"Fallece 'Nacho' Lara"

"Fue coordinador de Comunicación de Labastida Ochoa"
07/11/2015 08:33

    Hablar de Ignacio Lara Herrera no es por cortesía, dice Isaías Ojeda Rochín. "Cuando hablemos de Nacho debemos hablar bien de él por honestidad".
    El periodista y amigo del coordinador de Comunicación en el sexenio de Francisco Labastida Ochoa lo hace. Habla de su entrega en el trabajo, de su discreción y su sentido humanitario.
    "Se acostumbra que por cortesía siempre se hable bien de los muertos. Yo creo que cuando hablemos de Nacho, debemos hablar bien de él por honestidad. Él logró una imagen excelente con los periodistas de todos los medios por su trato", dice.
    Lara Herrera murió a causa de un cáncer ayer en la ciudad de México, a los 63 años, y Ojeda Rochín lo siente. La voz se quiebra y el cristal de los anteojos se opacan por las lágrimas que salen discretas.
    "Cuando me llega la noticia le hablé y le dije: tengo una información muy alarmante sobre tu estado de salud. Tú dime cuál es la verdad'. Entonces me dijo: 'Efectivamente, tengo cáncer' y me pide que roguemos a Dios... Hoy en la mañana falleció".
    Era un tipo "extremadamente discreto", no muy afecto a la lisonja. "Olvídate que te dijera una mala palabra".
    Acompañó a Labastida Ochoa desde 1982, lo siguió durante la campaña por la Presidencia de la República y la Senaduría. Era su asesor personal al momento de su deceso.
    "Su sentido de la amistad y del respeto es el legado que nos deja. Muchos aprendimos con él lo que es ser amigo, lo que es ser responsable en el trabajo y lo que es ser honesto. Eso, yo creo, que se lo tenemos que reconocer todos".
    Hijo de ejidatarios de Loreto, Zacatecas, padeció el asma en su infancia y vino a encontrar en el clima de Sinaloa "la cosa más hermosa". Decía que los sinaloenses no sabíamos disfrutar lo que Dios nos había dado. El calor era el clima perfecto.
    "Amaba a Sinaloa. Consideraba una bendición haber venido a Sinaloa. Se enamoró de Sinaloa, de su clima".
    "Nacho" Lara queda en el recuerdo de "Paloma querida" de José Alfredo Jiménez, el Bethoveen mexicano como le llamaba, y en las fondas y chirrines del mercado Izábal.