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"VIDA MONÁSTICA"

"Capuchinas"

"La vida en claustro es para muchos un misterio; la renuncia al mundo es un acto incomprensible para el entendimiento"
06/11/2015 08:56

    Héctor Contreras

    MAZATLÁN._ En 1960, la ola de la moda rocanrolera inundaba al País, ya gritaban las adolescentes por el Rey del Rock y en México aparecieron Los Teen Tops tocando sus versiones en español de El rock de la cárcel y La Plaga. 

    Elena de la Cruz Félix, quien tenía tan sólo 24 años, trabajaba como secretaria y vestía minifaldas como las chicas de la época en una oficina de la Ciudad de México. 

    "Me gustaba mucho la ropa. Pero aquí adentro había un vacío que no lo podía llenar ni con fiestas, ni con amigas, ni con novio. Me preguntaba ¿esto es todo lo que ofrece el mundo?", explica. 

    "Me atraía la soledad y el silencio, me atraía de una forma extraña en la oración de un templo. Me hincaba y pasaba ahí horas". 

    El 10 de junio de 1960 tomó una opción de vida que para sus familiares y conocidos resultó incomprensible. Asumió la vida monástica: ser monja de claustro de por vida. 

    Ella es una de las 17 hermanas Clarisas Capuchinas Sacramentarias que viven en el único monasterio de clausura que existe en el puerto, dirigido por la madre superiora Mariana Ramírez Álvarez. La comunidad religiosa tiene su origen alrededor del año 1250, creada por San Francisco de Asís, aunque en Mazatlán su historia es muy reciente, este 14 de junio cumplirán 42 años en la ciudad. 

    En la casa, ubicada en El Venadillo, las religiosas dedican sus días a la oración, turnándose guardias nocturnas frente al altar convencidas que su batalla espiritual puede transformar el mundo. Como una gran familia, ellas cocinan, estudian, realizan deporte, labores domésticas, pero lo que da sentido a su misión como religiosas no es estar en encierro, sino trabajar desde ahí orando. 

    Utilizando la oración del Oficio de las Horas, que es una recopilación de salmos de alabanza y lecturas bíblicas para diversos momentos del día, su rutina diaria comienza a las 5:45 horas con el rezo de laudes, y la celebración eucarística. A las 12:00 horas, rezan sexta y el rosario. A las 15:00 horas rezan la hora nona, a las 17:30 rezan las vísperas, y a las 20:45 horas rezan las completas. Pero día y noche, hay una religiosa orando frente al Santísimo. 

    "Cuando yo entré fue algo grandioso, yo desde que entré y que volteé para que cerraran las puertas, les dije adiós a mi madre y mi hermana. ¡Quería saltar, brincar, esto es lo que yo quería! Corrí a abrazar da las hermanas. Mientras mi madre y mi hermana estaban anegadas en llanto, todas las hermanas corrieron a abrazarme", menciona De la Cruz. 

    "No puedo explicarlo, es algo que sientes mucha alegría en el corazón, quieres gritar de felicidad, eso quería, sentir esta felicidad que inunda tu corazón, no tienes ningún espacio para sentir tristeza". 

    No estuvo en el entierro de su madre, pero desde ahí oró por ella en su enfermedad. 

    Las religiosas viven como una fraternidad en pobreza, se sostienen con la venta de galletas. Sólo una de las hermanas rompe su claustro para salir a vender a algunos hoteles y tiendas sus productos, además de que realizan costuras de ornamentos religiosos para hacerse de ingresos extras. 

    María Teodora Hernández, de 36 años, tiene 15 años en la comunidad. 

    "Somos seres humanos, también comemos, también nos enfermamos. No tenemos un patronato que nos sostenga y tenemos que trabajar", comenta. 

    "Nuestra vida es como las raíces del árbol, no se ven, pero lo nutre. Hay quienes dicen que somos flojas por estar en el encierro, pero la oración sostiene a los miembros vacilantes de la Iglesia". 

    Tras más de tres años sin nuevas vocaciones, el 7 de febrero ingresó Judith Nava. Ella es postulante, y tendrá que pasar un tiempo antes de asumir el nombramiento de novicia. Cumplió 17 años hace apenas un mes. Originaria de San Luis Potosí, sonríe todo el tiempo con sus compañeras. 

    "No me costó trabajo tomar la decisión, a mí nadie me está obligando", cuenta, "es muy distinto verlas a vivirlo, vivirlo es más hermoso". 

    Antes de tomar los votos perpetuos pasaran 7 años de formación para dar un sí permanente de entrega y de renuncia al mundo. Desde ahí, sentada dentro del jardín lleno de rosales, su sonrisa parece que su vida es más alegre que la de quienes viven fuera. 

    Y la cara Elena de la Cruz, una de las más veteranas en la casa, se ilumina aún más viendo a la joven que representa la continuidad del monasterio con nuevas vocaciones. 

    "Me gustaba mucho la ropa. Pero aquí adentro había un vacío que no lo podía llenar ni con fiestas, ni con amigas, ni con novio. Me preguntaba ¿esto es todo lo que ofrece el mundo?"
    Elena de la Cruz Félix
    Religiosa

    "Nuestra vida es como las raíces del árbol, no se ven, pero lo nutre. Hay quienes dicen que somos flojas por estar en el encierro, pero la oración sostiene a los miembros vacilantes de la Iglesia".
    María Teodora Hernández
    Religiosa