"Tienen Sebastián y Esthela el placer de envejecer juntos"

"La pareja de El Habal, Mazatlán, cuya relación está basada en comunicación, paciencia y amor, tiene un matrimonio de 68 años"

Sentados en el porche de la casa que don Sebastián construyó hace algunos ayeres, cuando llegaron a la comunidad de El Habal, él recita un verso de amor al oído de su amada Esthela y ella le responde con una carcajada llena de confianza y le dice que se irá hasta los confines del mundo con él. Por ya 68 años la pareja ha forjado una relación basada en la comunicación, paciencia y amor.

“Si porque ves que te quiero / quieres que te quiera más / te quiero con toda el alma / ¿qué más quieres? / ¿quieres más? / Tres cosas puedo ofrecerte / que tu conmigo no harás / quererte como te quiero y amarte como verás /serte fiel hasta la tumba / ¿que más quieres? / ¿quieres más? / Ya ni la muelas”, le dice don Sebastián a Esthela.

El cabello de ambos ya está teñido de blanco. Don Sebastián tiene 95 años y doña Esthela tiene 10 años menos. Sus rostros y su andar ya pesan los años. Pero en su memoria, los recuerdos siguen vivos, como las manos que aún se entrelazan con emoción.

“Vamos a estar juntos los años que Dios nos deje, a ver hasta dónde duramos. Le digo que si yo me muero, me lo voy a llevar, me dice él que para qué lo quiero y le digo que lo quiero conmigo de compañero, para no estar sola allá”, expresa doña Esthela.

La casa de don Sebastián y doña Esthela, un matrimonio de 68 años, es la tercera entrando por un sendero de terracería en la comunidad de El Habal, al norte de Mazatlán.

Desde hace tiempo dejaron de vivir solos, ahora les hace compañía Angelica, una mujer que los cuida.

 

Amor a primera vista

De entre la muchedumbre de los bailes de diciembre, en Siqueros, a Don Sebastián se le ‘apareció’ doña Esthela, una muchacha de 17 años recién llegada de Los Mochis, y a quien ya no dejó ir y terminó casándose con ella.

“Necesitaba quedarse en Siqueros, ahí la necesitaba yo”, manifestó don Sebastián.

Doña Esthela lo recuerda todo con más lucidez, y relata que desde el baile, todo fue puro noviazgo y serenatas, donde les tocó la mismísima Banda de Don Cruz Lizárraga “Banda El Recodo”, cuando empezaban a ser un éxito por toda la región.

“Había baile en Siqueros, yo llegué ese día porque vivía con una tía en Mochis. Me vine de vacaciones a Mazatlán, y él me sacó a bailar, de ahí me llevó serenata con la banda de don Cruz Lizárraga”, recuerda.

Dos meses después de conocerse se casaron por el civil y el 16 de febrero, dos días después del Día del Amor y la Amistad, se casaron por la iglesia.

“Fue un noviazgo muy rápido, porque él temía que yo me regresara a Los Mochis y si nos casamos fue porque nos queríamos, fue amor a primera vista, yo estaba jovencita, fue mi primer amor”, expresó.

 

La vida en El Habal

Se conocieron en Siqueros, pero han vivido todo su matrimonio en El Habal, en una gran casa, con plantas al frente y un establo a un lado. Llevan 54 años viviendo ahí, en su hogar.

“Yo me dedicaba al hogar, a trabajar, él ordeñaba, yo hacía el queso y ahí andábamos los dos siempre juntos...en los negocios que él ha tenido, yo siempre lo he ayudado”, expresó Esthela.

De las paredes de su casa cuelgan retratos de las bodas de los 6 hijos que procrearon, pero de don Sebastián y doña Esthela no hay ninguno, sólo hay una pequeña fotografía que se tomaron cuando cumplieron medio siglo de estar juntos.

“¡Uhhh, no, en ese entonces era muy difícil conseguir cámara!”, recordó Esthela.

En esa casa tienen sus mejores memorias juntos, pero también las peores. Sin embargo, en su andar por la vida siempre ha triunfado el amor.

“Ha sido una relación a base de comunicación entre los dos, la paciencia y el amor, sobre todo, es el que ha triunfado”, comentó.

 

Ella le enseñó a leer

Cuando se conocieron, don Sebastián no sabía leer, recuerda Esthela, pero quien lo relata es él.

“Yo era el mayor de la familia, mi papá era un borrachito. Yo era el que me encargaba de las vacas y a la escuela no me mandó nunca”, explicó.

Fue entonces que Esthela tomó la iniciativa de enseñarlo a leer, paso por paso, con mucha dedicación y paciencia.

“Sentí mucha satisfacción, de verlo que ya no era un ignorante y que se divertía leyendo el periódico”, recuerda.

 

Doña Esthela menciona que conoció a su esposo en un baile, cuando él la invitó a salir.

 

 

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