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"1934-1944"

"Década de vindictas políticas"

"Un libro de Margarita Leyzaola trae a la memoria aquellos años de los coroneles con tres víctimas predestinadas, entre ellas el padre de la autora. Documentada defensa del personaje que la historia local lo condenó y lo sumió en la 'leyenda negra"
08/11/2015

    Adrián García Cortés

    Todo empezó en 1934 con el reparto de la tierra en el sur de Sinaloa, y en lo político con la transición del callismo al cardenismo. Era gobernador el químico anticlerical Manuel Páez. Los periodos de gobierno eran de cuatro años; sólo hasta 1940 se ampliarían a seis años, como en la Presidencia de la República.
    Si bien el interés de dotar de tierra era un principio preconizado por la Revolución Mexicana, en Sinaloa se aplicó, diríase, al revés; porque en tanto en el centro y el norte del estado había llanuras incultas, sometidas a latifundios improductivos, en el sur toda la tierra estaba repartida en reducidas proporciones bajo el régimen de comunidades desde tiempos coloniales.
    Dada la escasez de espacios para la agricultura masiva y extensiva, la mayoría de riego temporal, y la proximidad de la sierra a la mar, no había en realidad tierras que repartir. Sólo hasta 10 años después, asociada a las obras de irrigación que entonces se emprendieron, la lucha por la tierra se intensificó en los valles de Culiacán y El Fuerte.

    Líderes irresponsables
    mancharon el reparto

    En cambio, en el sur, "a causa de las depredaciones de los campesinos por la aplicación de la Ley de Dotación Agraria de 1934, líderes irresponsables mancharon de ignominia la bandera de Tierra y Libertad al cometer toda clase de atropellos, ya no con los terratenientes, sino con los pequeños propietarios agrícolas. Tanto desmán y tanta saña de falsos apóstoles, rompió la armonía en el Sur de Sinaloa; y las gentes que antes se vieron como hermanos, y que cantaron al unísono bajo el parpadear de las estrellas, las sabrosas tonadas del rumbo, se volvieron bestias y lucharon entre sí con ferocidad sin paralelo en tiempos de paz. Los parvifundistas se unieron y formaron guardias blancas para batir a las defensas rurales. Después, aquello fue lucha entre bandoleros, sin más causa que la rapiña". ("El Gitano", Jorge Joseph, obra inédita).
    En ese sur bravo y rebelde, los comuneros buscaron su defensa y recurrieron a la oposición armada con cuadrillas a sueldo. Cierto es que fue una lucha violenta en los pueblos a donde empezaron a llegar aspirantes de campesinos del rumbo de Michoacán, a los que los pistoleros asediaron en cruentos enfrentamientos.

    Un destino manifiesto
    marcó a los Alfonsos

    Entre estos comuneros y empresarios, principalmente de vinaterías, estaba Alfonso Tirado Osuna, a quien señalaban como uno de los financiadores de la rebelión que llamaron "los alzados del monte". ¿Quién era en 1938, año de su sacrificio, el vinatero de La Palma Sola, uno de los tres personajes víctimas del oprobioso conflicto de un sistema político sin alma y tema del libro en el que Margarita habla "En nombre de mi padre"?
    Nacido precisamente en la ranchería de La Palma en 1902, sus padres lo prepararon primero en las labores del campo y de lo que sería su heredad, y luego, junto con otros dos hermanos, fueron a estudiar a Guadalajara para una carrera profesional. Tirado se inclinó por la contaduría pública
    "En la vida privada –según Carlos Salazar--, Poncho Tirado fue portentoso. Hijo, hermano y padre ejemplar. Fue un hombre que hizo de la amistad un deber. De clara inteligencia, instruido, honrado, trabajador y luchador infatigable, conocedor de la vida y de las necesidades del pueblo, siempre tendió su mano a los humildes y a las causas nobles. Por eso, su sueldo como presidente municipal me parece que siempre fue a ayudar al hospitalito San Vicente, al Asilo de Ancianos y al Orfanatorio de Mazatlán. Nunca aceptó que la Tesorería pagara la gasolina que en su automóvil necesitó". (Revista Álbum del Recuerdo, 1974, recogida por José María Figueroa en su antología Loaiza y el Gitano, 1998 Once Ríos, Culiacán).

