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Desaparecidos

A 46 años, Mirna Mercado insiste a las autoridades en que aclaren la desaparición de su padre

Su padre fue uno de los policías judiciales desaparecidos en 1977; culpa a las autoridades y pide una disculpa pública para resarcir mínimamente el daño ocasionado en su familia

Mirna recuerda que la última vez que vio a su papá, olvidó ponerse los zapatos.

El 29 de abril de 1977, cuando Mirna tenía 11 años, a escasos metros de su casa, un grupo de soldados, en camionetas de la Novena Zona Militar, interceptaron el carro de su papá Jesús Mercado Adria, en esta también viajaban sus tres tíos. Ese día Mercado se dirigía hacia el último rosario de su hermano recientemente fallecido.

Mercado Adria formaba parte de la escolta del entonces Gobernador de Sinaloa, Alfonso Genaro Calderón Velarde, era un policía judicial en Culiacán, conducía un carro modelo Guayin de la época y tenía tres hijos menores de edad.

“Venían en el carro de mi papá, llegaron de paso a saludar a mi mamá aquí en la casa para irse aquí a unas cuadras al último Rosario cuando ellos llegaron yo me subí al carro pero yo no me puse zapatos, andaba en sandalias”, explica Mirna.

“En la esquina, me dijo: no te pusiste zapatos, no papi y me dijo: bájate y ponte zapatos, pero pues me vas a dejar, no, no te dejo, pero yo sabía que sí me iba a dejar, entonces yo me bajé y corrí a la casa y cuando me dio por asomarme él arrancó el carro, no me esperó”.

Media hora después, alertados por los vecinos que presenciaron el hecho, hallaron el auto con las cuatro puertas abiertas, y una versión de lo sucedido que hasta la fecha no ha obtenido resolución satisfactoria que llene los 46 años de ausencia y la lucha social que ha concluido para algunos familiares a razón de la temporalidad de la vida.

“Se supo a los dos, tres días que habían agarrado otros cuatro judiciales, o sea de una forma similar, entonces se juntaron a levantar la denuncia mi mamá y otras esposas, entonces a partir de eso fue una lucha hicimos en hay una Novena Zona Militar”, señala.

A partir de ese momento, dice, iniciaron las movilizaciones para descubrir el paradero de su papá, se manifestaron en la Novena Zona Militar de donde las sacaron bajo amenazas con armas y narra cómo a mujeres embarazadas le apuntaban con las armas en la panza, aunque también advierte que una mano, salida de una de las torres y que la saludaba a lo lejos la inquietó por más de un mes.

“(Llevamos) mantas, escribíamos con pintura, pues que nos lo regresaran y nos sacaron de la Novena Zona Militar, nos sacaron con armas a todos”, recuerda.

“Inclusive una de las esposas de los de uno de los policías está embarazada, yo me acuerdo que le ponían el arma en la panza ella son hechos que nunca se olvidan. Yo vi cuando salimos y que estábamos enfrente, yo vi que en uno de las torres que había ahí en la Novena Zona Militar que había unas ventanitas abajo yo vi que de ahí sacaban una mano y como que nos saludaba”.

Aproximadamente 30 días pasaron, y por un sembradío por La Guásima, perteneciente al municipio de Rosario, los captores soltaron a sus tíos, creyendo que estos yacían muertos. Sin embargo, no fue así.

Un hombre que pasaba por la zona los llevó a recibir atención médica. Uno, hermano de su papá, volvió a hablar con ellas, sin embargo, los dos restantes, primos hermanos de su padre, no quisieron quedarse y regresaron a su hogar más al sur de Sinaloa.

En ese lapso de recuperación de su tío, le explicó que la última vez que la vieron no fue el 29 de abril cuando olvidó sus zapatos, sino en la primera manifestación en las instalaciones de la Novena Zona militar y que la mano que la saludaba a lo lejos era su papá intentando llamar su atención.

“Él platicó que eran ellos, que era mi papá el que sacaba la mano, era mi papá, nos vio, ellos nos vieron. Mi papá estaba chaparrito y mi tío estaba alto, mi tío lo levantó para que papá nos gritara, pero no escuchábamos”.

A estas revelaciones también le añadió las más crueles que sucedieron durante el tiempo que estuvieron recluidos.

“Fue una infamia lo que hicieron y cómo gritaba mi papá cada golpe que le daban”.

Amenazas después de la manifestación

El ruido constante de las movilizaciones sobre la desaparición de diversos policías judiciales en la ciudad empezó a incomodar a algunos, por lo que las amenazas no se hicieron esperar. Aunado a ello y pese a la insistencia por encontrarlos, los gritos se apagaron y retomaron la vida a fin de mantener la economía a salvo en el hogar.

“Mi mamá anduvo en la lucha, las amenazaron, venían aquí a la casa amenazar a mi mamá, que se dejaron de cosas, no solamente a ella los a las otras a las otras esposas también las amenazaban y pues todos tenían niños chiquitos, pues nosotros éramos tres menores de edad. Entonces tenían que trabajar para sacarnos adelante, entonces trataron de aplacarse un poco verdad, en la búsqueda y se calmaron un tiempo”.

Después de su mamá

Con el paso del tiempo, y después de la muerte de su madre, siguió con la búsqueda e incluso señala que encontró unos documentos del Archivo General de la Nación de la Ciudad de México que confirman que su papá fue desaparecido pues su nombre aparece en la lista.

“A todos los que agarraban, a todos los que desaparecían, tienen un control y anotaban el nombre del que agarraban inclusive las fotografías, aparece el nombre de mi papá en varios documentos que dicen que lo detuvieron pues y nosotros tenemos todo ese archivo”.

“Por más que lo nieguen está comprobado que el ejército los agarró y los privó de la libertad, los desapareció, ellos dicen que no que no pero el documento con el sello del Ejército”.

Advierte, que en su momento, el motivo de la privación de la libertad de los policías judiciales, entre ellos su papá, fue una decisión del propio Gobernador Calderón Velarde, quien decidió entregar a sus escoltas por un problema personal.

“El general, porque el general Sámano creo que tenía que ver con la esposa de él y al general Sámano lo mataron y le echaba la culpa Alfonso Calderón por eso, este entregó a los policías, por la vida de él”.

“Él dijo de que se muera mi nana y me muera yo, pues que se muera mi nana esa fue la frase que él usó entonces empezaron otra vez las amenazas contra las esposas de los policías”, recuerda.

A casi medio siglo de lo sucedido, Mirna se sincera y dice que ya no cree que lo vuelva a ver, sin embargo ella continuará en la búsqueda de por lo menos una disculpa pública por parte de las autoridades hacia los familiares de las víctimas que heredaron el vacío en su hogar.

“Yo creo que vamos a saber de ellos nunca, lo único que nosotros esperamos es que por lo menos nos den una disculpa pública, ya no están los padres de los desaparecidos, las esposas no están todas, porque mi mamá ya falleció pero por lo menos las que quedan vivas y los hijos que quedamos vivos”.

“Merecemos una disculpa y el nombre de nuestros desaparecidos, pues se reivindica un poco la autoridad porque aunque hayan sido hace muchos años es responsabilidad de toda la autoridad”, enfatiza.

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