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    Del valioso al valeroso peatón

    “Durante los últimos 80 años hemos construido ciudades más para la movilidad de los carros que para la felicidad de los niños”.
    Enrique Peñalosa
    Ex Alcalde de Bogotá


    Históricamente, las ciudades se diseñaron para transitar por sus calles y callejones a pie; el peatón ha sido el principal protagonista de ellas y, sigilosamente, a medida que las ciudades crecen y se desarrollan, el espacio público se deteriora y la seguridad del peatón disminuye.
    Muchas ciudades del mundo ahora generan políticas enfocadas a recuperar el espacio para el peatón.
    En los centros históricos, que son, o deberían ser, los espacios públicos por excelencia de cualquier ciudad, se aplican medidas que reducen el acceso de automóviles, promueven la accesibilidad en transporte público por calles estratégicas, no necesariamente por todas, y generan espacios de gran calidad para los peatones. Esto, indudablemente, es un enfoque de éxito para la revitalización de los centros históricos de las ciudades.
    En Culiacán todavía existe mucha gente con la idea de que todos tenemos automóvil, o deberíamos tener, y a todos los lugares se tiene que llegar en él hasta la puerta. Esto, simplemente es imposible en el centro de la ciudad. En la mayoría de sus calles se sacrificó el espacio del peatón a favor de los automovilistas y aun así, estos últimos ven cada día menos satisfecho su afán de no caminar.
    En el centro de Culiacán no existen condiciones para que todos sus visitantes accedan en automóvil. Por un lado, la prohibición de estacionamiento en la vía pública obliga a pagar estacionamiento privado o a dejar el auto a varias cuadras de distancia, situación que incomoda al automovilista, pues obligadamente se convierte en peatón y sufre así lo que los peatones sufren todo los días en la ciudad. Por otro lado, si el estacionamiento en vía pública no se prohíbe, se reduce considerablemente el espacio para la circulación tanto de vehículos como de peatones.
    Como ciudadanos, debemos liberarnos del prejuicio de que caminar significa disminuir la calidad de vida. Caminar es realmente una acción física y socialmente positiva y deseable para toda la población. Es la forma más humana de utilizar la ciudad, conocerla plenamente y convivir con la gente.
    Ahora bien, existen muchos inconvenientes para caminar en el centro de la ciudad y la mayoría están relacionados con su excesiva motorización, sumada a la poca atención que recibe el espacio público, concretamente las banquetas. Por ejemplo, es común el vehículo estacionado que invade la banqueta o el cruce peatonal en las esquinas; las rampas de las cocheras que siempre tienen la pendiente a favor del vehículo; los escalones o cambios de textura en los pisos; los elementos que sobresalen de la fachada (como los aires acondicionados); las rejas que abren hacia afuera, la venta en la vía pública mal ubicada; o los macetones, toldos, letreros o cuanto elemento incomode u obstruya el paso de la gente.
    A esto debemos sumar efectos negativos indirectos como la reducción del espacio para árboles, el humo y ruido que los vehículos producen o la inseguridad que siempre significa cruzar las calles de la ciudad.
    En el centro de Culiacán, es necesaria una verdadera transformación integral del espacio urbano con la cual el peatón, que somos todos, se vea favorecido con amplias banquetas sombreadas por árboles, con superficies uniformes, sin obstáculos ni escalones, iluminadas y con la seguridad de que el acceso de vehículos será moderado y el transporte público accesible. Esto lejos de reducir la afluencia la induciría, con merecida justicia social hacia TODA la población y principalmente hacia los sectores más vulnerables (niños, adultos mayores o discapacitados) que hoy se ven imposibilitados para desplazarse con seguridad por el centro de la ciudad. Quizá para entenderlo mejor tendremos que llegar a la reflexión de que todos fuimos y, tarde o temprano, seremos uno de ellos.

    Comentarios: jccarras@hotmail.com

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