A un año de la masacre de Potrerillos, persiste el recuerdo y el miedo pero no la justicia
"Ya hace un año de aquel 28 de julio, cuando un grupo armado asesinó a ocho hombres con alta crueldad y el recuerdo todavía atemoriza a los pobladores"
Los enterraron un domingo allá en la sierra. Todo el pueblo fue a despedirlos y acompañó a los deudos, a pesar del miedo...
"Ese día nos fuimos al cementerio con todo y maletas, lo único que pensábamos era irnos, irnos...", relató Melissa N, una joven mujer que se encontraba en Potrerillos el día que ocurrió esa masacre que marcó para siempre la historia de esa comunidad, que casi roza las nubes pero en esas fechas vivió un infierno.
Ya hace un año de aquel 28 de julio, cuando un grupo armado asesinó a ocho hombres con alta crueldad y el recuerdo todavía atemoriza a los pobladores. Siete de las víctimas eran de una misma familia, cinco de ellos fueron decapitados y uno ahorcado.

Según el testimonio de Melissa N, quien además perdió un tío en esos hechos, ese día por la mañana los hombres salieron al monte a recolectar hongos. En tiempos de lluvia proliferan en esa zona boscosa de la sierra. No habían desayunado, así que se les esperaba temprano para cocinar el producto de la excursión.
Ya para las dos de la tarde, una mujer esperaba a su esposo y su hijo, que iban en el grupo. Tuvo un mal presentimiento.
“Y se empezó a preocupar. Pero nadie hizo nada, ya como a las seis de la tarde llegó la señora, y ya llegó diciendo que habían matado a mucha gente pa'llá... y ya empezó a decir quiénes eran porque a ella le tocó ver dónde los tenían, escuchar, y saber a quiénes habían matado...”, continuó Melissa, quien se encuentra en la espera de su bebé.
Sobre quiénes eran las víctimas, dijo que eran hombres del pueblo que no se metían con nadie.
“Se animaron a matar con tal saña a gente que no le hacía nada a nadie, ese es el miedo de uno...”
El sábado más triste de su vida...
Había un alarido. La mujer en schock, la que buscaba a su marido e hijo, llegó gritando que habían matado mucha gente allá arriba. Entonces se reunieron los familiares de los que faltaban, aunque en esos pueblos la mayoría se dicen parientes. Se armaron de valor para ir a buscarlos. Llegaron a metros de donde pasó todo. Fue en un camino hacia el aserradero de El Batel, una de las pocas fuentes de empleo por esos lugares.
Al toparse con la escena sangrienta, avisaron a las autoridades.
Pasaron horas para que llegara un convoy de militares, agentes policiacos y peritos. Allí aprovecharon para pedir ayuda al Ejército, pues temían ser las próximas víctimas de los grupos armados en disputa por el territorio en la sierra del municipio de Concordia.
Ya unos días antes, habían cundido las amenazas. Cerca de 500 personas huyeron de Chirimoyos, La Petaca y La Mesa del Carrizal y otros pueblos vecinos.
Según reseñaron los medios por esos días, en que el desplazamiento forzado fue noticia, la mayoría se dirigió a tierras bajas, la cabecera de Concordia, o a Villa Unión, una sindicatura de Mazatlán donde hay campos de chile y tomate y hay trabajo de jornaleros, aunque otros fueron a dar a las invasiones en la periferia del puerto.
Pero ese día en El Batel, las autoridades se llevaron los cuerpos resultantes del dantesco homicidio, pero se perdió una de las cabezas.
Todos eran vecinos de Potrerillos, que tiene un poco más de 500 habitantes. El sábado siguiente el pueblo se veía solo y triste. Pero la gente no se fue luego. Esperaron los restos para velarlos y enterrarlos. Trataron de ignorar el pánico que les provocaba pensar que los armados podían regresar a tomar represalias contra ellos, por no haberse ido.
Por fin pudieron sepultarlos el domingo. De ahí mismo partieron con lo que pudieron llevarse. Melissa salió junto con su esposo hacia Mazatlán, y lo único de valor que cargaron consigo fue una estufa y un refrigerador.
Ella sigue teniendo miedo: “Si no fuera así, ya nos hubiéramos regresado, yo ya no pienso volver porque las cosas no han cambiado mucho”.
“Esa gente sigue rondando por ahí...”
Había cinco cuerpos y cinco cabezas, había que identificar a cuál pertenecían cada cual. Fausto N., quien es originario de Durango pero tenía más de tres décadas viviendo en Potrerillos donde se casó y tuvo sus hijos, le tocó reconocer el rostro de su sobrino.
Habla con la voz entrecortada, no quiere dar muchos detalles, pero cuenta que después de esto le sobrevino una misteriosa enfermedad. Le atormentaban dolores de cabeza, que no lo dejaban dormir. Tuvo que endeudarse para ser atendido. Varios médicos lo vieron. Le decían que tenía un parásito en el cerebro, pero el diagnóstico final fue que no tenía suficiente oxigenación. Tres meses duró así, sin poder trabajar y despertando en la madrugada por el dolor.
“Más bien se le junta a uno todo, todo lo que uno vivió”, comentó.
Tampoco piensa retornar. “Uno no sabe qué ha pasado con esa gente mala, lo que sí sabemos es que siguen rondando por ahí, y eso no se va a acabar hasta que se maten entre ellos, porque el gobierno no se quiere meter”, indicó resignado.
Han retornado aunque no ha habido justicia
Al estar ubicado a orilla de carretera y cerca de la base militar de Santa Rita, en el poblado de Potrerillos se ha registrado el retorno de pobladores que han intentado continuar con su vida normal, a pesar de que no se han detenido a los culpables de aquella masacre.
El investigador Arturo Lizárraga, quien ha dado seguimiento al problema de los desplazados en el sur de Sinaloa, indicó que si bien se ha presentado un retorno, la seguridad es relativa.
“Cuando ellos dicen está tranquilo, se refieren a que no ha habido muertos pero eso no significa que se han acabado los grupos armados”, detalló.
El vicefiscal de la zona sur, Cruz Alejandro Flores Salazar, declaró a los medios a principios de julio que la investigación continuaba abierta para dar con los responsables, pero no dio informes de ningún avance.
Casi un año después de la tragedia, el 29 de junio de 2018, hubo un enfrentamiento entre gavilleros y policías en un rancho cercano a Mesillas, donde murió un tal José N de 21 años, de quien se sospecha guarda relación con aquellos hechos. Salvo ese suceso fortuito, la justicia no llega en el caso de la matanza de El Batel, que marcó la historia de Potrerillos.

EN MEMORIA
Los occisos fueron identificados como
Isidro, de 42 años
Rubén, de 33 años
Aarón, de 34 años
Efraín, de 40 años
Ernesto, de 66 años
Rosendo, de 55 años
Erasmo, de 37 años de edad
todos ellos tenían su domicilio en la comunidad de Potrerillos, comunidad que pertenece al municipio de Concordia.