"El Schindler mexicano"
¿Quién no recuerda la extraordinaria película de Steven Spielberg que lleva por título: La Lista de Schindler? Una de esas películas que no se olvidan porque son un verdadero canto a la humanidad y la solidaridad por encima de credos, razas o ideologías. Es también un canto contra el horror y el olvido tan constante en este tiempo. Es enseñanza y memoria. Reivindicación de personajes excepcionales que en el momento decisivo actuaron con desinterés y pusieron con honor en juego su propia vida.
Es Oskar Schindler, ese industrial alemán converso que dejando una vida realizada se dispuso un día salvar la vida a cientos, quizá miles de judíos que estaban destinados a morir en los hornos crematorios de los campos de concentración. Lo hizo poniendo en juego su capacidad persuasiva, pero también su inteligencia para convencer nazis dispuestos a borrar del mundo a los judíos.
Si a este hombre lo reivindicó la historia y con ello develó un episodio inédito de la Segunda Guerra Mundial, justo es reconocer a un mexicano igualmente excepcional, que desde el servicio diplomático logró salvar un mayor número de vidas que coincidieron en esos lugares y momentos siniestros de la historia contemporánea.
Se trata del poblano Gilberto Bosques Saldívar (1892-1995), demócrata, revolucionario, congresista, educador, periodista, escritor, diplomático y, sobre todo, humanista y patriota. Él viajo a Francia en los albores de esa guerra con un mensaje de solidaridad del pueblo mexicano y de su entonces Presidente, Lázaro Cárdenas del Río.
El Presidente Lázaro Cárdenas en 1939 designó a Bosques Saldívar como Cónsul General en París, cuando la República Española caía ante el franquismo y la guerra estallaba en el resto de Europa. Su misión diplomática era auxiliar a los republicanos españoles que huían hacia Francia buscando un lugar dónde establecerse. Sin embargo, ya en Francia este poblano intenta establecer el consulado en Bayona, seguramente pensando que en ese lugar fronterizo con España sería más fácil ayudar a quienes huían, pero no encontró las facilidades y el Consulado se instaló en Marsella, donde logra salvar la vida a aproximadamente 40 mil refugiados republicanos, judíos franceses, libaneses, entre ellos líderes políticos europeos de oposición y miembros de la resistencia antifascista.
Francia
Quien escribe, quizá como la mayoría de los mexicanos, no sabía mayor cosa de este mexicano excepcional. Así que me di a la tarea de buscar más información para tener un retrato lo más cercano a él y su labor diplomática en Europa. Me encontré con un personaje sobrio que salió un día de Chiautla de Tapia, un pequeño pueblo ubicado al suroeste del estado de Puebla, para participar en la rebelión que Aquiles Serdán escenificó el 20 de noviembre de 1910. Milita al lado del maderismo, y más tarde en el constitucionalismo, escala rápidamente en cargos públicos por formación y compromiso. En 1934 es Presidente del Congreso de la Unión y le toca responder el Primer Informe de Gobierno de Lázaro Cárdenas. Es un cardenista convencido de sus políticas sociales. Su lealtad le gana el aprecio del General Cárdenas y cuando termina su cargo de Diputado, le tiene asignadas otras tareas, entre ellas la de trasladarse a Francia para ayudar a los refugiados.
Reynarde y Montgrand
Con ese fin alquila en Marsella los castillos Reynarde y Montgrand donde llega a haber 800 refugiados, en su mayoría republicanos españoles que estaban a la espera de salir hacia México. Mientras esto ocurría el Consulado busca satisfacer sus necesidades, incluso las de ocio mediante distintas actividades que iban desde la música al box; de la natación al teatro. Asiló además en el castillo de Montgrand a más de 500 mujeres y niños rescatados de campos de concentración que fueron puestos al cuidado de médicos y pediatras.
En aquellos castillos "mexicanos", la gente llevaba una vida hasta cierto punto relajada mientras las tropas nazis ocupaban y destruían ciudades europeas. La actividad consular era incesante y llena de pasión.
