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"COLUMNA"

"El Octavo Día: El bosque flotante"

"¿Hay literatura hoy, después de la época del impacto tecnológico y el asalto de la era de la información?"
EL OCTAVO DÍA

    ¿Hay literatura hoy, después de la época del impacto tecnológico y el asalto de la era de la información?

    El lector/espectador moderno ha condicionado una parte de su cerebro a saltarse párrafos o dar un clic cuando el contenido aburre, merma o se troca complicado y solemne.

    Cultura ráfaga, modernidad líquida que apenas salpica. El peor pecado hoy es aburrirse o ser aburrido.

    Aun los lectores más duros y rudos sienten una pulsión de dejar la sala fílmica o la lectura de un libro si no tienen el dinamismo y la multiplicidad de contenidos que expanden una red social o la información en streamming.

    Un lector moderno no se queda recluido al texto original y puede interactuar de formas inimaginables para quien pergeñaba caligrafías con pluma de ganso y candil de grasa de ballena.

    Abro “Omeros”, de Derek Walcott, el poeta nacido en Santa Lucía que pone al día el torrente epopéyico de una saga ambientada en las islas del Caribe, rimada en tercetos, como lo fuera en su tiempo “La Divina Comedia”.

    La acumulación verbal, como en la primigenia “Odisea”, hace que la sensación de barroquismo nos impela a imaginar una catedral movible de palabras.

    En apenas unos cuantos fraseos, topamos con palabras como bois-campeche o bois-flot, escritas en francés y ya nos siembran una duda. Quizás la primera signifique palo de Campeche, ¿pero la segunda?

    Hace unos años, no todas las casas tenían un diccionario en francés y muchos de esos volúmenes no contaban con la gama de acepciones que esa lengua -expandida en una Francia marítima y policultural- ha descolonizado.

    Hoy podemos hacer una pausa y tocar nuestro dispositivo electrónico, (nuestro auxiliar para una memoria que olvida los números telefónicos) y sabremos que “Bois-flot” se refiere a un bosque flotante, una acumulación de troncos y maderas en el agua salada que conforman un ecosistema especial, alfombra de materia orgánica donde medran insectos, aves, no pocos peces y demás bacterias que enriquecen el ambiente.

    Si: Walcott menciona en las remotas Américas una arcilla genésica que en la aséptica mitología nórdica sirvió para el nacimiento de los primeros humanos, Ask y Emblas, bajo los auspicios de Odín y dos de sus hermanos.

    También el bois-flot es la principal fuente de madera para los pueblos inuit (antes esquimales) y nos enteramos que ya se realizan esculturas e instalaciones artísticas usando ese concepto, dándosenos como ejemplo la villa de Arles, escenario donde Van Gogh soltó al caballete sus colores. Hélas, Hélade helada!

    ¿Abrumante? Sumemos que al hacer esta consulta el buscador nos sugiere ver otra variedad de bosque o anuncia una boutique en Paris que muestra adornos ikebana con elementos del bosque flotante... O entra un cuadro de diálogo que anuncia alerta de un cataclismos remoto.

    Peor aún: nos damos cuenta de un mensaje personal traslapado que secuestra nuestra atención y olvidamos a “Omeros” y a “Aquiles” que exclama, arrobado, en el segundo canto:“¡Árbol! ¡Tú puedes ser una canoa! ¡O puedes no serlo!”.

    Uno puede ser lector o no serlo. Lector o cibernauta. La modernidad vuelve a los contenidos cada vez más interactivos. ¿Ahora qué sigue? Todo poema es un bosque flotante.

    El lector inteligente sabrá si sigue leyendo y descifrando o mejor se recrea con los memes idiotas de sus amigos.

     

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