"México ¿Estado fallido?"
Al inicio de este año, en medios académicos y de comunicación aparecieron dos caracterizaciones sobre el futuro mexicano. Ambas indican percepciones que van ganando espacio en la opinión pública y, dependiendo de cómo evolucionen las cosas en los próximos meses, podrían tomar fuerza y devaluar aún más la imagen que se tiene sobre nuestro país. La primera de ellas se desprendió de un comentario off the record atribuido a Condolezza Rice, la ex Secretaria de Estado de los Estados Unidos, el mismo que ha trascendido a la prensa mexicana. Se trata de la afirmación de que si hoy habría que hablar de sitios álgidos para Washington éstos serían México y Pakistán. En un mundo sacudido todavía por el terrorismo pakistaní en la India podría parecer un exceso incorporar a México cuando no hemos llegado a tales niveles. Aunque después de los acontecimientos de Morelia no faltará quien diga: quizá no estamos tan lejos. Pero, al margen de mayor o menor similitud entre estos países tan distantes, lo cierto es que la opinión de Rice tuvo un efecto activo en los círculos del poder de México y Washington.
Rendimiento institucional
Desde 2006 nuestro país ha venido cayendo en algunos índices de rendimiento institucional (ver www. freedomhouse.org, pero, muy especialmente en los influyentes trabajos demoscópicos de www.foreignpolicy. com y www.fundforpeace.org), que sitúan al país en los límites de los llamados Estados fallidos, es decir, "un tipo de régimen ineficaz que no puede hacer cumplir la Constitución y las leyes". México no se encuentra entre los primeros 60 países pero ya aparece cerca en la categoría de Estado límite (Failed State, 2008). Luego de estar en ese punto pudiera suceder cualquier cosa, incluso estar en juego la viabilidad de un proyecto nacional por la incapacidad del Estado para garantizar seguridad pública y sus fronteras.
Esta caracterización viene desde Ilustración: Noroeste / Daniel Terán 2005 y hasta ahora parecía inquietar poco al Gobierno mexicano. Era vista, quizá, como un asunto académico que no iba más allá de un cenáculo de hombres de lentes, corbata, traje y pipa. Sería, curiosamente, Condolezza Rice quien traería a la mesa el tema en los últimos días de la administración Bush, pero más contundente fue la revista Forbes (22-12-08), que publicó un artículo titulado El próximo desastre. Esto llevó al Presidente Felipe Calderón a convocar el 9 de enero a la Vigésima Reunión de Embajadores y Cónsules para dar directrices sobre cómo combatir esa mala opinión sobre México.
Y, sorprendentemente, no fue el Presidente Calderón el orador principal de ese cónclave diplomático, sino el historiador Enrique Krauze, quien advirtió sobre la opinión que existe en los corredores de Washington y dio argumentos para combatirla. Al margen de la anécdota y de cualquier valoración que pudiera existir luego de esa convocatoria diplomática, sobre todo siendo en la víspera de la entrevista entre Felipe Calderón y el entonces Presidente electo Barack Obama, lo cierto es que volvió a ser tema y motivo de preocupación en Los Pinos.
"Pretorización silenciosa"
Otra visión es la llamada pretorización silenciosa, desprendida de algunos medios periodísticos y políticos. Quien la registra mejor es la empresa privada de prospectiva Strategos Consultores (www.strategos.com) en su edición de enero de 2009. Su análisis se centra principalmente en la debilidad del Gobierno mexicano hacia el crimen organizado y el posicionamiento político del Ejército. Nos recuerda que de nueva cuenta hay interés en abrir la discusión sobre un eventual Presidente sustituto (El Universal, 10-1-09), un tema que en el primer año de Gobierno de Calderón fue motivo de tratamiento político y mediático por el bajo rendimiento institucional. Alude, además, a un discurso del Secretario de Defensa, Guillermo Galván, en el que inusualmente hace un pronunciamiento de tipo político como respuesta a la actitud indiferente de la oposición frente a la lucha contra el narcotráfico.
El escenario está construido con cuatro piezas y un previsible desenlace. En el caso extremo de cumplirse la hipótesis atrevida de Strategos modificaría radicalmente nuestra vida institucional: 1) el Gobierno mexicano mantiene su lucha contra el crimen organizado y la agudización de este enfrentamiento alimenta la idea de que Felipe Calderón no termine su periodo, por lo que pudiera haber un Presidente sustituto; 2) como en nuestro entramado institucional no existe la figura de vicepresidente, de hacerse realidad esta hipótesis la decisión de nombrar un Presidente sustituto recaería en un Poder legislativo dividido, que fácilmente polarizaría a los partidos y eso generaría una experiencia inédita en nuestra historia institucional; 3) ante una situación extraordinaria como ésta, la única garantía de estabilidad sería el Ejército y es lo que, según dicha versión, explicaría los posicionamientos habidos recientemente en las más altas esferas de la cúpula castrense; 4) Sin embargo, si esta garantía no se cumple y el Ejército se muestra incapaz de contrarrestar al crimen organizado entraríamos en un escenario de profundización de la crisis, sobre todo luego de que en los últimos meses se han puesto de manifiesto, en voz de los propios jefes militares, las capacidades limitadas para operaciones de mediano o largo plazo; y 5) ante este escenario se plantea la hipótesis de que los Estados Unidos, en tanto un problema para su seguridad nacional, intervendría más decidida y abiertamente en la lucha contra el narcotráfico. ¿Y qué significa eso? Pudiera ser cualquier cosa y dependerá de sus análisis.