Así que cuando algún fugitivo del franquismo caía preso y éstos lo sabían, los diplomáticos mexicanos hacían de detectives para ubicarlo, gestionar su liberación, visarlo y conseguir un salvoconducto para que pudiera ser liberado (a veces, nos dicen las crónicas "a la mexicana", sobornando a los celadores franceses para que liberasen a quienes los alemanes consideraban de "alta peligrosidad".
Max Aub
Fue el caso de Max Aub, escritor, político y diplomático socialista, encerrado en un campo de concentración en Vernet. Un día la puerta de su celda se abrió y un hombre ataviado de gabardina llegó por él. Max Aub pensó que había llegado el momento de morir y quedó sorprendido cuando el visitante le preguntó si se encontraba bien y lo abrazó con sincero afecto: era Gilberto Bosques. Lo liberó y aun lo salvó de nuevo meses después, cuando volvió a caer preso en el norte de África. En esta ocasión el diplomático lo rescató moribundo y le consiguió un pasaporte falso para embarcarlo a México. Para más datos sobre Max Aub es autor de un libro memorable: "Crímenes ejemplares" y estuvo junto a Octavio Paz en la Valencia republicana durante el congreso de la Liga de Escritores Antifascistas que se celebró en 1937.
La salida de Bosques
Estos diplomáticos viajaban frecuentemente a los puertos de Marsella o Casablanca para acompañar grupitos de prófugos enfilados a México, Estados Unidos o el Caribe, evitando así que los alemanes o franceses los detuvieran en el último momento por falta de documentos. Desde Marsella, el Cónsul mexicano tuvo que hacer frente al hostigamiento de las autoridades proalemanas, la Gestapo, al gobierno del dictador Franco y la representación diplomática japonesa, que tenía sus oficinas en el mismo edificio de la delegación mexicana.
El cerco se fue estrechando y México se ve obligado a romper relaciones diplomáticas con el gobierno francés de Vichy a través de una nota diplomática que presentó Bosques ante el general Pétain. Poco después el Consulado fue tomado por tropas de la Gestapo alemana que confiscaron ilegalmente el dinero que la oficina mantenía para su operación. Bosques, su familia y el personal del Consulado 43 personas, fueron trasladados a Amélie-les-Bains en los Pirineos orientales.
Después, violando todas las normas diplomáticas, se les llevó a Alemania, al poblado de Bad Godesberg, cerca de Bonn y se les recluyó en un hotel-prisión. Reacio a dejarse vencer en lo anímico, el diplomático organizó conferencias e incluso una ceremonia del Grito de Independencia (el 15 de septiembre de 1942).
Es memorable aquella carta que dirige a sus captores para recordarles que México se encuentra en medio del conflicto bélico y por lo tanto "todo el personal mexicano se sometería al reglamento [
] porque México estaba en guerra con Alemania y por ello éramos prisioneros de guerra. Que podía estar seguro de que no pediríamos ninguna excepción, ninguna gracia sobre esas disposiciones, pero que tampoco aceptaríamos ningún trato vejatorio, como acostumbraban con los prisioneros".
Después de poco más de un año, los mexicanos fueron canjeados por prisioneros alemanes, y Bosques regresó a México en abril de 1944. A su regreso miles de refugiados españoles lo esperaban en la estación de ferrocarril para recibirlo entre vítores. Una crónica periodística de la época dice: "El júbilo de la multitud zumbaba en el andén de la estación ferroviaria. Lo cargaron en hombros, como si con ello agradecieran al México generoso y libre al que ellos exaltaban en la persona de Gilberto Bosques".
Finalmente, acaba de ser publicado un libro sobre su vida, escrito por el investigador Gérard Malgat: Gilberto Bosques, la diplomacia al servicio de la libertad: París-Marsella (1939-1942).
Coincide con que el presidente de la Sociedad Alexander von Humboldt manifestó el deseo de bautizar en Berlín una calle con su nombre, como lo lleva ya una en Viena: Paseo Gilberto Bosques. Y en México, ninguna.
Y acaba de ser creado en México el Premio de Derechos Humanos Gilberto Bosques, promovido por las embajadas de Francia y Alemania.
Es recordado hoy en los 75 años del exilio español.
Honor, a quien honor merece.