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"primera de dos partes"

"GASODUCTO/Una promesa de oro"

"San Blas es un pueblo ferrocarrilero sin trenes; atado a un pasado de bonanza ligado al sistema de comunicación vía férrea vive un presente árido como su tierra"
15/11/2015 08:09

    Gabriela Soto/Francisco Cuamea

    San Blas es un pueblo ferrocarrilero sin trenes; atado a un pasado de bonanza ligado al sistema de comunicación vía férrea vive un presente árido como su tierra. El gasoducto y su punto de interconexión, llamado El Oro, podría ser una segunda oportunidad


    SAN BLAS, El Fuerte._ Aquí, en medio de es­te paisaje árido cuyos cerros se cubren de ár­boles marchitos y víboras, nace una promesa de oro: la construcción del "corazón" de la red de gas natural del noroeste de México. 

    Entre el kilómetro 38 y 40 de la carretera Topo­lobampo-Choix, junto a la comunidad de Cuesta Blan­ca, el silencio se esfumó por la invasión de los taladros que demuelen rocas, por las excavadoras que cargan y descargan tierra, y el por el ir y venir del transporte de carga en un terreno de 22 hectáreas. 

    Esto es "El Oro", un lugar tan nuevo como el gas en Si­naloa y que, aun sin existir en el mapa, es promovido como una promesa del más grande kilate. Las autorida­des así lo nombraron porque promueven la idea de que el gas será la nueva riqueza de Sinaloa. 

    Luca Canaza muestra su cabellera y muestra las ca­nas en señal de experiencia. El ingeniero italiano que ha trabajado en Nigeria, Túnez, Qatar, Egipto, Irán, Austria, Suiza e Italia, y que desde hace cuatro meses llegó a San Blas, tiene la respon­sabilidad de coordinar la construcción de este punto de conexión con los ductos de gas que vendrán de Sono­ra y Chihuahua y que, desde ahí, saldrán las líneas hacia Topolobampo y Mazatlán. 

    Las labores que empren­dió la empresa italiana Eni Sapiem irrumpieron en esta sindicatura serrana, tan ale­jada del bullicio. 

    La población de San Blas está dispersa por la tierra seca de su territorio. Entre pueblos y comisarías no su­pera los 12 mil habitantes, quienes, para sobrevivir, se autoemplean en pequeños comercios de pan o maris­cos que ubican a orillas de la carretera; otros se van como jornaleros en las prósperas agrícolas del valle ahomen­se; algunos más cada día se trasladan a trabajar a Los Mochis, y otros emigran al norte, también a buscar un salario en campos de uva, por ejemplo. 

    Aquí, en medio de estos cerros secos e infértiles pa­ra la agricultura, hay casas pequeñas con una extensión de cuatro por ocho metros, algunas de ladrillo y otras de láminas y palos, que al­bergan a familias en edad productiva y sin empleo. 

    La nave industrial Con­tec-Sumitomo, de origen japonés y que fabrica arne­ses para autos, es apenas la opción de emplearse en la localidad. 

    Más allá, no hay una in­dustria que funcione como motor económico. 

    Lo hubo durante el Siglo 20, cuando el ferrocarril pa­raba en la Estación de San Blas, el punto de abasteci­miento de mercancía y de tránsito de personas. Era de bonanza, de dinero que fluía, de industria. 

    Sin embargo, primero con la construcción de la carretera Internacional y luego con la privatización del ferrocarril durante la Presidencia de Carlos Sali­nas de Gortari, las industrias secundarias cayeron en cri­sis, y la población se hundió en la pobreza. El rico pasado se volvió un recuerdo nos­tálgico. 

    Aquí, en medio de éste páramo, el gasoducto se ha vendido como una nueva es­peranza para los habitantes olvidados de San Blas, como una promesa de oro, aunque su brillo aún no se ve. 

    La fotografía del pasado
    Desde finales del Siglo 19, el ingeniero civil nacido en New York, Eugenio Tays, ayudado por el estadoun­idense Albert Kimsey Owen, acordaron que la ruta del fer­rocarril cruzaría al norte de Sinaloa, y eligieron a San Blas como el punto de conexión con el resto del País y Estados Unidos. 

    Luego de revisión de la orografía, el 7 de noviembre de 1907 llegó por primera vez la máquina de vapor a la Estación de San Blas, la cual abrió el camino hacia la bonanza económica a un pueblo entonces olvidado después del fracaso en la crianza de ganado, recrea Ramón Estavillo Buchart. 

    "Para esto, ya había un tren aquí en San Blas, que se llamaba Arkansas Ci­ty Oriente, que corría de 'Topo'-San Pedro, aquí en los límites de El Fuerte. Enton­ces, ya teníamos como quien dice dos trenes: uno (más), Nogales- Guadalajara", de­talla, mientras se escucha al fondo que el ferrocarril de carga avanza en paralelo a la calle principal 20 de No­viembre. 

    "Llegó el momento en que San Blas era la entrada de to­da la mercancía que viniera del norte de Sinaloa, como del sur. Toda venía consig­nada a ciertos comercios de aquí, calzado, comida, todo. Los carros nuevos llegaban aquí y se los llevan a Los Mo­chis. Y de salida, eran pro­ductos agrícolas que empe­zaban a salir". 

    En 1930, el Presidente Ve­nustiano Carranza visitó y se hospedó en el Hotel Pérez, ubicado en la calle principal, donde, se cuenta, dio el Grito de Independencia. 

    Estavillo Buchart no es historiador de profesión pe­ro sí un curioso de la vida de su pasado y un promotor cultural. Le dedica tiempo, interés y estudio al pasado de su San Blas. 

