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"EVANGELIZACIÓN, EDUCACIÓN Y CULTURA"

"La esperanza, virtud centrada en Jesús"

"Columna religiosa"
10/12/2017

    Padre Amador Campos Serrano

    Como una vela que hace avanzar a la embarcación, la esperanza lleva al hombre a nuevos derroteros, hacia otros lugares del tiempo y en nuestra existencia.

    Levantada la mirada, hacia un horizonte ilimitado, esta mirada es capaz de penetrar las barreras de nuestra existencia material, esta es la esperanza cristiana, la cual no tiene límites, porque tiene la capacidad de mirar más allá de la materialidad, hasta alcanzar la trascendencia, para ver con el esplendor de la claridad.

    No como una utopía carente de fundamento, basándose tan solo en una doctrina o en una ideología, la esperanza cristiana se asienta en la misma persona del ser humano, surgiendo de una visión llena de confianza, no basándose en los méritos propios, sino en la misericordia divina.

    Desde esta óptica, la confianza se convierte en una persona, la persona de Jesús, siempre a nuestro lado, sobre todo en los momentos más difíciles. Él es quien viene a nosotros, aún cuando nosotros mismos no lo busquemos.

    Caminando en la incertidumbre de nuestras limitaciones y carencias, debemos tener la certeza de ir seguros, avanzando de la mano del mismo Dios, que en Jesús se nos muestra como camino, verdad y vida.

    La esperanza cristiana no consiste en esperar milagros para poder creer, pues los milagros más importantes ya existen, el primero de ellos es el mismo mundo en donde vivimos, un milagro extendido a todo el universo tan lleno de maravillas. Nuestro mundo está plagado de milagros cotidianos que solo hace falta contemplarlos; ¡La esperanza cristiana no necesita de milagros porque estos ya existen!

    El abandono no es algo real en esta esperanza, pues a pesar de la experiencia de él en esta vida, se tiene la conciencia de que Jesús camina a nuestro lado, convirtiendo la soledad en íntima compañía y en un diálogo comprensivo e interesado por superar las limitaciones de los acontecimientos cotidianos.

    Es en el hombre mismo el recinto de la esperanza, está en su interior y no fuera de él, Dios está ahí y por ello no se debe de buscar en el exterior, como si lo material fuera donde se encuentra, por ello el cristiano siempre debe de vivir en la esperanza.

    El desánimo es el gran enemigo de la esperanza y paradójicamente también reside en el interior del hombre, como una pecaminosa tentación. El cristiano viviendo en la esperanza no puede tener tiempo para vivir en la desilusión o en el desánimo.

    “Los cristianos somos personas con un pedazo de cielo en nosotros”, así lo expresa el Papa Francisco I, por ello siempre debemos ver hacia adelante, porque cuando el cielo está nublado tenemos la certeza de la pronta salida del sol.

    ¡Jesús viene a este mundo y con nosotros está!

     

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