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"COLUMNA"

"Filosofía marismeña"

"Filosofía marismeña"
14/11/2015 06:23

    MC RAMÓN LARRAÑAGA TORRÓNTEGUI

    Y, SERÁS FELIZ
    Este momento mientras escribo dejaré por un momento el ser adulto, realista y maduro (si es que lo he sido alguna vez), dejaré de creer que la felicidad está dentro de cada uno de nosotros y que somos personas maravillosamente independientes y únicas, que no necesitamos que nadie nos complemente para sentirnos especiales.
    Dejaré el viaje hacia el interior de mí mismo para volverme niño otra vez, para poder soñar que la vida de color de rosa existe y que podré vivir mis sueños. Y como cuando era pequeño, volveré a imaginar cómo será esa persona que me ame, que haga locuras por mí, que pasee conmigo agarrado de la mano mientras nos partimos de risa, que no deje de pensar en mi y de decirme cuanto me ama.
    Esa persona que se convierta en mi cómplice, en mi amante, en mi amiga, que esté orgullosa de ser mi otro entero, que me mire con ojos de enamorada y se duerma cada noche abrazada a mi recuerdo. Vestiré mi mundo de ilusiones y mis cuadernos de corazones, como hice durante mi infancia y adolescencia. Cerraré los ojos como solía hacer y soñaré.
    La gran verdad es que las relaciones, el afecto y el amor nos van transformando a lo largo de los años. En realidad, todo nuestro mundo interior evoluciona con el paso del tiempo, desde que nos sentimos confortablemente contenidos en el vientre materno, hasta el último día de nuestras vidas.
    Es en la infancia cuando se producen momentos irrepetibles que quedan marcados en nuestro recuerdo y que muchas veces influencia nuestro destino. Porque somos todo lo bueno y lo malo que vivimos alguna vez, la sumatoria de experiencias que nos marcaron.
    Precisamente son esos años de inocencia los que nos dejan enseñanzas de una riqueza infinita. Es el tiempo en el cual comenzamos a relacionarnos con otros niños y vemos el mundo adulto con ojos muy distintos a los que tendremos con el paso de los años.
    En ese tiempo es en el cual nuestros sueños están mucho más cerca de ser reales. Es una etapa en la cual las cosas simples nos pueden llenar de alegría, desde un automóvil de juguete o una muñeca, hasta un caballito hecho de palo de escoba vieja o un paseo en bicicleta. Todos nuestros juegos son la llave de la ilusión, la puerta a un mundo de fantasía que de tan intenso que puede ser, parece ser totalmente real. Ese mundo emotivo es el que se nos presenta de una forma muy distinta al que conoceremos en nuestra etapa adulta.
    Ese universo, en el cual nuestros juguetes tienen vida y emociones, es el que representa toda la ternura de nuestra inocencia y el que marca todo nuestro potencial creativo. Todo ese conjunto de cosas son las que nos llenan el alma de felicidad cuando somos niños, las que nos desbordan el cuerpo de risa y nos permiten correr durante horas sin sentir el cansancio. Todo eso es posible y es real, porque en ese mundo de ilusión vive la magia que traemos desde niños, la que nunca debemos dejar escapar.
    Tuve un padre que me enseñó a apreciar la naturaleza. Por lo tanto siempre he sido un ferviente amante de ella, todo lo que está a mi alrededor, los árboles, el cielo, las nubes, las estrellas, en fin todo es para mí una posibilidad de disfrute maravilloso, por el cual siempre estaré agradecido a la vida por estar aquí.
    Ahora ya no soy la misma persona, tengo la edad suficiente como para saber que ya no puedo brincar en las camas, pero sigo siendo igual de alegre (Envejecer es cuestión de actitud, cuando se ama la vida, siempre es el momento de ser feliz y de disfrutar lo que se tiene, aunque se tenga la edad que se tenga).
    Las pérdidas de mis seres queridos son importantes, sin embargo la muerte es muy dolorosa, con ella he tenido que entender que nada es eterno. Ahora me doy cuenta de que, a pesar de mi edad, quiero llevar una vida libre, sin que importe el físico, porque hay cosas que ya no se pueden cambiar y menos mejorar. La vida es así, nos enseña que tenemos que aceptar que vamos teniendo físicamente otra apariencia, pero lo mejor es saber que lo realmente valioso de nosotros mismos no está en lo físico sino dentro de nosotros.
    En mi caso, ésta es mi actitud ante la vida, cómo quiero vivirla y no dejar de ver que hoy soy más ecuánime, con una mente y un espíritu más fuerte.
    Ahora mismo tengo presente el momento en que quise hacer de mi vida algo nueva, diferente y sin embargo nunca lo hice por falta de tiempo, o quizás no era el momento en que debía hacerlo.
    ¡Posiblemente ese momento es ahora!, cuando tengo la madurez para decir hoy estoy aquí, tengo vida y quiero vivir el aquí y el ahora intensamente.
    Agradezco a mis amigos, la amistad que es lo más importante, sagrado, hermoso que pueda encontrar un ser humano. Creo firmemente en lo siguiente.
    -Y serás feliz: Cuando el egoísmo no limite tu capacidad de amar. Cuando confíes en ti mismo aunque todos duden de ti y dejes de preocuparte por el qué dirán. Cuando tus acciones sean tan concisas en duración como largas en resultados. Cuando puedas renunciar a la rutina sin que ello altere tu vida. Cuando sepas distinguir una sonrisa de una burla, cuando rías con ellos y no de ellos, y prefieras la eterna lucha que la compra de la falsa victoria. Cuando actúes por convicción y no por adulación.
    Cuando puedas ser pobre sin perder tu riqueza y rico sin perder tu humildad. Cuando puedas caminar junto al pobre sin olvidar que es un ser humano igual a ti con sus virtudes y defectos, y junto al rico sin pensar que es un dios.
    Cuando halles satisfacción compartiendo tu riqueza "Material/Espiritual". Cuando sepas obsequiar tu silencio a quien no te pide palabras, y tu ausencia a quien no te aprecia "Aléjate de quien habla mal de ti".
    Cuando ya no debas sufrir por conocer la felicidad y no seas capaz de cambiar tus sentimientos o tus metas por el placer. Cuando no trates de hallar las respuestas en las cosas que te rodean, sino en Dios y en tu propia persona. Cuando aceptes los errores, cuando no pierdas la calma, entonces y sólo entonces, Serás feliz.
    En la vida cada Sócrates encuentra su Mélitos y cada Cristo su Judas.