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"EMPODERADAS"

"Rosa Isela Fuentes, la belleza de ser mujer"

"En un tiempo donde se cuestiona el papel que debe asumir una mujer, la presidenta del DIF estatal los asume todos"
13/03/2020

Ariel Noriega

¿Se puede ser reina de belleza, madre, hija de General, benefactora, líder de proyectos que cambian la vida de miles de niños, esposa de un Gobernador hiperactivo y soñar con regresar a la normalidad de una ama de casa? Rosy Fuentes asegura que sí.

En una época donde ser mujer implica una eterna discusión sobre el papel que ésta debe asumir, Rosa Isela Fuentes Chávez los asume todos, no renuncia a ninguno, fue educada para ser una mujer independiente por un General de División que arrastró a su familia por todo el País, convencido de que la familia debe estar siempre unida.

Y a pesar del conservadurismo que puede imaginarse de un padre militar, el General se comportó a la altura cuando ella decidió salir al mundo para competir en concursos de reinas.

Rosy triunfó en países como Japón y Turquía, pero fue en Mazatlán, representando a Tlaxcala en un Carnaval, donde dejó su corazón, ahí conoció a un joven que la convenció que Sinaloa era su destino.

Los mazatlecos la hicieron suya, pero cuando parecía que todo era felicidad, un accidente le cambió la vida y puso a prueba su matrimonio.

Con sus hijos ya grandes y estudiando en la Ciudad de México, Rosy recibió el reto de presidir el DIF estatal.

Y en medio de la oportunidad de ayudar a los sinaloenses, Andrea, una sobrina con autismo, la inspiró para hacer el centro de autismo más moderno e integral de América Latina.

Exitosa, bella y trabajadora, Rosy camina como una reina, rodeada de gente, como cuando caminaba detrás de su padre, en la selva chiapaneca o en el desierto de Coahuila, junto con la tropa y sus hermanos, construyendo casas, ayudando, resolviendo.

 

El eterno camino

“Ya ni siquiera recuerdo en cuántas ciudades vivimos”, asegura Lizbeth Fuentes, hermana de Rosy, pero hace un esfuerzo e intenta recordar.

“Chetumal, Guadalajara, Querétaro, Veracruz, Piedras Negras y la Ciudad de México”.

Lizbeth asegura con una sonrisa que era doloroso dejar cada ciudad, pero también asegura que eso les enseñó a adaptarse a cualquier lugar.

En todos esos cambios, Lizbeth recuerda a su hermana Rosy, siempre cerca de su papá, el General de División Luis Ángel Fuentes Álvarez.

“Mucho de lo que es Rosy, es por mi papá, él andaba en la sierra de Chihuahua, en la selva, con la tropa, ayudando gente”.

El General y su guerra contra la miseria y la ignorancia enseñó a Rosy con el ejemplo.

“Me acuerdo que mi padre hablaba con los soldados y les enseñaba a vivir en un lugar limpio, a cuidar su apariencia, a valorarse como personas, a ser dignos, esos detalles que hacen mejores a las personas”, recuerda Rosy.

Pero ese padre, disciplinado, conservador y muy religioso también fue su primer obstáculo cuando decidió aceptar la invitación del Gobierno de Tlaxcala para representarlos en el concurso de Señorita México.

Aterrada por la posibilidad de que su padre le prohibiera concursar, Rosy se llevó una sorpresa cuando el militar se sentó con ella y le recordó que había criado una buena persona, antes que una bella mujer, y le dio permiso.

“Mi papá era de una familia muy conservadora…, me acuerdo que me dijo, ‘yo sé la hija que tengo, tienes toda mi confianza y la de tu mamá, sé que te vas a portar bien’”, recuerda.

Así fue como Rosy comenzó su camino en las pasarelas, con la misma seguridad con la que ahora recorre los caminos del poder.

En el concurso mexicano para elegir a su reina quedó entre las tres mujeres más bellas de México en 1987, lo que le aseguró invitaciones para concursar en Japón y en Turquía.

En Japón consiguió otra vez estar entre las tres más bellas concursantes, pero esta vez compitiendo con chicas de todo el mundo, mientras en Turquía consiguió llegar a la etapa final.

 

Sinaloa en su destino

Mazatlán no existía en la mente de Rosy, había escuchado en Piedras Negras que los jóvenes de Monterrey y Saltillo visitaban sus playas, pero fue una invitación de la Señorita Sinaloa lo que permitió que visitara el Carnaval.

Al puerto llegó a acompañada de su otra hermana, Arely, y entre los eventos le presentaron a un joven que sonreía, tenía un nombre difícil de olvidar y siempre se comportaba como un caballero.

