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"NEWSWEEK"

"Putin sobre hielo"

"Por qué Rusia encabeza la carrera por el control del Ártico"

Bob Reiss

 

En octubre de 2014, el Yamal, un rompehielos nuclear ruso con enormes dientes de tiburón pintados en la proa, atravesó el grueso hielo del Polo Norte seguido por un buque de investigación, y disparando sus cañones sísmicos. La misión para varios años: encontrar petróleo y gas natural, y ayudar a reclamar el fondo marino ártico en nombre de Moscú.

En enero, mientras los científicos rusos afinaban los resultados de las pruebas, uno de los líderes de la misión se dirigió entusiasmado a un público embelesado en Tromsø, una ciudad increíblemente hermosa del Ártico noruego. “Les aseguramos que hay petróleo allá”, dijo Gennady Ivanov, de la Expedición Geológica del Ártico Marino de Rusia. “Y el petróleo es recuperable”, señaló más tarde, en respuesta a una pregunta.

Desde hace mucho, las compañías petroleras estadounidenses y europeas han fantaseado con aprovechar las abundantes reservas del Ártico. El Servicio Geológico de Estados Unidos calcula que representan hasta 13 por ciento del petróleo mundial aún sin descubrir y hasta 30 por ciento del gas natural. Y ahora, conforme las crecientes temperaturas ocasionan que más hielo se funda, despejando los mares del Ártico, se ha iniciado la carrera del billón de dólares para apropiarse de las riquezas de la región. En 2012, Rusia trató de reclamar como territorio nacional 460,000 millas cuadradas (casi un millón 192,000 kilómetros cuadrados) del fondo oceánico del Ártico (una superficie del tamaño de Francia y España combinados). Moscú procedió como parte de un tratado denominado Derecho del Mar, el cual permite que los países expandan la zona submarina donde poseen derechos mineros más allá del límite de 200 millas (370 kilómetros) que se reconoce actualmente.

¿La condición? Rusia debe demostrar a un comité de científicos internacionales de Naciones Unidas que dicha área es una extensión de su plataforma continental. Al principio, el comité rechazó la reclamación de Moscú, y envió a los científicos rusos al Extremo Norte ruso para que buscaran más evidencias. Pero ahora, Ivanov insiste en que hay pruebas. Y si tiene razón, ayudará al Presidente ruso, Vladimir Putin, a lograr dos de sus objetivos principales en el Ártico: incrementar las enormes reservas de petróleo y gas natural del país, y fomentar la transportación marítima comercial a través de un paso ártico directo entre los puertos europeos y asiáticos.

Mientras Moscú espera la decisión del comité científico sobre el Polo Norte, su impulso energético en el Ártico está dando resultados. La producción rusa de petróleo y gas natural en la zona alcanza máximos año con año. En enero, la empresa estatal Gazprom Neft anunció que cuatro pozos petrolíferos ya están operando en los campos Prirazlomnoye del Mar de Pechora, y la compañía tiene planes para poner en línea otros 28. Por otra parte, una nueva planta de gas natural líquido, valuada en 27 mil millones de dólares, con base en el Ártico y financiada conjuntamente por empresas energéticas rusas, chinas y francesas, está enviando el gas a Europa mediante un nuevo gasoducto que se extiende a lo lardo de mil 265 kilómetros.

Antaño considerado demasiado aislado y peligroso para el comercio, el Ártico está a punto de abarrotarse. Noruega está expandiendo su búsqueda de petróleo en la región, y hace poco ofreció una nueva ronda de arrendamientos petroleros en el Mar de Barents, más al norte que nunca. Pese a los desafíos de la perforación en el Círculo Ártico, un funcionario de la asociación noruega de petróleo y gas dijo a Newsweek que el costo para el punto de equilibrio será de 45 dólares por barril. De modo que, aunque los precios mundiales del petróleo sigan bajos, la nueva operación ártica de Noruega será rentable rápidamente.

Hasta ahora, la rentabilidad no ha sido un gran incentivo para Estados Unidos, que ha procedido con mucha más cautela en el Ártico. En diciembre pasado, el Presidente Barack Obama bloqueó la exploración en casi todas las áreas costeras federales del Círculo Ártico, argumentando inquietudes ambientales. Estas incluyen posibles derrames de crudo, los cuales podrían dañar o ahuyentar la vida marina, de la cual dependen los esquimales iñupiat locales para alimentarse y preservar su identidad cultural. Pero ahora, Donald Trump podría tratar de revertir la acción ejecutiva de Obama, y la delegación congresista de Alaska está presionando para que abra una mayor parte del Ártico estadounidense a la exploración petrolera costera y offshore.

No obstante lo que decida Trump, algunos temen que la competencia entre grandes potencias por las rutas comerciales y los recursos naturales pueda salirse de control. De hecho, ya hay indicios de tensión. En mayo de 2015, Rusia soltó 250 aviones y 12 mil soldados en un ejercicio masivo de juegos de guerra en el Ártico, respondiendo a una maniobra más limitada por parte de la OTAN. Y el mes pasado, Estados Unidos -miembro de OTAN- destacó 300 marines permanentes en Noruega.