    La venganza, arma de
    políticos sin alma


    Pero, al decir del MC Gilberto López Alanís, "con Cárdenas la lucha por la distribución de las mejores tierras, en manos de las comunidades y de algunos terratenientes, se volvió álgida y en este contexto se fraguaron algunas venganzas pendientes de los políticos y de los grupos que contendían por el poder político y económico de Sinaloa, lo que repercutió a la hora de consolidar proyectos a futuro. Poncho Tirado quedó atrapado en estos conflictos". (De la antología de J. M. Figueroa).
    Las pugnas se trazaban entre los posibles candidatos, ambos militares, Rodolfo T. Loaiza y Pablo Macías Valenzuela. Pero la decisión del entonces gran elector, se inclinó por un tercero, el coronel Alfredo Delgado. Y éste fue gobernador del Estado de 1936 a 1940. Con periodos de cuatro años, la agitación política no cesaba. Poncho Tirado se sumó a tal agitación, para el siguiente periodo, después de haber sido un exitoso presidente municipal de Mazatlán en los años de 1933-1934, obviamente sin la simpatía del gobernador en turno. Desde ese momento, Tirado había cifrado su suerte.

    Leyzaola el padre, la
    identidad de familia

    ¿Quién era en ese momento Alfonso Leyzaola Salazar, otra de las víctimas del vendaval soplado por los coroneles?
    De ello, precisamente, nos habla su hija Margarita Leyzaola, en su libro "En nombre de mi padre", que el pasado ocho de julio fue presentado al público en el Archivo General Histórico de Sinaloa. Primero fue una edición familiar en 2008, de corto tiraje, y ahora en 2010, mejorada, enriquecida con imágenes, publicada por Rosa Ma. Porrúa Ediciones.
    Dejemos que la propia Margarita no diga quien fue su padre:
    "La historia de su vida pública empieza cuando fue legislador (1917) y después Presidente Municipal de Culiacán (1923-1924). Esa carrera política se había iniciado cuando a los 16, Alfonso Leyzaola Salazar, nacido en el Sitio de En medio, poblado del municipio de Badiraguato, Sinaloa, el año de 1894, se había alistado en las filas de los revolucionarios. Cuando el movimiento prendió en el Norte y había que tomar partido. Se distinguió con el general Ramón F. Iturbe. Se distinguió bajo las órdenes del general Álvaro Obregón...

    Militar, político y
    policía: extraño oficio

    "Funcionario público a los 21 años –prosigue Margarita--, Alfonso Leyzaola reveló una inquietud profunda por el hombre. Su actuación como Presidente Municipal de Culiacán expresó toda una mística. 'No subió al poder para llenar sus bolsillos –dice un amigo suyo- porque de ahí salió igual que como había entrado'... Más tarde, como Jefe de la Policía Judicial, fue autoridad insobornable que hizo justicia a los afectados en todos los órdenes. Inició las batidas contra el opio con rigor de juez y valor de hombre. Se conquistó entonces enemigos. Enemigos delictuosos, con intereses y negocios bastardos".
    Es en esta coyuntura de asumir la jefatura de la Policía Judicial, en la que Leyzaola, como Tirado en la política, marca su destino fatal. En aquellos años, aunque en menor escala, el narcotráfico, agazapado en los intereses políticos, se perseguía con sangre.
    Cuando se produjo el drama del Hotel Rosales en Culiacán, Leyzaola estaba al servicio del poder constituido. Sus antecedentes como policía se repetían como hombre de balas (de horca y cuchillo, se decían en la antigüedad) y se decía que había logrado controles de paz seguros, pero dejando atrás una estela de acusaciones que las contaban en cientos.

    Convivio funesto, con
    un final de fatalidad

    El encuentro de los dos Ponchos, Leyzaola mayor ocho años que Tirado, tenía mucho de matiz político. Leyzaola obedecía órdenes del gobernante en turno, Alfredo Delgado; y sin precisar documentalmente el dicho, se dijo entonces que la orden era apaciguar al iluso Tirado respecto de la gubernatura, porque el turno le correspondía a Rodolfo T. Loaiza.
    Herberto Sinagawa Montoya, cronista emérito de Culiacán, en un artículo publicado el 15 de abril de 2007, expresó:

    Delgado le mandó recado,
    Tirado no le hizo caso

    "Poncho Tirado se encontró en el bar del hotel Rosales con su tocayo, Poncho Leyzaola, y, luego de una plática amistosa, fue al grano: --Te traigo un recado del coronel Delgado. --¿Cuál?, preguntó el mazatleco--. Que retires todo trabajo de proselitismo en el sur. Ya la decisión está tomada: será el coronel Loaiza el próximo gobernador. Te manda decir el coronel que tengas paciencia, que ya te llegará el turno para ser gobernador. Por ahora, Loaiza es el sucesor del coronel Delgado.
    "Se produjo una discusión muy fuerte, y Poncho Leyzaola le gritó: --Si no te retiras por las buenas te vas a retirar por las malas. Sacó la pistola y disparó. Poncho Tirado fue trasladado al Hospital Civil, pero murió antes de atravesar el entonces puente Cañedo. Este drama tuvo lugar el 16 de julio de 1938". (El Sol de Sinaloa).

