Mónica inmortaliza su tradición familiar en arreglos florales que decoran los panteones de Culiacán
CULIACÁN._ Generación tras generación, la familia Salazar Estrada llena de color los panteones de Culiacán con coronas de flores inmortales.
Como si se tratase de cempasúchil, flor de terciopelo, clavel o rosas, la fiel clientela de la Florería La Principal adorna los ataúdes de sus seres queridos con arreglos florales hechos de papel crepé, listón y plástico.
Mónica Aglae Salazar Estrada, lleva más de 15 años vendiendo coronas de flores, durante la temporada otoñal, en el negocio ubicado en el Mercado Salvador Alvarado, mejor conocido como el Mercado de las Flores.
“La tradición está cada año, siempre la gente viene y nos compra muchas coronas, muchos ramos artificiales y mucha flor de papel por los altares del Día de Muertos”, comentó Mónica.
Tanto Mónica, como su esposo, madre, suegros y abuelos pusieron manos a la obra desde septiembre, elaborando las artesanías que ofrecen en el Centro de Culiacán por la avenida General Domingo Rubí, hasta el mes de noviembre.
El negocio familiar luce múltiples estatuas de San Judas Tadeo, así como veladoras con la imagen del Santo de las Causas Perdidas que yacen en los estantes.
Frente al mostrador, la madre de Mónica enrollaba una tira de papel crepe de color naranja en un palo teñido de verde, que emulaba el tallo de una flor de cempasúchil; mientras sus hijos jugaban y reían en la parte trasera del local.
Sobre el local, cuelgan múltiples coronas de diversos diseños y colores, que adornarán los parques funerarios durante meses, por solo 150 a 600 pesos.
“Te duran meses, si tienen capillita te duran hasta que la gente las quiera tirar, unos dos meses, tres. Mucho beneficio porque dura la tumba decoradita buen tiempo”, dijo Mónica.
Desde que Mónica tiene memoria, recuerda a su familia creando flores con sus propias manos para embellecer hogares ajenos.
Su bisabuela le enseñó a su abuela, quien replicó sus conocimientos a su madre; ahora Mónica, progenitora de dos pequeños, educa a sus hijos para continuar con la noble labor.
“Mi bisabuela hacía, en un ranchito ella hacía sus coronas y ahí les entregaba a las personas sus pedidos”, explicó la florista.
Con los ojos llorosos y una risa nerviosa, Mónica mostró el amor, la pasión, el afecto que utiliza para elaborar cada pétalo, tallo y flor que oferta durante la típica tradición mexicana, que se celebra cada 2 de noviembre.
“Se siente bien bonito, cada flor que hacemos la hacemos con mucho amor, no es para nosotros un trabajo, es cansancio nomás, el cuerpo se te canse, pero no es un esfuerzo que nosotros digamos ‘ay, tengo que hacer esto o el otro’, porque a nosotros nos encanta”, expresó.
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