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"DÍA DEL PADRE"

"La casa de los Andrade"

"Desde hace 18 años las sirenas de las patrullas suenan como un eco guardado en el bulevar Sinaloa, de Las Quintas, donde Abraham, Jorge y Juan Emerio no han regresado"
15/11/2015 08:26

    CULIACÁN._ Nunca una calle mojada por lluvia causó tanto desespero. Desde hace 18 años las sirenas de las patrullas suenan como si fuera un eco guardado en el bulevar Sinaloa, de la colonia Las Quintas, donde los Hernández no han regresado. 

    La casa de los Andrade estaba de fiesta, Helga Andrade Almada cumplía años y prometía ser una velada llena de emoción. Sería la noche perfecta para que Cristián Paúl Álvarez la cortejara. 

    Como buenos primos, los Hernández: Abraham Hernández Picos, Jorge Cabada Hernández y Juan Emerio Hernández Argüelles, buscarían hacer posible esa misión. 

    Ese día era el 29 de junio de 1996, salieron en el Grand Marquis de color verde agua, el cual le pidieron prestado al papá de Juan Emerio. 

    Hacía un día nublado, aun así Jorge, Juan Emerio y Abraham irían a la fiesta. Arrancaron desde casa sus padres con la bendición en mano los vieron alejarse. 

    En la casa de los Andrade, la mansión que está en el bulevar El Dorado, cerca de donde vivían, ya los esperaba Helga, con ella su hermano Rommel, quien celoso los observaba. Los dos eran hijos de Rolando Andrade, quien fuera gran empresario en Sinaloa. 

    Apenas iniciaba la fiesta y Cristián Paúl se fue a golpes contra Rommel, intervinieron los guardias de seguridad y los Hernández, estos últimos con heridas fuertes por los golpes que recibieron, apenas pudieron salir de la casa. 

    Giraron el switch del Grand Marquis, empezó una lluvia intensa pero ni ésta fue capaz de ocultar que tras ellos una patrulla, la del número 023, los seguía, los detuvo y se los llevó a donde aún no se sabe. 

    Ya era 30 de junio, era una madrugada callada, la lluvia fue intensa y el pavimento estaba mojado, a lo lejos sonaban las sirenas, y la melancolía que sintieron los padres de los Hernández los hicieron despertar. 

    Renato Vega Alvarado era el Gobernador de Sinaloa, llegó a la silla de Gobierno con señalamientos de compadrazgos, mas no le preocupaban. 

    Los Hernández tenían los nombres de sus padres, los mismos que al día siguiente salieron a la búsqueda de ellos, partieron temprano porque la desesperación se tornó oscura como el miedo. 

    Supieron de lo sucedido en la casa de los Andrade, y entonces acusaron a las autoridades, a la familia y a los guardias. Todos se fueron de la ciudad, sólo quedaron los policías a los que se les olvidó lo que pasó esa noche. 

    Los elementos sólo tenían un breve lapso de conciencia, así inculparon a los Hernández de ser delincuentes, matones y narcotraficantes. 

    No funcionó, la sociedad con reclamos y una lucha que no ha terminado les hizo una parte de justicia.
    Los padres, Juan Emerio, Jorge y Abraham habrían de plantarse en la Procuraduría y el Palacio de Gobierno, realizaron marchas y se plantaron en la casa de los Andrade cada 30 de junio. 

    Lograron seis órdenes de aprehensión, tuvieron que acudir al fuero federal, pues aseguraban que el Estado, encabezado por Renato Vega Alvarado, protegía a los Andrade, esa sería la cuota de haberle patrocinado su campaña. 

    Aun así, aunque la lucha parecía estarse ganando, un fallo hizo declinar las órdenes. El juez dijo que hacían falta pruebas, no bastaron los indicios que habían dado. 

    Vega Alvarado terminó su mandato y llegó Juan S. Millán, después Jesús Aguilar. Todos marcaron distancia, nadie hizo nada. 

    La lucha ha sido cansada, los padres Jorge y Juan Emerio se agotaron, les ganó la impotencia. Quedó Abraham.
    Ahora el Gobernador es Mario López Valdez, pero Abraham señala que no precisamente es el más indulgente, en cambio, se mantiene en la misma línea que se marcó con Vega Alvarado y los otros tres mandatarios: el del silencio.
    Abraham es el único de los tres padres que queda, con él las madres de Juan Emerio, Jorge y Abraham hijo. 

    La cara ya se le ve cansada, pero eso no le impide tener el recuerdo abierto, como el expediente de su hijo y sus dos sobrinos, el cual espera alguna nueva pista que pueda dar indicio de dónde están. 

    Sabe que después de 18 años es probable que sólo encuentre sus restos, pero ahí es donde podrá visitarlos, ponerles una veladora y rezarles con el duelo de tres padres que añoraban terminarles la bendición. 

    Aún se sigue plantando en la casa de los Andrade, donde ahora hay polvo. Lleva lonas, playeras con las caras de los Hernández. Cree que alguien puede darle una nueva pista. 

    Abraham está sólo en la lucha por encontrarlos, no teme de ser silenciado a la fuerza, todo sea en nombre de su hijo y sus sobrinos, esos que desaparecieron el 30 de junio, una noche que fue atípica. 

    La lluvia estaba fuerte y dejó mojado el pavimento, a lo lejos la sirena de una patrulla sonaba muy fuerte y desde ese entonces Abraham todavía espera desde el bulevar Sinaloa.

    DESAPARECIDOS
     
    Abraham Hernández Picos, Jorge Cabada Hernández y Juan Emerio Hernández Argüelles, desaparecieron día era el 30 de junio de 1996, tras asistir a una fiesta en la casa de la familia Andrade, en Las Quintas. Un caso en el que no ha habido justicia.