"GASODUCTO/Una promesa de oro"
Gabriela Soto/Francisco Cuamea
San Blas es un pueblo ferrocarrilero sin trenes; atado a un pasado de bonanza ligado al sistema de comunicación vía férrea vive un presente árido como su tierra. El gasoducto y su punto de interconexión, llamado El Oro, podría ser una segunda oportunidad
SAN BLAS, El Fuerte._ Aquí, en medio de este paisaje árido cuyos cerros se cubren de árboles marchitos y víboras, nace una promesa de oro: la construcción del "corazón" de la red de gas natural del noroeste de México.
Entre el kilómetro 38 y 40 de la carretera Topolobampo-Choix, junto a la comunidad de Cuesta Blanca, el silencio se esfumó por la invasión de los taladros que demuelen rocas, por las excavadoras que cargan y descargan tierra, y el por el ir y venir del transporte de carga en un terreno de 22 hectáreas.
Esto es "El Oro", un lugar tan nuevo como el gas en Sinaloa y que, aun sin existir en el mapa, es promovido como una promesa del más grande kilate. Las autoridades así lo nombraron porque promueven la idea de que el gas será la nueva riqueza de Sinaloa.
Luca Canaza muestra su cabellera y muestra las canas en señal de experiencia. El ingeniero italiano que ha trabajado en Nigeria, Túnez, Qatar, Egipto, Irán, Austria, Suiza e Italia, y que desde hace cuatro meses llegó a San Blas, tiene la responsabilidad de coordinar la construcción de este punto de conexión con los ductos de gas que vendrán de Sonora y Chihuahua y que, desde ahí, saldrán las líneas hacia Topolobampo y Mazatlán.
Las labores que emprendió la empresa italiana Eni Sapiem irrumpieron en esta sindicatura serrana, tan alejada del bullicio.
La población de San Blas está dispersa por la tierra seca de su territorio. Entre pueblos y comisarías no supera los 12 mil habitantes, quienes, para sobrevivir, se autoemplean en pequeños comercios de pan o mariscos que ubican a orillas de la carretera; otros se van como jornaleros en las prósperas agrícolas del valle ahomense; algunos más cada día se trasladan a trabajar a Los Mochis, y otros emigran al norte, también a buscar un salario en campos de uva, por ejemplo.
Aquí, en medio de estos cerros secos e infértiles para la agricultura, hay casas pequeñas con una extensión de cuatro por ocho metros, algunas de ladrillo y otras de láminas y palos, que albergan a familias en edad productiva y sin empleo.
La nave industrial Contec-Sumitomo, de origen japonés y que fabrica arneses para autos, es apenas la opción de emplearse en la localidad.
Más allá, no hay una industria que funcione como motor económico.
Lo hubo durante el Siglo 20, cuando el ferrocarril paraba en la Estación de San Blas, el punto de abastecimiento de mercancía y de tránsito de personas. Era de bonanza, de dinero que fluía, de industria.
Sin embargo, primero con la construcción de la carretera Internacional y luego con la privatización del ferrocarril durante la Presidencia de Carlos Salinas de Gortari, las industrias secundarias cayeron en crisis, y la población se hundió en la pobreza. El rico pasado se volvió un recuerdo nostálgico.
Aquí, en medio de éste páramo, el gasoducto se ha vendido como una nueva esperanza para los habitantes olvidados de San Blas, como una promesa de oro, aunque su brillo aún no se ve.
La fotografía del pasado
Desde finales del Siglo 19, el ingeniero civil nacido en New York, Eugenio Tays, ayudado por el estadounidense Albert Kimsey Owen, acordaron que la ruta del ferrocarril cruzaría al norte de Sinaloa, y eligieron a San Blas como el punto de conexión con el resto del País y Estados Unidos.
Luego de revisión de la orografía, el 7 de noviembre de 1907 llegó por primera vez la máquina de vapor a la Estación de San Blas, la cual abrió el camino hacia la bonanza económica a un pueblo entonces olvidado después del fracaso en la crianza de ganado, recrea Ramón Estavillo Buchart.
"Para esto, ya había un tren aquí en San Blas, que se llamaba Arkansas City Oriente, que corría de 'Topo'-San Pedro, aquí en los límites de El Fuerte. Entonces, ya teníamos como quien dice dos trenes: uno (más), Nogales- Guadalajara", detalla, mientras se escucha al fondo que el ferrocarril de carga avanza en paralelo a la calle principal 20 de Noviembre.
"Llegó el momento en que San Blas era la entrada de toda la mercancía que viniera del norte de Sinaloa, como del sur. Toda venía consignada a ciertos comercios de aquí, calzado, comida, todo. Los carros nuevos llegaban aquí y se los llevan a Los Mochis. Y de salida, eran productos agrícolas que empezaban a salir".
En 1930, el Presidente Venustiano Carranza visitó y se hospedó en el Hotel Pérez, ubicado en la calle principal, donde, se cuenta, dio el Grito de Independencia.
Estavillo Buchart no es historiador de profesión pero sí un curioso de la vida de su pasado y un promotor cultural. Le dedica tiempo, interés y estudio al pasado de su San Blas.