    El tiempo, hado inexorable
    para tres protagonistas

    Tres años después, en una emboscada que se le instruyó en su tierra natal, cuando iba a una comisión contra el narcotráfico, Leyzaola fue baleado y luego ahorcado, dizque en venganza de la muerte de Tirado.
    Óscar Lara Salazar, cronista de Badiraguato, ex director de Cobaes y ahora diputado federal, obtuvo un premio en el concurso de crónica con el título de La Carraca que le hicieron a Leyzaola. Ahí escribió:
    "El temible jefe policiaco Alfonso Leyzaola, apodado "la Onza", había muerto víctima de lo que parecía una venganza cuando apenas había cumplido 43 años de edad. Eran las seis de la mañana del 31 de marzo de 1941".
    Reproduciendo una nota de Porfirio C. Avena, articulista del periódico El Alacrán, Lara Salazar añade: "La sospecha de que pudo ser un crimen de Estado se robustece" y cita que "Fidel Carrillo quien dirigió la emboscada, no fue objeto de persecución ni legal ni física alguna. Murió en paz el 16 de junio de 1963 cuando se dirigía a su natal Santiago de los Caballeros".

    Loaiza también pagó el
    tributo de la vendeta

    Seis años después de la muerte de Tirado y tres del deceso de Leyzaola, en 1944, durante el último día del carnaval de Mazatlán, el coronel Loaiza fue asesinado. El tercero de los protagonistas del poder de aquellos tiempos. Se dijo que su muerte fue patrocinada por los comuneros en venganza del crimen de Tirado; se involucró, incluso, a Pablo Macías Valenzuela, gobernador también de Sinaloa después de Loaiza.
    De todo ello, nos queda de Margarita, en la defensa emotiva de su padre, esta vivencia inolvidable:
    "Tengo once años (nació en 1929) y se inicia en mí el proceso de identidad. Cada mes agrego dos centímetros de estatura de Leyzaola. Los ojos son grandes pero no tienen la expresión vigorosa paterna. Son ojos de Reyes (apellido de la mamá), alguien ha dicho y mi mamá, sonriendo, agrega: son ojos de reina. Me desenvuelvo en el clima tierno del hogar materno, en donde se disfruta de la abnegación sin límites de ella...

    La provincia de Margarita
    que no pudo disfrutarla

    "Mi provincia tiene labios mordaces. Me mide en mi delgadez, me mide en mis vestidos que se van acortando rápidamente y que colocan el talle fuera de sitio, me mide en los cabellos lacios que aún no sé arreglar. Me limita la risa que brota vigorosa superado ya el luto paterno, ahora que ya se escucha el radio en la casa. Es mordaz mi provincia y me lastima profundamente, me frustra. Yo veo que modela conductas juzgando a los demás, a los hombres que fallan, a los que roban, a los adolescentes que se lanzan al viaje de la experiencia sexual. Y a mí me señala los límites económicos en los que hemos caído. Hay un antes –el refugio en la personalidad paterna, el coche, el dinero— y un después, la soledad femenina, la técnica económica para sobrevivir, el vestido que ha bajado de nivel representativo".
    Margarita murió en 1977 sin haber tenido oportunidad de publicar su libro. Sus hijas lo han hecho, particularmente Paulina, en una audacia singular al registrar esos recuerdos que fueron íntimos en una edición pública.
    Si Margarita viviera, convencida estaría de que el sueño de un retorno de su padre cambiaría su vida. Por eso estamos seguros de que su padre sigue viviendo en el presente en el seno de esa gran familia.


    Fotos

    UNo
    Paulina Tercero Leyzaola, editora del libro de Margarita Leyzaola "En el nombre de mi padre". Atrás parte de la portada del libro.

    Cuatro
    Portada del libro en su nueva edición, con la foto de Alfonso Leyzaola de militar y joven.

    Dos
    La gran familia descendiente de Alfonso Leyzaola que estuvo en la presentación del libro.

    Tres
    Carátula del libro de J. M Figueroa con dibujos de Loaiza y el Gitano Aquí, si se usare, escoger sólo la figura en línea de Loaiza.

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