"Adrián García Cortés / La huella imborrable de una madre"
CULIACÁN._ La indeleble huella de su madre marcó su espíritu. La admiró por intrépida, arrojada, tenaz y valiente. Fue su símbolo de bondad y persistencia, de lucha y entrega, de amor y valor.
A sus 90 años, Adrián García Cortés conservaba muy frescos los recuerdos de su infancia y adolescencia. El carácter imbatible de María logró forjar en él un temple de acero y un escudo de optimismo para enfrentar los golpes de la adversidad.
Gran parte de la historia y trayectoria de don Adrián, que hoy se cumple un mes de su fallecimiento, es ampliamente conocida. Empero, hay pasajes de la vida de su mamá, María Cortés, que a él le interesaba que fueran difundidos porque fueron decisivos en su formación. Abusaremos de la paciencia del lector recordando algo de la historia que su mamá le narró.
Vicisitudes y peripecias de su madre
Los abuelos de su mamá eran ricos, en San Martín de Bolaños, Jalisco, pero la desheredaron cuando se enamoró de Simón Cortés, quien era un peón de la hacienda. María quedó huérfana de madre una hora después de haber nacido, el 1 de enero de 1904, a las 12:00 de la noche. Simón la bautizó a los tres días, la cargó en un morral en su espalda y se fue a Amatlán de Cañas, Jumulco, Jala, Ahuacatlán y Tetitlán. Se volvió a casar para conseguir quién cuidara a María y tuvo cuatro hijos más con la madrastra: Jacinta, Jesús, José y Francisca, pero fallecieron a corta edad los dos últimos.
Cuando tenía 6 ó 7 años, María quedó también huérfana de padre, pues Simón Cortés contrajo alta fiebre por haberse mojado en la lluvia. Lo sepultaron sin caja y sólo ella estuvo presente en el entierro. Cuando murió su medio hermano José le llevó flores, pero su madrasta se las aventó en la cara. Además, la corrió porque no la podía mantener.
María se arrimó con una señora llamada Leandra. Una vez estuvo a punto de ahogarse cuando lavaba la ropa en el río. De pronto, llegó un circo que operaba una familia Ortiz, y Leandra la recomendó para que se la llevaran. Aprendió a hacer contorsiones y se estrenó en Tepic. En Mazatlán trabajó en los circos Modelo y Atayde. Al recorrer los pueblos de Sinaloa le tocaron brotes de influenza española y hubo muchos muertos. Tendría entre 12 y 14 años.
Nacimiento de Adrián
El circo visitó Nogales, Naco, Cananea y Magdalena, donde María conoció a Jesús, el padre de don Adrián. Se trasladaron al otro lado con el circo Atayde y regresando a Hermosillo se contrataron en el circo Esqueda. Ahí quedó María embarazada, pero Jesús no quería que el niño naciera, por lo que María se fue a San Blas, Sinaloa, y posteriormente a Culiacán. Siguió trabajando hasta los seis meses de embarazo. En Guamúchil, inesperadamente, le sobrevino el parto en un vagón de ferrocarril, el 8 de septiembre de 1924.
Adrián tuvo por padrinos de bautizo a unos carpinteros, pero antes, Jesús, su padre, se lo llevó a escondidas a registrarlo sin nombre de madre como José García.
Los primeros años
Se trasladaron a Los Mochis y Jesús comenzó a trabajar en un cabaret y parrandeaba con mujeres. Incluso, en ocasiones se llevaba con él al niño, que tendría unos seis meses. Como María se incomodó ante esta situación, Jesús la mandó con una hermana de él a Villa Unión, pero el esposo de ella quiso sobrepasarse y tuvo que buscar otra casa.
El niño se enfermó y le mandó recado a Jesús, pero él le contestó que la noticia lo afligió y se emborrachó; que si moría el niño no le avisara para no recibir ese dolor tan grande, y no le mandó ningún dinero.
Se fue a Mazatlán a trabajar y Jesús mandó decir que si no se regresaba a Villa Unión a vivir con su hermana le quitaría al niño. Unas personas la ayudaron a irse a Tepic y se quería ir hasta Guadalajara, pero se regresó a Mazatlán, donde mal comía y trabajaba haciendo todas las faenas domésticas. Comenzó a recibir malos tratos y se quisieron aprovechar de ella. Un dentista la contrató para que hiciera mandados, pero estaba en un tercer piso y ella casi no tenía fuerzas para subir y bajar escaleras.