    Comparte lo que sabe en el patio de su casa, después de apoyar en clases de gui­tarra para adolescentes del pueblo. Vestido con un short de mezclilla y una sencilla playera a rayas, platica que en la primera mitad del Siglo 20 se planeaba que San Blas se convirtiera en la ciudad más importante del noroeste del México revolucionario. 

    Pero nunca pasó. Aunque la economía local vivió al­gunas décadas con el flujo de dinero y la creación de empleos por las industrias secundarias al ferrocarril, el comercio de mercancías y las despepitadoras de algo­dón, lo que mermó la prospe­ridad fue la creación de una nueva ruta de comunicación: la carretera internacional en Los Mochis, alrededor de 1965. 

    "(El ex Presidente Adol­fo) López Mateos inauguró el ferrocarril Chepé (CH-P, Chihuahua-Pacífico), y la estación la pusieron en (la comunidad de) El Sufragio... Entonces, al quitar esos cua­tro ferrocarriles de pasaje, pues quitó mucha tripula­ción que bajaba y subía aquí, y ya dejó mucha gente sin trabajo. Levantaron los ta­lleres. Entonces, todo eso vino a matar San Blas", dice. 

    Y, aunque sobrevivió a estos infortunios, la privati­zación del ferrocarril mexi­cano por el ex Mandatario Carlos Salinas de Gortari terminó de hundir a los ha­bitantes en la pobreza. 

    "Y vino y lo remató Sa­linas cuando quitaron los trenes de pasajes... Al no moverse la gente por ferro­carril, se movió por carrete­ra. Después de ahí, San Blas quedó en un pueblo olvida­do", lamenta.

    La crisis
    Rosario Lovis disfrutó los placeres de la bonanza económica del ferrocarril. En su juventud se dedicó a can­tar en los pueblos aledaños y se casó con el maquinista David Portillo Sánchez. 

    "Cuando yo era joven no trabaja, puro cantar, era muy floja. Trabajaba en San Blas, en el cine de San Blas, en el cine de El Fuerte, el Choix, y el de La Reforma, Chi­huahua. Ganaba 150 pesos aquí en este cine; 150, en el de El Fuerte; 150, en el de Choix; y 150, en el de la Reforma; pero era un dineral. Yo re­cuerdo que le daba a mi ma­má, le daba 500 pesos, ¡cómo traía cosas!... Ahora, ya no podemos ni comer huevos", compara. 

    Pero ese dinero se esfu­mó, y tras la muerte de su esposo en 2009, el único ingreso que le quedó fue su pensión. 

    Aunque su memoria no es tan lúcida para reconstruir la historia, a sus 83 años es la persona más longeva de Cuesta Blanca, la pequeña comunidad de 17 casas, y unos 34 hombres y 17 mu­jeres de todas las edades, que colinda con El Oro, el punto de interconexión del gasoducto, el "corazón" del proyecto energético. 

    Rosario, como el resto de sus vecinos, sobreviven a la miseria que dejó una deci­sión presidencial: la desapa­rición del ferrocarril, única fuente formal de empleo. 

    "Hay muchos que se de­dican, por ejemplo, a pescar (en el Río Fuerte), y de ahí vi­ven. De eso viven, del filete, del pescadito para vender", describe Téofilo, de 35 años. 

    Su esposa "Paloma" se ha acercado con el personal de Transportadora de Gas Natural del Noroeste, filial de Transcanada, empresa que ganó la licitación para transportar el gas natural, para pedirles trabajo, pero sin ningún resultado. 

    "De aquí de la comunidad no hay nadie trabajando (en la obra). Según le iban a dar prioridad a la gente de aquí", expone, "estábamos comen­tando eso, de ver la posibili­dad de que nos dejaran ir a vender comidas".

    Cuándo llegamos también dijeron que tenían miedo de algu­na explosión, ¿sí les da miedo eso?
    Pues yo le pregunté a un ingeniero, yo le dije: 'oiga, ingeniero, ¿qué probabili­dad, con esto, que vayamos a explotar?; (el ingeniero le respondió:) 'no', me dijo, 'está muy controlado y está muy computarizado esto, no hay peligro de fuga'; le digo, como en la televisión pasa muchas veces, en otros lugares (hay) explotaciones, pues tantas personas se han muerto a consecuencias de estas cosas; (nuevamente le respondió:) 'no'. me dijo, 'todo está com­putarizado'".

    ¿Pero tampoco quieren reubicarse?
    Pues, si nos dañamos sí. Si hay daños, sí, porque cómo vamos a exponer la vida, sim­plemente ¡la vida de nuestros hijos, cómo exponer la vida de ellos! 

    Otro grave problema que afecta a los pobladores es la escasez de agua potable, des­de hace nueve años atrás, por lo que piden ayuda a la em­presa vecina para solucionar el problema. 

    Hasta el momento, la úni­ca labor social que ha hecho TGNN es reubicar el prees­colar Cuesta Blanca, junto con los nueve niños, unos metros más arriba de la loma del pueblo, pues la vieja aula se ubicaba dentro de la cerca perimetral de El Oro. 

    José Luis Astorga Her­nández, síndico de San Blas, asegura que en la comunidad hay una buena expectativa con la construcción del ga­soducto y que al menos unas 60 personas ya trabajan en la obra. 

    En la construcción se ven trascabos, hombres de casco y chaleco levantando moles de concreto que serán las ba­ses para los tubos que trans­porten el gas desde Estados Unidos. El polvo se levanta. La expectativa es alta por el gasoducto, un proyecto pla­neado para concluir en 2016.