Pero quizá todo habría quedado en una anécdota si no fuera por el vuelo de regreso a la Ciudad de México, donde casualmente regresaba a estudiar aquel joven que decía llamarse Quirino.

“Nos vimos varias veces en los eventos de Carnaval, pero no pasó a mayores, sí le eché el ojo, pero no pasó de ‘hola, ¿cómo estás?’, no pasó de una conversación”.

Rosy recuerda, como si acabara de pasar, que llegó al aeropuerto y aquel joven se levantó como un resorte y le ayudó a cargar su neceser, la maletita obligada de las reinas de belleza.

“Nos subieron al avión y ahí entró la astucia de Quirino. Ya me iba a sentar y Quirino no soltaba la maletita y de pronto dijo que mi hermana se fuera con su amigo, y Arely estaba con cara de ¿cómo? Pero yo lo permití y le dije que sí a mi hermana”.

Rosy y Quirino iniciaron una conversación interminable que ahora continúa en los lugares más insospechados, incluso en los eventos oficiales, en viajes, en mítines, a veces de lejos, platicando con la mirada, con un gesto, como esos compañeros sin secretos, con la complicidad que solo regala el tiempo.

 

La prueba

El 9 de noviembre de 2003, Quirino Ordaz Coppel, paseaba en un jet ski cuando una ola elevó el aparato en el aire, provocándole una lesión en la espalda y una posterior parálisis facial.

Rosy recuerda esos días como los más difíciles que ha vivido como pareja, de un día para otro la sonrisa de su marido había desaparecido para siempre.

Fueron seis semanas en la cama, Rosy nunca se fue, estuvo ahí siempre, y convencida de que las cosas siempre suceden por alguna razón, asegura que su marido se convirtió en otra persona, reforzó su personalidad, se dio cuenta del valor de la familia, del tiempo, adquirió una energía que le serviría en el futuro.

A ella la sensibilizó y le ayudó a entender el dolor ajeno, ese que ahora ve en hospitales y clínicas a donde acude a ayudar.

“A mí me sirvió mucho para prepararme para lo que iba a ver en el futuro, yo pensaba que había vivido algo muy grave, hasta que llegué aquí y me di cuenta de las cosas tan terribles que le suceden a otras personas”, explica.

El accidente cambió la vida de toda la familia, pero los unió.

 

Andrea

Rosy Fuentes será recordada por muchas obras, muchas de ellas incluso iniciadas décadas atrás, como la fundación de la Asociación Nacional Pro Superación Personal A. C. en Mazatlán.

O los cientos de niños y niñas que ahora pueden oír, o los invidentes que ahora están integrados en la sociedad, pero ocupará un lugar especial entre los sinaloenses por la construcción del Centro de Autismo Sinaloa, quizá el mejor sitio para tratar los pacientes de esta condición humana en toda América Latina.

El autismo es tan complejo y tan difícil de tratar que ningún Gobierno estatal en México se había atrevido a enfrentarlo, pero la primera dama de Sinaloa tenía una experiencia de vida que la llevó a enfrentarlo: su sobrina Andrea.

Hija de su hermana Arely, Andrea se fue desconectando del mundo frente a ellos, obligando a su familia a buscar soluciones por todo México, incluso en el extranjero, donde Rosy se involucró directamente.

Después de 25 años de esfuerzos, Andrea hoy puede comunicarse con el exterior y hacer una vida casi normal, transformando la vida de su familia y dejando una profunda huella en su tía.

Con la experiencia conseguida, Rosy inició un recorrido, con sus propios medios, por todos los centros de autismo de México y países como España, punteros en algunos tratamientos e instalaciones.

“Construimos el centro aprendiendo de lo mejor de los demás, evitando los errores que se han cometido y tratando que sea totalmente integral, que los niños con autismo tengan aquí todo lo que necesitan”.

El Centro de Autismo es un palacio de colores para los niños, existen salas especiales para que los padres vean a sus hijos sin que ellos se den cuenta, aprendiendo de los instructores cómo deben tratarlos.

Hay dentistas especialistas en niños que no les gusta ser tocados, estilistas y nutriólogos, psicólogos y psiquiatras especialistas en niños, un mundo para enseñarlos a estar en nuestro mundo.

Y camina Rosy afuera del centro y se le acerca una familia con una niña que antes no podía interactuar con los demás, y le piden una selfie.

Después de la foto Rosy sigue caminando y mientras algunos aseguran que debería seguir en la política ella responde que lo único que desea es regresar a su familia.

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