Comparte lo que sabe en el patio de su casa, después de apoyar en clases de guitarra para adolescentes del pueblo. Vestido con un short de mezclilla y una sencilla playera a rayas, platica que en la primera mitad del Siglo 20 se planeaba que San Blas se convirtiera en la ciudad más importante del noroeste del México revolucionario.
Pero nunca pasó. Aunque la economía local vivió algunas décadas con el flujo de dinero y la creación de empleos por las industrias secundarias al ferrocarril, el comercio de mercancías y las despepitadoras de algodón, lo que mermó la prosperidad fue la creación de una nueva ruta de comunicación: la carretera internacional en Los Mochis, alrededor de 1965.
"(El ex Presidente Adolfo) López Mateos inauguró el ferrocarril Chepé (CH-P, Chihuahua-Pacífico), y la estación la pusieron en (la comunidad de) El Sufragio... Entonces, al quitar esos cuatro ferrocarriles de pasaje, pues quitó mucha tripulación que bajaba y subía aquí, y ya dejó mucha gente sin trabajo. Levantaron los talleres. Entonces, todo eso vino a matar San Blas", dice.
Y, aunque sobrevivió a estos infortunios, la privatización del ferrocarril mexicano por el ex Mandatario Carlos Salinas de Gortari terminó de hundir a los habitantes en la pobreza.
"Y vino y lo remató Salinas cuando quitaron los trenes de pasajes... Al no moverse la gente por ferrocarril, se movió por carretera. Después de ahí, San Blas quedó en un pueblo olvidado", lamenta.
La crisis
Rosario Lovis disfrutó los placeres de la bonanza económica del ferrocarril. En su juventud se dedicó a cantar en los pueblos aledaños y se casó con el maquinista David Portillo Sánchez.
"Cuando yo era joven no trabaja, puro cantar, era muy floja. Trabajaba en San Blas, en el cine de San Blas, en el cine de El Fuerte, el Choix, y el de La Reforma, Chihuahua. Ganaba 150 pesos aquí en este cine; 150, en el de El Fuerte; 150, en el de Choix; y 150, en el de la Reforma; pero era un dineral. Yo recuerdo que le daba a mi mamá, le daba 500 pesos, ¡cómo traía cosas!... Ahora, ya no podemos ni comer huevos", compara.
Pero ese dinero se esfumó, y tras la muerte de su esposo en 2009, el único ingreso que le quedó fue su pensión.
Aunque su memoria no es tan lúcida para reconstruir la historia, a sus 83 años es la persona más longeva de Cuesta Blanca, la pequeña comunidad de 17 casas, y unos 34 hombres y 17 mujeres de todas las edades, que colinda con El Oro, el punto de interconexión del gasoducto, el "corazón" del proyecto energético.
Rosario, como el resto de sus vecinos, sobreviven a la miseria que dejó una decisión presidencial: la desaparición del ferrocarril, única fuente formal de empleo.
"Hay muchos que se dedican, por ejemplo, a pescar (en el Río Fuerte), y de ahí viven. De eso viven, del filete, del pescadito para vender", describe Téofilo, de 35 años.
Su esposa "Paloma" se ha acercado con el personal de Transportadora de Gas Natural del Noroeste, filial de Transcanada, empresa que ganó la licitación para transportar el gas natural, para pedirles trabajo, pero sin ningún resultado.
"De aquí de la comunidad no hay nadie trabajando (en la obra). Según le iban a dar prioridad a la gente de aquí", expone, "estábamos comentando eso, de ver la posibilidad de que nos dejaran ir a vender comidas".
Cuándo llegamos también dijeron que tenían miedo de alguna explosión, ¿sí les da miedo eso?
Pues yo le pregunté a un ingeniero, yo le dije: 'oiga, ingeniero, ¿qué probabilidad, con esto, que vayamos a explotar?; (el ingeniero le respondió:) 'no', me dijo, 'está muy controlado y está muy computarizado esto, no hay peligro de fuga'; le digo, como en la televisión pasa muchas veces, en otros lugares (hay) explotaciones, pues tantas personas se han muerto a consecuencias de estas cosas; (nuevamente le respondió:) 'no'. me dijo, 'todo está computarizado'".
¿Pero tampoco quieren reubicarse?
Pues, si nos dañamos sí. Si hay daños, sí, porque cómo vamos a exponer la vida, simplemente ¡la vida de nuestros hijos, cómo exponer la vida de ellos!
Otro grave problema que afecta a los pobladores es la escasez de agua potable, desde hace nueve años atrás, por lo que piden ayuda a la empresa vecina para solucionar el problema.
Hasta el momento, la única labor social que ha hecho TGNN es reubicar el preescolar Cuesta Blanca, junto con los nueve niños, unos metros más arriba de la loma del pueblo, pues la vieja aula se ubicaba dentro de la cerca perimetral de El Oro.
José Luis Astorga Hernández, síndico de San Blas, asegura que en la comunidad hay una buena expectativa con la construcción del gasoducto y que al menos unas 60 personas ya trabajan en la obra.
En la construcción se ven trascabos, hombres de casco y chaleco levantando moles de concreto que serán las bases para los tubos que transporten el gas desde Estados Unidos. El polvo se levanta. La expectativa es alta por el gasoducto, un proyecto planeado para concluir en 2016.