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"Hablar de Donald Trump es hablar de lo más recalcitrante de la ultraderecha norteamericana: el grito de los activistas"

"Era una de las tantas hora pico de la Ciudad de México, y la gente que tomaba a sus hijos de la mano aprovechaba para detenerse unos minutos a observar lo que sucedía"
21/07/2018

Coraima Mena / Noroeste Especial

El cartel citaba la reunión en la Embajada, a las 18:00 hrs del día martes y ante la leyenda “manifestación solidaria”. Al llegar, había una especie de vallas de defensa, parecidas a un muro. Su función era separar la masa de manifestantes que se habían colocado al otro lado de la calle, y dejaban a la pomposa bandera estadounidense agitarse con el viento de la lluvia que se avecinaba.

 Era una de las tantas hora pico de la Ciudad de México, y la gente que tomaba a sus hijos de la mano aprovechaba para detenerse unos minutos a observar lo que sucedía. El mando policíaco se aglutinaba tiesamente cruzando la calle Río Danubio, analizando el evento.

 

Había quienes podían acercarse y hacer uso del micrófono, pronunciando su descontento delante de los letreros, mismos que estaban sujetados con cinta y rayados con tinta roja donde se leía “Fuera Trump”.

 

“[…] Este tema tan sentido para los mexicanos, por un gobierno fascista, un gobierno encabezado por un sujeto que es, en muchos sentidos, una de las máximas expresiones del neoliberalismo en el mundo. Hablar de Donald Trump es hablar de lo más recalcitrante de la ultraderecha norteamericana, de esa ultraderecha que tiene en muchos sentidos el carácter supremacista, el carácter racista, de una sociedad que se siente única ante todos los demás.

 

(Se escucha de la voz de Víctor Caballero, del Colectivo Aequus)

 

¿Qué nos impulsa?

 

Si bien es cierto que el problema de la migración es una problemática latente, tanto para los países expulsores como para los receptores, atender desde la raíz este fenómeno va de la mano con la obligación de conocer, por parte de estos dos bandos, las necesidades de los que emigran.

 

Las razones por las que los habitantes de países como México, Guatemala, Honduras, y el Salvador deciden salir de su lugar de origen son variadas, pues van desde la cuestión económica hasta la laboral. Sin embargo, en los últimos años y según el registro del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), los patrones del también llamado desplazamiento forzado han sido motivados por el crimen organizado.

 

Se conoce que, por ejemplo, se lleva a cabo el desplazamiento interno de estas familias que son víctimas de amenazas, secuestros o violaciones a sus derechos, después, son desplazadas más lejos de su lugar de origen y, finalmente, deciden hacer el cruce de frontera.

La integración civil y laboral de estas personas es de vital importancia para su reincorporación a un sistema que cumpla los requerimientos para brindarles calidad de vida.

 

Ante la oleada de violencia y la toma de diversas zonas de alrededor del país por los grandes líderes del crimen organizado, los migrantes mexicanos ven en Estados Unidos su principal refugio. Y Estados Unidos responde.

 

Las poblaciones que huyen buscando la protección se topan con la impunidad mexicana y la revictimización del gobierno estadounidense. Es, más o menos, como si uno disparara y otro metiera el dedo en la llaga.

 

La vulnerabilidad de estas personas se vuelve aún más frágil. Cuando son devueltas a su país de origen, tras el desconcierto que esto provoca, la falta de oportunidades, y la latente posibilidad de seguir convertido en víctima. Y a pesar de que la población masculina de edad media de 30 años represente el 77.7% de emigrantes mexicanos que emigran a Estados Unidos, los más vulnerables son los menores de edad, adultos mayores y mujeres.

 

Lo anterior debido a que una víctima que además es perseguida y desplazada, puede ser presa fácilmente de la trata de personas.

 

Hablando con Edén Alcibar, de Rebelión, platica que ellos se dedican a absorber esa mano de trabajo, que es seguidamente criminalizada por el gobierno estadounidense.

 

“No con el objeto de que dejen de existir los migrantes”, agregó, “sino de que los migrantes tengan condiciones de vida laborales peores. Estados Unidos no podría existir sin la fuerza de trabajo de los migrantes, entonces el objetivo de criminalizarlos básicamente es obligarlos a aceptar condiciones económicas de los trabajos, porque si ellos no aceptan esas condiciones, son amenazados con que los van a denunciar frente a las autoridades migratorias y los van a obligar a migrar. En todo caso, estamos en contra de todas las leyes que criminalizan a los migrantes”.

 

Algunos demócratas de oposición ven como solución abolir el ICE, otros, reformarlo. Otros dicen, además, que mientras Trump esté al mando, la situación va a continuar, apuntando el problema hacia la política de Tolerancia Cero que se vuelve casi un emblema de la gobernación del país norteamericano.

 

De cualquier manera, una vez más el mundo se enfrenta ante una tromba de deshumanización caracterizada por la toma de poder del más fuerte, patrón que confina a los más débiles.

 

 

Sobre el autor:

Coraima Mena es una artista visual sinaloense que radica en la Ciudad de México

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