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"COLUMNA"

"La educación familiar: entre el castigo y la permisividad. ¿Quién tiene la razón?"

"Muchos padres mantienen aún la tesis de la disciplina férrea, del 'castigo ejemplarizante'"

La familia, según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es “el elemento natural y fundamental de la sociedad”, por lo que se considera como la primera ventana a la educación y la cultura, de ahí que sea insustituible en la formación de la personalidad.

Sin embargo ser mamá o papá representa una gran responsabilidad; ya que la tarea de educar en casa sobrepasa nuestra capacidad de pensamiento, de comunicación y nuestro infinito amor hacia nuestros hijos e hijas; más aún en la sociedad actual donde mamá y papá deben actuar como magos para compartir su tiempo entre la educación de los hijos, y sus otras responsabilidades sociales. 

De ahí que a muchos nos surge una gran interrogante ¿Cómo educo de forma adecuada a mis hijos o hijas?

Ante esta interrogante, muchos padres mantienen aún la tesis de la disciplina férrea, del “castigo ejemplarizante”, sin percatarse que actuando de esta forma violentan los derechos de sus hijos e hijas, lo cual es un quebrantamiento de los nobles principios que deben guiar a toda familia. 

Otros padres rechazan tanto la postura anterior, que actúan en el otro extremo, es decir, son muy permisibles, por lo cual intentan ser los mejores “amigos y amigas” de sus hijos e hijas y negociar todo, sin percatarse que pueden, no solo perder la autoridad, sino hasta el cariño de éstos; ya que muchas veces, van haciendo que sus chicos y chicas se transformen en una especie de pequeños tiranos, a los que hay que complacer, por todo y ante todo.

Y es que, en mi opinión me atrevo afirmar que lo esencial en la educación familiar radica en una cuestión trascendental: evitar los extremos, puesto que resulta tan dañino el ser padres castigadores, como permisivos.

Por lo que estoy convencido, que para ser padres exitosos, en primer lugar, debemos ser ejemplos para nuestros hijos e hijas, este es el mejor método para educar, al que se unen los sentimientos de amor hacia ellos; ya que siempre seremos el espejo en que se mirarán nuestros niños y niñas. No olvidemos jamás: la peor educación es hacer aquello, que decimos a nuestros hijos e hijas, no hagan. 

En segundo lugar, es necesario respetar sus derechos y con ese mismo respeto hacer que cumplan sus deberes; nuestros hijos e hijas deben estar conscientes que tienen y tendrán, ante la familia y la sociedad, responsabilidades que deberán cumplir; esto es necesario enseñarlo desde pequeños, porque si como padres no les enseñamos a cumplir sus deberes, más tarde la sociedad les exigirá su cumplimiento, y en caso de no cumplirlos, los llamará a contar.

De ahí la importancia de ganarnos la autoridad de nuestros hijos e hijas, una autoridad no impuesta, sino fundada en el amor, la igualdad, el diálogo y el respeto mutuo, pero que sea capaz de señalar oportunamente las faltas cometidas, sin que tiemble la voz, pero sin llegar a maltratar o a humillar a los pequeños y pequeñas.

Contrario a lo planteado por muchas concepciones de la Psicología Infantil, acerca de que las niñas y los niños se “trauman” ante determinadas exigencias y señalamientos de sus padres; la realidad nos ha demostrado que como parte del complejo proceso de formación de la personalidad de nuestros pequeños y pequeñas,  la no ocurrencia del señalamiento oportuno o la llamada de atención a tiempo, solamente hará que nosotros nos transformemos en padres permisivos y nuestros hijos e hijas en seres egoístas.

Asumir que el señalamiento o la llamada de atención oportuna es parte esencial de la educación familiar, es diametralmente opuesto al horroroso castigo físico o al intento de comprar del cariño con regalos no ganados. En todos aquellos casos que sea necesario llamar la atención, se debe hacer de buena forma, sin gritar y en el momento, para dar la oportunidad inmediata de aprender del error y rectificar la conducta; al respecto resulta más conveniente señalar el hecho ocurrido, que identificar con el dedo al niño o niña que lo cometió.

En tercer lugar, es necesario conocer a nuestros hijos e hijas, estar conscientes de sus expectativas, sus necesidades, las influencias de sus amistades; para lo que es necesario tener una correcta comunicación, empatía y mucha paciencia. De esta forma podremos fomentar en ellos el altruismo como réplica al egoísmo. 

Con todo lo compartido, estoy significando que entre el castigo y la permisividad, ninguno tiene la razón; recordemos que en la educación familiar lo más importante, no es el maltrato, ni la compra del cariño con inmerecidos regalos, ni tratando de ser el mejor amigo o amiga de mis hijos e hijas; sino es ser ejemplo como padres y ciudadanos para que ellos nos imiten con su actuación; es respetar sus derechos y hacer que cumplan sus deberes, ya que estos los acompañarán durante toda la vida, y ayudarán a que se forjen como hombres y mujeres altruistas; también debemos conocer sus necesidades y expectativas, para acompañarlos sin bloquearles el camino que deseen transitar en la vida; pero tampoco sin allanárselo totalmente, ya que ellos vivirán una realidad diferente a la nuestra, de ahí nuestra responsabilidad en prepararlos para la sociedad que les corresponderá vivir, para lo que se demanda de una correcta comunicación, empatía, paciencia, y la mayor cuota de amor posible; nuestros niños y niñas sabrán correspondernos.

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