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"OPINIÓN"

"Las alas de Titika: Padre e hijo"

"A los padres que tienen hijos gorditos y que les avientan a éstos la responsabilidad de su propio estado, les haría bien recordar, entre otras cosas, cómo los alimentaron de bebés"
LAS ALAS DE TITIKA

Entre los escaladores se encontraba un fatigado regordete como de once años al que todos empezamos a ver con admiración por la intrépida hazaña que acababa de emprender. Al parecer, el primer tramo lo avanzó sin dificultad. A los pocos minutos, apenas unos metros cuesta arriba, se empezó a escuchar el sofoque del chamaco. Seguro se regresa, anticipé. Pero una voz nada cordial empezó a vociferar: "ándale, tienes que subir", —vinieron las respiraciones entrecortadas— "por eso estás como estás porque no haces ejercicio y te la pasas tragando"— a las respiraciones sin aliento le continuaron sollozos temerosos. "Papá…ya no puedo" —decía la voz infantil suplicante. "Ahora subes porque subes".

Padre e hijo hacían paradas intermitentes para dejar avanzar a quienes venían detrás por el angosto camino, no sin recibir miradas consternadas de los andantes. "Señor, su hijo ya no puede", —no me contuve. "Y a usted qué le importa", fue su grosera respuesta. El resto de mi caminata la hice pensando en el desdichado niño. ¿Bullying, maltrato escolar?, ¿no será que los niños ya llegan a la escuela con bastante desprecio de sus padres? El día terminó y no logré ver que el niño y su padre llegaran a la cima del Tepozteco. No supe cuál fue el desenlace de ese paseo "familiar", pero seguro el niño lo único que quería era borrarse del mapa.

A los padres que tienen hijos gorditos y que les avientan a éstos la responsabilidad de su propio estado, les haría bien recordar, entre otras cosas, cómo los alimentaron de bebés. Un reciente estudio de un hospital infantil de Estados Unidos encontró que los bebés que recibieron antibióticos de amplio espectro (aquellos que atacan una gran gama de bacterias), antes de los dos años de edad, tienen más posibilidades de desarrollar problemas de sobrepeso. Sin duda automedicarse acarrea actualmente consecuencias más delicadas, y en el terreno de la recomendación se acepta cualquier cosa.

Pero no sólo los medicamentos abren mayores posibilidades en el hogar a la obesidad infantil, —cabe recordar que México tiene el lugar uno de este padecimiento—, ahora no hay alimento miniatura que el niño no pueda llevarse en su mochila a la escuela; mini-jugos embasados, mini-sabritas, mini-leches de sabores, mini-quesos con galletas, mini-galletas, mini-chocolates y todo lo minimaginable. Los expertos dicen que si la gordura se gana en la niñez es muy difícil combatirla —y más cuando se presiona a los niños de tal manera—. A ese ritmo y sin una supervisión de lo que consumen los niños, en el 2020 (según datos de la OCDE, dos de tres personas tendrán sobrepeso u obesidad), quizá el niño de la caminata se encuentra ya entre esas cifras.

Un producto que puede ser buen aliado e incluirse en la lonchera de los niños son las barras de amaranto; alimento prehispánico con alto valor nutricional. Se dice que una dieta que incluye estos alimentos ayuda a desintoxicar el organismo, aumentar la energía y cuidar el peso —no por nada los veganos lo consumen para tener su buen aporte de proteína, según la FAO muy superior al contenido del maíz, arroz y trigo—.

Señor y padre del niño regordete, su hijo no ganó peso de la noche a la mañana, así como tampoco lo bajará en una extenuante caminata. Lo que sí puede pasar es que su hijo sienta que tiene a los enemigos más cerca de lo que piensa y puede ser que sí. Ya bastante tiene el chamaco con los kilos que trae encima como para hacerlo sentir un horrendo ballenato. Finalmente los niños con sobrepeso y obesidad son la consecuencia de nosotros mismos, ¿qué les estamos dando de comer?, ¿con qué los estamos curando?, ¿son las prisas, la ignorancia o la pobreza los culpables?, quizá todos juntos o quizá ninguno y yo estoy exagerando un poco.

Comentarios: majuliahl@gmail.com

 

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