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"Chele"

"CHELE: Con un pasado de vino y miel"

"Destacó como productor, pero la conformación de ejidos acabó con la actividad"
07/11/2015 09:07

    CHELE, El Rosario._ Hacia 1900, las vinateras generaban una gran abundancia en el poblado. Pero la conformación de los ejidos provocó que esta actividad se fuera perdiendo, dejando sólo el recuerdo del aroma de vino y piloncillo que ahí se producía.
    Muchos de los habitantes de Chele todavía recuerdan la gran actividad que esta actividad generaba en la localidad, y en homenaje a esas riquezas sepultadas preservan en su memoria los detalles del proceso de producción de vino y el piloncillo, para los que usaban ingredientes principales el agave y la caña.
    Juana Viuda de Conde y Roberto Hederson eran los propietarios de las dos vinateras que existían en Chele y en cuyas tierras se cosechaba el agave y la caña con la que diariamente producían el vino y piloncillo que se comercializaba en la región.
    Jesús Cristerna Díaz, de 85 años, aún recuerda que él formó parte del equipo de la vinatera de doña Juana. La señora lo mandó traer desde La Noria, pues había hecho fama de ser uno de los pocos en la región que dominaba los secretos de la producción de vino.
    Enamorado de la quietud del paisaje, y de una mujer, Cristerna Díaz nunca se fue de Chele.
    "Doña Juana era de La Noria y por eso me conocía, y ella fue la que me mandó llamar para que trabajara en su vinatera aquí en Chele. Yo llegué a los 20 años y me gustó tanto este pueblo que aquí me casé y aún sigo aquí", expresó.
    "Yo me encargaba de administrar todos los trabajos que hacía la hacienda y también era el químico, porque yo me encargaba de arreglar o darle el sabor exacto al vino".
    La vinatera de doña Juana Viuda de Conde aún existe y en su interior hay rastros de los objetos que se utilizaban para la producción del vino y el piloncillo.
    En la infraestructura de la vinatera habita la familia Gárate Mora, parientes de doña Juana. Al morir, Viuda de Conde les dejó esa propiedad, la única que lograron rescatar, ya que de las tierras que eran de su propiedad, nada quedó, a causa de la conformación del ejido.
    Martín Mora, orgulloso de vivir en la casa donde está la vinatera, mostró cada uno de los objetos con los que se elaboraba el vino. Ahí todavía se encuentran, fieles testigos de un pasado de abundancia, la tauna, las barricas, las piletas y la demazana. Estos objetos comparten con gente como Cristerna Díaz los recuerdos de otra época, en la que la fama del vino de Chele perseguía los paladares de los rosarenses.

    En la boca del horno
    Jesús Cristerna Díaz compartió los secretos que se requieren para la elaboración de vino y piloncillo.
    Para la elaboración del vino era necesario tatemar con leña el agave en los hornos, después se sacaba para molerlos en la tauna, una especie de pileta circular.
    Después de molido, el melchonte se depositaba en barricas grandes de madera, en donde se fermentaba por 12 días. Al finalizar este proceso se pasaba a unas tinas en donde se cocía y se le daba el toque final al vino.
    Gente de la sierra, pueblos y hasta de Mazatlán acudía a Chele para comprar su vino, el cual en aquellos años vendían el litro en un peso.


    Dulce olor
    La materia principal para la elaboración del piloncillo es la caña. Su jugo era depositado en unos ductos de madera llamados "pailas". Por debajo se prendía leña que hacía hervir la caña. El jugo se cocía y se convertía en una miel espesa.
    Después la depositaban en unos cascos de bronce, donde volvía a cocerse, para corregir su consistencia.
    Posteriormente la miel se echaba en los moldes y se ponían a enfriar para que lograran la consistencia y el sabor que deleitaba a los rosarenses y los habitantes de los municipios vecinos.
    Cristerna Díaz dijo que el motivo por el cual desaparecieron las vinateras en Chele fue que en los años 70 empezaron a conformar los ejidos y llegó el momento de repartir las tierras que muchos años fueron explotadas por Juana Viuda de Conde y por Roberto Hederson.