En suma, el off the record de la señora Rice de ser cierto, aunque para el caso ya da lo mismo, si lo vemos cómo lo ha divulgado la prensa de ambos lados de la frontera y ha movilizado al primer círculo del poder, apunta a que el balance de la lucha contra el crimen organizado es negativo y eso pudiera obligar a mover las piezas en otra dirección. No hay muchas alternativas en clave democrática o las que ha habido hasta ahora, como el gran acuerdo nacional fallido contra la inseguridad, no han dado ni medianamente resultados positivos. Y los gobernadores que dijeron que si no los había se irían, están en sus cargos públicos más preocupados por las candidaturas federales y locales que por este tipo de percepciones.
Ambos enfoques podrían tener implicaciones institucionales serias:La primera, seguramente promovida por los sectores más conservadores de EstadosUnidos, borra de un plumazo el proceso de cambio que lleva casi dos décadas en México, como lo diría Enrique Krauze en su alocución frente a los diplomáticos: "con una economía abierta, diversificada y parcialmente moderna. Y la hazaña aún mayor de haber conquistado una transición democrática más aterciopelada que la de Praga: el país de la alquimia electoral creó el IFE; el país de la presidencia imperial eligió un Congresode oposición; el país del centralismo dispersó el poder en estados y municipios; el país del partido único abrió paso a la alternancia; el país de la transa y la corrupción introdujo una ley de transparencia; el país de la 'dictadura perfecta' instauró las más amplias libertades cívicas". Vamos, que no se vale actuar así, cuando se ha trabajado bien. No importa la incapacidad para generar los empleos suficientes que reduzcan la migración hacia los Estados Unidos o para disminuir los índices de corrupción.
La segunda implicación es más incisiva pues pone el énfasis en la impotencia del gobierno civil y el sistema de partidos, dando un papel protagónico al Ejército. Pero, la espiral no termina ahí, lo lleva al extremo de reconocer que podría ser incapaz de cumplir con las tareas de seguridad nacional. Y ante este escenario, sería inminente una mayor presencia de los militares estadounidenses, como abiertamente lo anuncia el Departamento de Defensa de los Estados Unidos a través del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos (El Universal, 13 de enero de 2007) que insiste en la idea sostenida por Condolezza Rice de que el país se encuentra entre los sitios álgidos, pero con dos añadidos: lo reconoce ya como un Estado fallido y considera que México podría entrar en una situación de colapso rápido que obligaría la intervención de los Estados Unidos en México.
Resorte del Gobierno
Sorprendió la ausencia de una reacción rápida del Gobierno mexicano. El Presidente, en lugar de dar una respuesta contundente a la altura de las declaraciones oficiosas y mediáticas, sostiene un discurso muy mesurado, casi explicativo: En México, afirma, "se está viviendo un proceso de recomposición institucional, que estamos poniendo la casa en orden; que así nos tome muchos años, como deben tomar muchos años los cambios trascendentes de cualquier nación, estamos recomponiendo la vida institucional del país, reorganizando y limpiando de arriba hasta abajo las policías federales, restaurando nuestras instituciones, vulneradas durante años, o quizá durante décadas". No pasa inadvertida la frase con aire de reclamo: "no es una lucha por ir a rescatar o a tomar por la fuerza algún recurso de una nación externa a miles de kilómetros de distancia".
El problema de esta percepción es que se parte de que es una guerra buena y las guerras buenas siempre se ganan. Lo cual es falso. En un escenario de guerra, "la guerra que nos toca vivir" diría Krauze, puede perderse y toda guerra empieza a frustrarse cuando existe la percepción de la derrota. Y la historia enseña que en las guerras se establecen alianzas para fortalecer los combates.
En este escenario sólo un golpe de timón pareciera poder dar al gobierno la posibilidad de tomar el control político, pero esta oportunidad entraña desafíos inéditos de los que no se sabe si el Presidente está dispuesto a correr. Y menos aún, ¿de qué tipo de desafíos?, ¿y con cuál alcance? ¿Con qué aliados? Cualquiera que sea la respuesta en clave positiva una cosa es clara, bajo un mínimo de racionalidad política no puede ser por debajo de la que se le reclamaría a un Estado en vías de poder ser reconocido técnicamente, aunque políticamente ya está caracterizado, tanto por el gobierno estadounidense como por su prensa tan influyente en medios financieros. Por eso la pregunta que inquieta es si estamos ante un Estado fallido o en un ambiente de presiones que debilitan nuestras capacidades frente a los Estados Unidos. Usted, ¿qué opina?