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"COLUMNA"

"Expresiones de la Ciudad: Reinventarse como Gastrónomo"

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La ruta del paladar
22/01/2018

Pues sí. Que tenemos que reinventarnos. Que estamos obligados a justificar la vida en cada una de sus etapas. Porque pisar la tierra no debe ser gratis. Porque respirar el oxígeno no debe ser gratis. Porque llenar los ojos con los paisajes no debe ser gratis. Y poder oler. Y sentir. Y querer. Y todo. La vida debe justificarse, oiga, día a día, hora tras hora, año con año. No la tenemos para andar estorbando, tenemos que pagar con creces la oportunidad de estar aquí.

Contribuir, pues.Por supuesto que sobran imbéciles por metro cuadrado, sin que con ello se quiera ofender a nadie, porque si el término lo llevamos a los diccionarios, vamos a concluir, como dijo mi amigo el escritor, que “imbécil” no es un insulto, sino un grado del intelecto usado en Medicina y que se sitúa entre la debilidad mental y la idiotez. “Y los libros de Medicina y Psiquiatría no contienen insultos, sino definiciones”.Tampoco la edad debe ser un impedimento para justificar la vida. Cuando se está en la tercera edad, o cuando casi arribas a ella, lo común es que la gente común se instale en una mecedora a ver pasar el tiempo y las cosas.

Digo yo que esa debe ser una vejez triste, miserable y que no sería mala idea quitarle prestada al vecino la escopeta del abuelo y pegarse un tiro.Con todo esto quiero decir, y digo, que en el último semestre me he aventado un round a contraviento de la edad como estudiante de la carrera de Gastronomía en la Unidad Académica de Ciencias de la Nutrición y la Gastronomía de la UAS, allí donde dirige la siempre correcta Marcela de Jesús Vergara Jiménez, quien por su estilo adecuado y porte me hace recordar al personaje que desde hace años me ha venido motivando en los menesteres de la cocina, la chef Delia Moraila.

Haberme colado entre una muchachada, cuya gran mayoría ronda entre los dieciocho y diecinueve jovencísimos años, tanto ha sido un reto como una extraordinaria oportunidad para descifrar los entretelones de la generación actual, con otro lenguaje, con otros gustos, con otra forma de pensar. Y de querer. Y de llevarse. Y de abrazar la vida.

La verdad es que ha sido genial esta experiencia, al grado que de repente me he visto en el olvido de las canas y camino entre ellos como un igual, con un pensamiento y un actuar rejuvenecidos y revitalizados, aunque de repente me han hecho clac los huesos osteoporísicos. Pero lo vivido nadie me lo quita. Y bendito el tiempo que me falta para convivir con mis compañeros de aula. Y con los maestros que, con toda la pena (pero poquita), a varios de ellos les doblo la edad.

El caso es que he planeado prepararme en el mundo de los chefs, no para competir –cacerola en mano– con nadie de mi generación en Gastronomía, pero sí para enriquecer mi quehacer periodístico, esto es, como investigador del ramo, como observador y escribiente de nuestra vida cotidiana culinaria, metiéndome a las cocinas, a los restaurantes; engullendo los menús y hacer del conocimiento público quién es cada cual en esto que le digo.También estoy proyectando darle duro al perfil como youtuber en la línea de tutoriales de cocina, por lo cual solicito que, quien me está leyendo, pueda buscarme en mi canal “Gastronomía al 100” y suscribirse a dicho canal. Por ejemplo, la imagen que ilustra esta columna es un platillo que elaboré en mi cocina: dedos de pescado al vino blanco, que muy pronto estaré filmando para que quien guste pueda prepararlo en casa. Y pues así las cosas, oiga. Y punto.

Comentarios: expresionesdelaciudad@hotmail.com

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