Entre tanto, Rusia ha cambiado su estrategia para los juegos de guerra. Ya no envía alertas anticipadas cuando planifica un ejercicio, cosa que ha perturbado a sus vecinos de la OTAN del norte. Uno de esos países, Dinamarca, ha hecho lo mismo que Rusia, reclamando fondo marino del Polo Norte bajo el tratado del Derecho del Mar. Canadá, que también es miembro de la OTAN, presentará su reclamo en 2018, en el cual se espera que incluya el Polo Norte. Si eso sucede, es posible que las tres naciones demuestren que el área es una extensión de sus repisas continentales. El tratado, conocido formalmente como Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, requiere que los propietarios de reclamaciones legítimas superpuestas resuelvan los límites entre sí.

Lo cual es, tal vez, una razón por la que los planificadores militares rusos han identificado el Ártico como un escenario probable de guerras futuras.

“El liderazgo político y militar ruso ha argüido, sistemáticamente, que habrá una escasez aguda de recursos energéticos en todo el mundo, lo cual podría derivar en conflictos; y que Occidente, encabezado por Estados Unidos, podría intentar apropiarse del petróleo y el gas de Rusia”, dice Katarzyna Zysk, profesora adjunta de Norwegian Defence University College, quien se especializa en políticas de defensa rusas.

Mas no todos creen que el enfrentamiento sea inevitable. Diplomáticos europeos y estadounidenses siempre aseguran a la prensa que, pese a las tensiones en otras áreas, Rusia y las otras naciones árticas -Estados Unidos, Canadá, Noruega, Suecia, Finlandia, Dinamarca e Islandia- siguen cooperando en el Ártico, sobre todo en transportación, investigación y esfuerzos de rescate. También señalan, orgullosos, un acuerdo suscrito en 2010 por Noruega y Rusia, en el cual resolvieron, pacíficamente, una disputa fronteriza en el Mar de Barents.

Con todo, la seguridad podría ser un tema distinto conforme se abra la región. Bobo Lo, experto independiente en el Ártico y autor de Russia and the New World Disorder, se expresa con cinismo. “Una vez que el Ártico adquiera prominencia, las amistades se romperán”.

Si eso sucede, el Kremlin estará mucho mejor preparado para un conflicto abierto o para la competencia habitual. Moscú no solo tiene más de 40 rompehielos; está en medio del esfuerzo militar ártico más grande desde la Guerra Fría. Rusia tiene más bases árticas que cualquier país y está construyendo otras más, incluyendo 13 aeródromos nuevos y diez estaciones de radar para defensa aérea, las cuales iniciarán operaciones a fines de este año. Asimismo, Rusia ha formado una nueva brigada entrenada en guerra ártica, y está construyendo 16 puertos de aguas profundas y 13 aeródromos en la región. En opinión de Lo, la respuesta rusa a los juegos de guerra de la OTAN es: “¿Crees que nos asustas, amigo? Siempre podemos escalar”.

Sin embargo, Estados Unidos está mal preparado para responder a cualquier tipo de desafío o emergencia, y no queda claro cuáles serán los cambios que implementará la administración de Trump en la política ártica de Estados Unidos. Washington solo tiene dos rompehielos, ambos viejos, y solo uno puede fracturar hielo grueso. El país no tiene proyectos concretos para construir más.

“Necesitamos puertos árticos”, dice el principal diplomático ártico del Departamento de Estado, David Balton. “No estamos preparados para responder a un derrame o una contaminación por petróleo. En la eventualidad de un accidente marítimo, tendríamos muy pocos activos próximos para búsqueda y rescate”.

Además, Estados Unidos es la única nación ártica que no ha ratificado el tratado del Derecho del Mar, de modo que no tiene representantes en el comité científico que analiza las reclamaciones y no hay manera de que presente la suya, aunque, bajo las reglas del tratado, tiene la posibilidad de expandir su territorio submarino frente a la costa de Alaska en un área equivalente al tamaño de California.

Si el proceso del tratado fuera un partido de beisbol, “Estados Unidos no estaría en el campo ni en el graderío; ni siquiera en el estacionamiento”, me dijo el contraalmirante de la Guardia Costera, Gene Brooks, en 2010. Al cabo de siete años, se ha avanzado muy poco hacia la ratificación del tratado, a pesar del apoyo de las presidencias de Obama y de George W. Bush, la Marina, los grupos ambientales, las compañías de transporte y las petroleras. La causa es un pequeño grupo de republicanos que persiste en bloquearlo en el Senado, porque no quieren participar en un acuerdo internacional que, en su opinión, daría a organismos extranjeros algún poder sobre las políticas estadounidenses.

Lo irónico es que, por defecto, la actual inatención estadounidense al acelerado cambio en el Ártico confiere a los competidores extranjeros justo eso.

 

 

Bob Reiss es autor de The Eskimo and the Oil Man y, con el seudónimo de James Abel, de la novela Vector, a publicarse este verano.

 

 

Publicado en cooperación con Newsweek /Published in cooperation with Newsweek

 

13% del petróleo mundial aún sin descubrir se encuentra en el Ártico

30% del gas natural en el mundo está en las reservas del Ártico

 

 

Los objetivos

El Presidente ruso, Vladimir Putin, tiene objetivos en el Ártico. Los dos principales son:

-          Incrementar las enormes reservas de petróleo y gas natural del país.

-          Fomentar la transportación marítima comercial a través de un paso ártico directo entre los puertos europeos y asiáticos.

 

 

 Naciones árticas

-          Rusia

-          Estados Unidos

-          Canadá

-          Noruega

-          Suecia

-          Finlandia

-          Dinamarca

-          Islandia

 

 

“Una vez que el Ártico adquiera prominencia, las amistades se romperán”.

Bobo Lo

Experto independiente en el Ártico y autor de ‘Russia and the New World Disorder’

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