"Deja pueblos desolados la Mazatlán-Durango"
MAZATLÁN._ Aquí, como se dice, ya no se paran ni las moscas.
Es la Carretera Federal México 40, Mazatlán-Reynosa, más conocida en el Pacífico como la carretera libre hacia Durango.
Desde la apertura de la autopista Mazatlán-Durango por parte del Presidente Enrique Peña Nieto, en octubre de 2013, la antigua carretera se fue marginando hasta tocar la desolación.
Hoy, las rutas de camiones foráneos se aminoraron y llegar a los poblados en transporte público es más complejo hasta para los propios habitantes; los restaurantes y las llanteras bajaron sus cortinas ante la falta de clientes; hay familias, inclusive, que abandonaron sus poblados.
"Aquí la gente que pasaba ya se fue para la autopista, ya no pasa por aquí, aquí ya nos quedamos solos", dice Socorro.
Ella vende "gorditas" en la comunidad serrana de El Palmito, Concordia, que hace frontera con el estado de Durango. En este sitio ha vivido siempre.
Dice que normalmente, años atrás, ganaba hasta 3 mil pesos por día en temporada vacacional, muchos turistas, traileros, familias que viajaban hacia el norte del País y se detenían a almorzar.
Ayer en todo el día y en ese mismo estanquillo al pie de la carretera vendió solamente cuatro "gorditas", a 10 pesos cada una, que ni siquiera le dejan el salario mínimo de un trabajador.
"La gente ha querido irse a la autopista para vender porque aquí ya no se vende nada, nos estamos muriendo de hambre, pero la gente encargada de la carretera no nos deja", dice otra comerciante.
"Nosotros tenemos años aquí, no sabemos hacer otra cosa, necesitamos que el mismo Gobierno nos eche una mano porque si no todos estos pueblos van a ir desapareciendo. Que nos dejen vender en la autopista".
A lo largo de la carretera libre se descubren negocios cerrados; muchos de ellos, incuestionablemente, abandonados a su suerte.
Es el caso por ejemplo de comercios en El Batel, Santa Rita y Loberas por el lado de Sinaloa; por el lado de Durango los mejores ejemplos son Buenos Aires y La Ciudad.
Ubaldina Lugo Rivera debió cerrar su restaurante en Buenos Aires porque pareciera que ya ni Dios pasa.
Decidió abrirlo en La Ciudad, apostándole a que aquí encontraría más población y más turismo por su cercanía a la reserva ecológica de Mexiquillo... sólo para correr con la misma suerte: no hay clientes.
"El problema de todas estas comunidades es que por muchos años nos dedicamos a vender cosas para los turistas y para quienes pasaban por la carretera. Era eso o dedicarte a los aserraderos", comenta Gregorio, uno de los pobladores.
"Y de un de repente, ¡pum!, la gente deja de venir, y todos nos quedamos sin saber qué hacer, sí es cierto, no nos vino de sorpresa porque la autopista tiene mucho escuchándose pero no pensamos que fuera a ser tan duro".
La batalla perdida
La supremacía de la súper carretera Mazatlán-Durango, que conecta al puerto con el Corredor Económico del Norte, obedece a dos circunstancias esenciales: el tiempo y el riesgo.
Aunque la carretera libre se encuentra en buenas condiciones, lo que no se puede decir de la autopista, tan criticada en las últimas semanas por sus diversas fallas, la mayoría decide dejar de viajar por aquí.
Y es que con sus desfiladeros, sus inacabables curvas, los carriles a veces insuficientes para camiones de carga pesada, y su tan popular Espinazo del Diablo, la carretera libre sigue siendo considerada como peligrosa.
A eso se suma que la autopista "recorta" el tiempo de llegada hasta la mitad, pues por la carretera libre no se permite circular a más de 40 kilómetros por hora en sus puntos más altos mientras que por la autopista uno puede circular a más de 100 kilómetros por hora, sin tantas curvas.
¿Carretera fantasma?
Desde La Ciudad, Durango, hasta El Palmito, Sinaloa, se contabilizaron ocho vehículos en circulación durante un recorrido.
Confiados de la soledad de la carretera, algunos de los conductores incluso rebasan en curva y viajan a una velocidad mayor de la permitida. La vigilancia se descubrió nula.