¿Volverá el modo de vida acostumbrado? Lo dudo.
Cambios radicales
No estábamos acostumbrados a sufrir, aquí hay una gran oportunidad en vez de quejarnos. Esta crisis es una bofetada al hedonismo encarnado y ostensible. Un ultimátum a seguirnos intoxicando con los alimentos industrializados y chatarra provocando obesidad y enfermedades. Una sacudida al consumismo, a lo superfluo, al libertinaje sin consecuencias aparentes, a creernos dueños de la vida aprobando leyes que la atentan, al desprecio del prójimo con la violencia, a contaminar la naturaleza que se vuelve más salvaje y a tanto desorden que vemos “normal”.
Los tiempos duros crean generaciones muy fuertes, Japón y Alemania resurgieron de sus cenizas y son líderes. Su solidaridad en el tsunami fue ejemplar, se levantaron rápida y ordenadamente sin dramatismo ni victimismo. EEUU en cambio pierde su liderazgo mundial por sus problemas.
Las cosas se complican y nos prueban afectando todo, los bolsillos, las relaciones internacionales, la manera de trabajar, de estudiar, de festejar, viajar.
Manejar el miedo
Nos paraliza o usarlo como un resorte que nos impulse. Reconozcámoslo primero, al negarlo nos domina, es una emoción poderosa. Afrontémoslo ¿Cuál puede ser el mayor miedo? Cada quien sabe, el miedo a morir cunde.
Me decía un teniente piloto que cada vez que sale a una misión “voy con la posibilidad de morir, la muerte me acompaña, eso enfría mi cabeza de otra manera el miedo me distraería”. Steve Jobs dijo que ante la proximidad de su muerte por el cáncer se hizo más audaz dando todo.
La conciencia de la muerte eleva la conciencia de la vida ¿fácil decirlo? muchos hemos superado situaciones a punto de morir a base de no rendirnos sacando fuerzas de flaqueza, aferrándonos a la vida y confiando en Dios sobre todo.
Respirar bien en época de neumonías es una gracia de Dios: respirar es vivir. Agradezcámoslo y mientras inhalamos hondo pidamos por quienes más lo necesitan. “No es lo mismo ver la vida estando casi muerto, que ver la muerte estando vivo” dice un sobreviviente.
¿Y si muero?
Nos responde un superviviente de 4 campos de concentración nazis Viktor Frankl, “lo que amenaza al hombre es su culpa en el pasado y su muerte en el futuro”. Cuando aceptamos y cargamos en la espalda ambas enfrentamos nuestra “condición humana en su falibilidad y mortalidad. Entendámoslo bien, precisamente aceptar esta doble finitud es lo que hace a la vida digna de vivirse, sólo frente al sentimiento de culpa tiene sentido mejorar y sólo frente a la muerte tiene sentido actuar”.
“Esto implica a la vez activismo y optimismo. Estamos llamados a hacer el mejor uso de cada momento y a elegir correctamente en cada ocasión, se trate de saber qué hacer, a quién amar o de cómo sufrir. (Frankl Psicoanálisis y Existencialismo)
Saber elegir
Toca a cada uno “descubrir el sentido de su vida” aun cuando parece no tenerlo, no son las circunstancias las decisivas: es la actitud ante ellas. Podemos elegir entrar a la cámara de gas rezando o resistiéndonos, añade
“No existe condición humana imaginable que nos exonere de sentir la tensión entre lo hecho y lo que deberíamos o debemos hacer todavía. Como seres finitos nunca completamos perfectamente nuestra tarea vital”.
Aceptar nuestra “finitud es la condición previa de la salud mental y del progreso humano, mientras que la incapacidad de aceptarla es una característica de la personalidad neurótica”. Tantas cosas se desprenden del miedo a vivir.
El cuádruple acto de reconciliarnos con nuestro pasado, aceptar nuestra finitud, amar la vida y ponernos en las manos de Dios ante lo ineludible da una profunda paz. Lo vi al morir mi madre en mis brazos despidiéndose de mí, tiernamente.
paulchavz@gmail.com