"Constructor de sueños"
Del poco tiempo que pudo caminar sin muletas no se quiere acordar mucho. Tenía año y medio cuando a Valentín Rivera Serrano le aplicaron la vacuna contra la poliomielitis, y al siguiente día la movilidad de sus piernas cesó. Su vida cambió por otra.
Desde entonces, se convirtió en un luchador incansable. Tiene 35 años, trabaja desde hace 23, a los 16 manejó su primer carro, se casó a los 22, tiene tres hijos y es maestro de la construcción.
Labora en la obra blanca: pega vitropisos, hace molduras, tablarroca. Lo esencial para decorar una casa habitación. Se dice un constructor de sueños, en los que están los de él mismo.
Había crecido en medio de la burla. Eso fue el impulso para que hoy no sea uno más de la cuartilla de albañiles de las constructoras. No necesita ayuda especial. Presume ser uno de los más rápidos para subir los andamios. No tiene limitantes.
Siempre tiene presente que para ser tratado como igual tiene que esforzarse el doble. Ganarse la vida no le ha sido complicado, en algún momento vendió periódicos y trabajó limpiando fruta en el Mercado de Abastos.
Sortear la vida
Valentín es expresivo, se mueve de un lado a otro, construye ideas que materializará con su trabajo. Hoy es un día de esos, en el que acaba de terminar de colocar una fuente en una de las paredes de una casa de dos pisos.
"Eso es algo de lo que yo hago y lo hago sin ayuda" explica, "bueno, traigo mi chalán para que me ayude a cargar las cosas pesadas, pero no tengo problema para trabajar'.
Al principio, cuenta que sí se le dificultaba trabajar. Su cuerpo se fue acostumbrando. Brinca, sube y baja andamios y torres. Hace de todo.
"Siempre he vivido como una persona normal, pero en el trabajo tengo presente de que tengo que rendir igual que los demás, de otra manera no estaría justificado que ganáramos lo mismo", explica.
"Todo el tiempo he tratado de ser el mejor en mi trabajo para poder quedarme en mi puesto, conservarlo".
Por su discapacidad tiene claro que si no da el rendimiento, puede salir más rápido que los demás. Por eso siempre busca la perfección en su trabajo. Nunca dice que no sabe o que no puede. Y así se siente feliz.
"Yo soy muy feliz en mi trabajo, es un gusto y sonará raro expresarlo, pero podrán pasar 10 ó 15 años y lo que hice en una construcción estará todavía de pie, es muy satisfactorio que con tus manos puedas participar en la creación de una obra".
'A pura cabeza'
Valentín llegó a esta profesión a base de "pura cabeza", como él mismo dice. Después de culminar la preparatoria estudió una carrera técnica de Ingeniero Eléctrico, empezó a buscar oportunidades, unas puertas se abrieron, otras se cerraron.
"Yo aprendí esto a pura cabeza, mirando, porque casi toda mi familia es obrera; no tenía otra cosa más qué hacer. Me fui especializando en obra blanca, aunque también sé trabajar en obra negra, pero no me gusta por el Sol", cuenta.
A esto, el trabajador le añade un poco de sus recuerdos: cuando era niño juntaba pedazos de azulejos, basura y hacía casitas, residencias de uno o dos pisos, les ponía ventanas, puertas. Se las compraban para alcancías. Era su pasatiempo.
"Para encontrar mi primer trabajo, digamos formal, batallé mucho porque estaba chiquito y pensaban que no tenía capacidad para trabajar. Llegué a algunas empresas y me dijeron que no, pero no dejé de buscarle y me dijeron que sí y trabajé durante 10 años. Ahí aprendí todo lo esencial para la obra", señala.
Aclara que nunca fue ayudante, de ahí cambió a otra empresa donde estuvo por 4 años y ahora está en una nueva constructora en la que lleva 5 años.
"Siempre he dado un extra para no ser discriminado, porque crecí en medio de la burla; en vez de oprimirme, he buscado poner el ejemplo de que sí se pueden hacer las cosas, no me gusta decir que no. Siempre crecí con esa idea, mi mamá siempre me decía que nunca me rindiera, que nunca dejara de luchar y nunca lo he hecho".
Vida y oficio
"Yo no quiero acordarme de cuando caminaba, tengo fotos de chiquito en las que me veo caminando y la verdad sí me agüito, pero uno no debe rendirse. Mi mamá dice que la vacuna estaba perdida, que no estaba refrigerada. Se dieron cuenta al siguiente día porque me dejaron sentado en una sombrita y pasaron los minutos y no me moví".
Valentín enfrentó su nueva vida. En ella siempre trató de pensar diferente a los demás para no caer en malas jugadas. Le daba coraje que se burlaran de él, pero lo tomaba para tomar fuerza.
Se siente realizado. Logró construir su casa propia y además de su trabajo con una constructora, atiende ocupaciones por su cuenta. Su jornada es de 7:30 a 17:00 horas. Pero él no lo siente. Le gusta lo que hace y también le gusta vivir lo que le ha tocado.
"Yo soy muy feliz en mi trabajo, es un gusto y sonará raro expresarlo, pero podrán pasar 10 ó 15 años y lo que hice en una construcción estará todavía de pie".
"Todo el tiempo he tratado de ser el mejor en mi trabajo para poder quedarme en mi puesto, conservarlo".
"Siempre he sacado el extra para no ser discriminado, porque crecí en medio de la burla, en vez de oprimirme he buscado poner el ejemplo de que sí se pueden hacer las cosas".
Valentín Rivera Serrano
Maestro de la construcción