"Las mujeres de los bloques"

"A la sombra de un tejabán ubicado en la Colonia Jardines del Valle, trabajan bajo presión 10 mujeres que anhelan construir su casa con material duradero"
06/11/2015 09:36

    Ellas están en el programa de autoconstrucción y quieren vivir bajo paredes y no entre láminas.
    Fuerza de mujer, Ana Cecilia apenas esboza una sonrisa cuando voltea y ve los primeros flashazos de un fotógrafo; pero la concentración regresa. Carga en sus manos el bloque recién elaborado y junto con su compañera lo acomoda con cuidado y lo apila entre otras decenas de tabiques.
    Repite el acto una vez más.Una y otra vez recorre cerca de ocho metros para dejar el bloque y sacudirse sus manos que están llenas de cal y cemento. Luego regresa a una especie de taller en donde otras mujeres elaboran los bloques.
    Sí, la concentración de Ana Cecilia, de 29 años, y otras nueve mujeres es porque ellas son empleadas y jefas. Los bloques que fabrican, de cinco kilogramos cada uno, servirán para construir sus propios hogares en la Colonia Sinaloa.
    Ya se cansaron de vivir bajo láminas calientes y a la intemperie durante las lluvias de la temporada.
    En la bloquera, que está bajo un tejabán en la Colonia Jardines del Valle, cada mujer hace su labor.
    En esta "tanda" a Ana Cecilia le correspondió llevar los bloques; María del Carmen se encargó de vaciar la arena a una mezcladora y Griselda arrojó agua caliente para que la máquina empezara a carburar.
    Una vez que la mezcla está lista, se arroja al suelo a unos cuantos metros. Aquí, una mujer de diminuta figura, de apenas 1.55 metros de estatura, tez blanca, guapa, recoge el cemento con una pala y lo vacía a la máquina bloqueadora.
    El chasquido que genera el sonido de la pala en el suelo se oye con energía, con ganas y las gotas de sudor que emanan de la frente de Margarita se van entre la mezcla.
    Otro sonido se oye como ráfaga fuerte que asusta a los visitantes. Es la señal que la bloqueadora empieza a trabajar y en cuestión de minutos los bloques estarán listos.
    Para que la máquina, tipo molde, empiece a acomodar los bloques, las mujeres tienen que jalar una palanca hasta abajo; con fuerza.
    "Yo jamás había tomado una pala, sólo escoba y sacudidor, pero ya me estoy acostumbrando a trabajar como los hombres", dice Margarita, que utiliza un cinturón negro para evitar alguna lesión.
    En este refugio de esfuerzo femenino llama la atención la figura de María del Carmen, y no sólo por el hecho de que está trabajando como un albañil. Ella está embarazada, tiene siete meses de gestación y se encarga de trabajo más "liviano": cargar botes con agua con ayuda de otra compañera.
    "¡Está embarazada joven! ¿no temes algún problema?", se le observa.
    "No, la verdad no siento nada, estoy bien, mi doctor me dice que el bebé va bien", responde con una sonrisa de una niña traviesa y ojos coquetos quien espera a su segundo hijo.
    No hay, dice, patadas de bebé ni antojos.
    De pronto, las máquinas se detienen. Salió otra tanda de bloques y las mujeres, en su mayoría jóvenes de entre 20 y 35 años, se aprestan a descansar.
    Griselda Martínez es joven, blanca y tiene su ropa llena de mezcla y sudor. Alcanza un vaso con agua, se lo bebe en segundos y respira profundo.
    "Uffff, está duro el calor aquí y hay que trabajar en los bloques, ya hemos perdido varios días por la lluvia y no pudimos trabajar", señala la joven madre que porta una gorra del América.
    La urgencia de Griselda y sus compañeras es porque en dos semanas deberán entregar 10 mil bloques a la compañía Cemex, que junto con el Ayuntamiento hace dos semanas inició con este programa de autoconstrucción.
    De estos 10 mil bloques, cinco mil se distribuirán entre las diez mujeres trabajadoras, por lo que dispondrán de 500 tabiques para levantar su casa o construir un cuarto de material.
    "Eso es lo que nos apura porque queremos casa de material, yo ya no soporto la lámina", expresa.
    ¿Y en dónde están los hombres, los maridos?
    "Pues están trabajando, ellos tienen que darnos 'chivo', y nosotros tenemos que entrarle", interviene Margarita mientras se acomoda sus guantes de cuero grueso.
    "Pero de aquí nos vamos a nuestras casas a hacer el aseo".
    Tras laborar ocho horas en la bloquera, ellas deberán regresar a sus viviendas de lámina para recoger barrer, elaborar comida y atender a sus hijos.
    "Los hombres vienen a trabajar los domingos, pero se pelean, no saben trabajar en equipo y se pierde tiempo", confiesa Margarita.

    Hay pocas 'albañiles'
    Según datos del INEGI, hasta en 1996 sólo el 2.6 de la población femenina en México laboraba en el sector de la construcción. Esta cifra se reduce entre 1999 y 2003, pero se recupera 3 por ciento en 2004 y hasta 7 por ciento, en 2006.
    De acuerdo al Sindicato de Trabajadores de la Construcción de la Industria de la Construcción, en Mazatlán se tiene registrada a dos mujeres, pero actualmente no se conoce que sigan laborando.
    Felícitas Enciso Enciso, encargada de este programa, menciona que después de que este grupo cumpla con su meta, seguirán otros tres equipos de mujeres de las colonias El Conchi II, Ampliación Valles del Ejido y Valles del Ejido.
    "Hay mucho interés entre las mujeres en este programa, ellas quieren una vivienda de material y por eso están aquí elaborando sus bloques".
    Un estudio elaborado por el Centro de Integración Juvenil revela que estos tres asentamientos están catalogados como riesgosos por violencia intrafamiliar y son propensos a que los jóvenes consuman drogas.
    Sin embargo, este ramillete de mujeres intenta cambiar la percepción de sus asentamientos y una vez que se activan las máquinas tienen que trabajar más fuerte. El tiempo de acorta.
    Ellas ya no quieren vivir entre láminas... quieren un mejor futuro para sus hijos. Son las mujeres del bloque y el cemento.

    CARGARÁN UN ELEFANTE
    Las 10 mujeres que trabajan deberán cargar un peso global de seis toneladas, si se toma en cuenta que cada uno de los 10 mil bloques que construirán pesa seis kilogramos.
    Esta cifra es equivalente al peso de un elefante africano que en edad adulta alcanza los 6 mil kilogramos de peso.