De pronto, llegó Jesús a Mazatlán y la encontró. No estaba convencida de regresar con él, pero lo hizo por la salud del niño. Se enrolaron otra vez en el circo. Recorrieron Villa Unión, Agua Caliente y llegaron a Tuxpan, Nayarit. María se enfermó del vientre, pero así continuó trabajando y contorsionándose durante 10 años. Jesús hizo caso de algunos chismes y quiso envenenarla, diciendo que era medicina lo que iba a tomar.
Siguió el circo su recorrido por Santiago Ixcuintla, Ruiz, Acaponeta, Escuinapa y El Rosario. En esta última población, Jesús se robó una muchacha y un día, borracho, fue y trató de ahorcarla, porque lo único que le interesaba era el niño. El pequeño comenzó a llorar, ella se zafó como pudo y corrió hasta que él la tiró de los cabellos, en la calle, ante las miradas perplejas de los vecinos, quienes llamaron a la policía y se lo llevaron.
Una familia la recogió y la ayudó a irse a Mazatlán a la casa de Librada Ortiz, prima de la familia con que trabajó en el circo. Consiguió emplearse en la cocina del hotel San José con un horario desde las 6:00 hasta las 23:00 horas. Llegaba a su casa y se ponía a lavar la ropa del niño y la suya. Se levantaba a las 4:00 ó 5:00 de la mañana para ir al molino con los baldes de nixtamal y regresar para tortear hasta las 6:00, hora en que se iba al hotel. El niño tendría unos 3 años.
En ese tiempo, María conoció a un pescador muy bueno llamado Carlos, compañero del esposo de Martina, la hija de Librada, con quien se casó por la Iglesia.
Jesús nunca se preocupó por el niño, si vestía, calzaba o padecía alguna enfermedad. Pero, cuando María se juntó con Carlos, reapareció para decirle que al niño no le convenía tener padrastro y que se lo iba a llevar. La convenció de tenerlo un tiempo cada quien y se lo llevó. Lo regresó dos veces, pero a la tercera ocasión se lo llevó fuera de Mazatlán. Fue en el tiempo de la guerra cristera y lo soldados cerraron la entrada y salida de vehículos, justo cuando había salido el carro en que iba Jesús con el niño.
Como a los 15 día regresó Jesús y le entregó el niño, pero se lo volvió a llevar un mes después y lo retuvo por espacio de un año. María no comía ni dormía, y la gente pensaba que estaba tuberculosa.
Al tiempo regresó Jesús a Mazatlán con el niño, y como en el relato evangélico, éste se perdió, pero no fue encontrado en el templo sino en el hotel Belmar, pues unos turistas norteamericanos lo habían encontrado llorando en la calle.
María le dijo a Jesús que se lo dejara, pero él repuso que mejor lo recogiera el día siguiente por la mañana. Sin embargo, cuando fue por él a las 6:00 de la mañana a donde se hospedaban él y su mujer, le dijeron que en la misma noche se habían ido todos. Al ver su llanto sincero se conmovieron y le dijeron que sabían que se habían ido a Puerta de las Canoas con un circo.
Se trasladó María como pudo y estuvo espiando por dos días hasta que pudo llevarse al niño mientras Jesús había ido a cazar conejos. La señora con quien vivía, llamada Macrina, pero a quien el pequeño le decía "máquina", se resistió, pero no pudo evitar que se lo llevara a Mazatlán.
Aconsejada por un juez, María hizo trámites para registrar el niño a su nombre, de tal manera que Jesús no se lo pudo quitar en ese momento aunque llevaba policías. María se acordó de un licenciado con el que había trabajado, llamado Nicolás Altamirano, y recurrió a él. Le aclaró que no tenía dinero para pagarle, pero podía ir abonándole 15 ó 20 pesos cada mes.
El licenciado le dijo que no le iba a cobrar y la asesoró en todo lo que tenía que contestar, sobre todo en el rubro de que el padre del niño ya había muerto. Después le recomendó que se encerrara en un domicilio que nadie más conociera y no respondiera y se hiciera presente hasta la tercera demanda. Pasaron 15 ó 20 días y ya no supo nada de Jesús. El niño terminó la primaria, su mamá lo mandaba a vender periódicos, ostiones, cacahuates, tamales y muchas otras cosas, mientras ella trabajaba haciendo costuras.
