"Los hilos del poder"

"Los hilos del poder"
06/11/2015

    Cuauhtémoc Ramos Escobar

    CALDERÓN Y LAS ALZAS

    Igual que en el cuento de “nunca acabar”, los aumentos a los precios en México siguen como de costumbre. Y aunque desearíamos que la especie fuera falsa, lamentablemente puede ser cierta.
    No resulta muy halagador lo que se informa en los primeros días de entrado el año, ya que se avizora un nuevo aumento a la tortilla, que podría alcanzar un alza de hasta 15 pesos el kilogramo.
    Esto, es algo que significaría un severo golpe a la economía de los mexicanos, para su base alimenticia, contra los salarios deficientes de la mayoría de la población.
    Nuestras autoridades no dicen nada al respecto; pero los sectores productivos recelan sobre la nueva medida encarecedora por los industriales del maíz.
    Dirigentes de la Liga de Comunidades Agrarias de Sinaloa y de la Confederación de Asociaciones Agrícolas del Estado (Caades), en Culiacán, declararon anteayer innecesario el aumento, argumentando ciertas consideraciones.
    En principio, porque toman en cuenta que existe demasiado maíz embodegado en el país, producto adquirido a precios que no ameritan alzas de inmediato.
    Y para este año adicionalmente estiman una cosecha de 5.5 millones de toneladas. Lo que asegura la producción sin riesgos de especular con los precios por una supuesta escasez del grano.
    Y aunque las autoridades federales de economía no han dicho nada, en contra de la amenaza alcista que se percibe como inevitable, el aumento a la tortilla podría entrar en vigor de un momento a otro.
    Contrario a los que se dijo al principio, y en su tiempo por el Gobierno federal, que el aumento al precio de la gasolina y el diesel no tendría efectos inflacionarios, lo cierto es que nuevamente estamos a expensas de que su afirmación resulte falsa.
    Y en ninguna cabeza cabe, por ilógico, que el aumento al combustible no tenga efectos inflacionarios, y sobre todo negativos, para la magra economía de las clases populares.
    Pero como lo dicho por el gobierno siempre resulta una soberana mentira, por eso se esperan nuevos aumentos a los precios.
    La falacia oficial encubridora de la iniciativa alcista con el aumento a la gasolina del Presidente Felipe Calderón, aprobada por los Diputados y Senadores en septiembre pasado, iba a entrar en vigor en diciembre, pero tuvo el atenuante de posponerse para treinta días después.
    Atenuante, si así se le puede llamar al aplazamiento, para evitar la especulación con los precios y aumentos en las ventas navideñas, pero se impuso un día antes del día de reyes.
    Lo que significa que en su primer año de Gobierno, el aumento a los precios será el regalo de Felipe Calderón a los mexicanos.
    Si de entrada se da el aumento a la tortilla, lo mismo pasará con los precios del huevo, el pollo, la carne y la leche que, a finales del 2007, ya sufrieron aumentos sustanciales, mermando la capacidad de compra de la economía familiar.
    ¿Quién con dos dedos de frente podría afirmar que los precios a los artículos de primera necesidad no aumentarán, si el “gasolinazo” de Calderón ya está dado?
    Tampoco se necesita ser adivino para saber que el alza al precio de la gasolina trae aparejada los aumentos complementarios a las tarifas del transporte, el agua y la luz, y el costo de otros servicios, como el de los artículos de consumo general.
    Felipe Calderón, el autollamado “presidente del empleo” no se aparta del sistema de “presidentes inflacionistas”, y le abona más al crecimiento de la riqueza de los que más tienen, y les resta capacidad de vida digna a los que menos tienen que son los más en éste país.
    Es obvio que las clases privilegiadas y del sector oficial no están expuestas a estos avatares sistemáticos, porque en el rango de sus percepciones económicas sus incrementos los mantienen boyantes, en tanto que la inestabilidad y subsistencia económica de millones de familias asalariadas se mantiene igual o peor.
    Por eso en México no es necesario hablar de catastrofismos económicos, cuando no pueden salir de la catástrofe en que viven millones de mexicanos, que se debaten en la miseria y sin salida posible de su estado de pobreza.
    En el primer año de la administración de Calderón no hay cambios sustanciales en cuanto al modelo económico puesto en práctica.
    Su derrotero no apunta a una salida estable para sacar del marasmo a grandes capas de población que subsisten con una raquítica dieta familiar, carentes de techo y de vestido, como de otros satisfactores esenciales, y viven sin protección salarial y sin derecho a la salud.
    La pobreza extrema de estos millones de mexicanos desamparados, sigue siendo la herida abierta para el régimen de gobierno y sus instituciones, cuyos programas no han trascendido en la aplicación de nuevas y mejores políticas de desarrollo.
    Porque materialmente sus políticas carecen de objetivos ciertos para desterrar gradualmente las limitaciones perniciosas de los desheredados, y sus programas supuestamente encauzados a mejorar las condiciones de vida, hasta ahora, han sido un lamentable fracaso.
    El sofisma de Calderón no es diferente al de Salinas, porque éste como aquél, en la urgencia se salir airosos, el patrimonio nacional sigue siendo el recurso inmediato del que hay que echar mano para ponerlo en venta: empobreciendo al país para empobrecer más a la gente jodida.
    Tampoco se ve que Felipe tenga la capacidad y la viveza suficiente para hacer lo contrario. Eso y más nos espera con este régimen sexenal.
    Veredes pues… cosas veredes.

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