Inicios en el periodismo
Adrián, pues ya estaba registrado así, era muy responsable. No faltaba a la escuela y se aplicaba mucho, después salía a vender. Cursó la primaria en la Escuela Oficial Morelos, "La Duquesa", por la calle Constitución, en Mazatlán, a pesar de que su madre temía que lo adoctrinaran en el comunismo, y la terminó a los 13 años.
Entró de aprendiz en el periódico El Día y poco a poco llegó a ser tipógrafo. Con lo poco que le pagaban compraba revistas, en lugar de dulces.
Empero, tanto trabajo, desvelo y mal comer hicieron mella en la salud del niño. El médico recomendó que dejara de trabajar en el periódico. Carlos, el marido de María, no sabía hacer otra cosa que pescar y no quería salir de Mazatlán. A regañadientes aceptó ir a Isla del Camarón, cerca de Los Mochis, donde se instalaron en una carpa. Cuando se acabó la pesca del camarón se prepararon para regresar a Mazatlán, pero no les alcanzó el dinero, así que María y el niño se quedaron en Verdura, mientras Carlos juntaba dinero en Mazatlán para su pasaje.
Pasaron varios meses, María hacía pan en Verdura y Adrián salía a venderlo cuando pasaba el ferrocarril. Un día, el tren no se pudo detener y trituró al maquinista y a su ayudante, tirando los pedazos en un perímetro largo. La noticia causó revuelo, y María salió con el alma en vilo temiendo que el tren hubiera destrozado a su hijo y se enfermó de los nervios.
Le aconsejaron que se subiera de trampa en un tren mixto para regresarse a Mazatlán, pues no podía juntar el dinero del pasaje. Llegados al puerto, trató de convencer a Carlos de salir de Mazatlán, pero él dijo que no podía abandonar a su padre. Por tanto, María y Adrián se trasladaron a Los Mochis, en donde María comenzó a preparar sándwiches y Adrián salía a venderlos, hasta que consiguió trabajo en el periódico El Debate, con Manuel Moreno.
Estudios de secundaria
El adolescente se acomodó y comenzó a estudiar la secundaria en el Centro Escolar del Noroeste, mientras María vendía comida. Cada ocho días, Adrián iba a visitar a su mamá. Con su simpatía, honradez y responsabilidad en el trabajo se hizo de muchas amistades.
Un día pasó un circo por Los Mochis, en el que trabajaban algunos conocidos, quienes le dijeron que Jesús vivía en Guaymas y que tenía buen trabajo. María lo animó para que fuera a visitar a su papá, pero Adrián estaba renuente. Por fin, lo convenció y fue a pasar la Navidad con él, cuando cursaba segundo de secundaria. Su padre le propuso que se fueran a vivir a Hermosillo, que le pondría un comercio a su mamá y él entraría a la universidad.
Regresó muy animado, pero María le dijo que se fuera él solo, pues ella estaba bien en Los Mochis y tenía personas que le ayudaban. Triste y decepcionado, le contestó que no le interesaba a ella su felicidad ni su porvenir.
Las palabras de su hijo hicieron mella en María, quien le dijo que vendería todo para irse juntos, pero que no le repitiera que no le interesaba su felicidad. Al llegar a Guaymas, no encontró Adrián a su papá, quien supuestamente se había enfermado y se fue a Guadalajara.
Al regresar, le comentó que estaba muy gastado y no podía cumplir lo ofrecido, pero que podía proseguir sus estudios en un colegio de Guaymas. Al preguntarle Adrián qué pasaría con su mamá, le respondió que se acomodara como pudiera. Desconsolado, regresó donde su madre, quien le dijo que no se quedaría sola y abandonada, que lo importante era que él siguiera estudiando.
María se fue a Magdalena, acompañada de un niño de 4 años, llamado Raúl, que le habían encargado. Se quedó sin dinero y fue al templo a pedirle a San Francisco que le ayudara. Al salir, casi la atropelló un carro, pero a la luz de los fanales descubrió un billete de 10 pesos que estaba tirado en el lodo. Compró víveres y se puso a vender toda la noche hasta que amaneció y se acabó todo. Volvió a hacer compras para preparar menudo y pozole, y vendió durante todo el nuevo día y la noche, hasta recabar mil pesos.
Se fue a Hermosillo, luego a Nogales, en donde entró a trabajar con un doctor y dormía en un tejabán. Le mandó 20 pesos a Adrián para fuera a visitarla, pues Jesús no quería ni que le escribiera ni tuviera comunicación alguna (hasta aquí llegan los apuntes de 88 páginas que María dictó a su hijo).
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