|
"SEMANA SANTA"

"Mezcla elementos prehispánicos festejo de Semana Santa en Sinaloa"

"La festividad se realiza en centros ceremoniales de comunidades como Mochicahui, San Miguel Zapotitlán, Tehueco, Charay, Bibajaqui, Téroque, Sinaloa de Leyva, Sibirijoa, entre otros"
10/11/2015 07:40

    CULIACÁN._ La conmemoración de la Semana Santa en Sinaloa recrea la Pasión y Muerte de Jesucristo de una manera particular, en la que se observa con claridad el sincretismo religioso.

    "Se manifiestan elementos totémicos prehispánicos mezclados con aspectos de la Iglesia Católica y rituales paralelos a las danzas y cantos relacionados al venado, pascola de los judíos o fariseos", señaló el sociólogo Marco Antonio Borboa Trasviña.

    En su estudio sobre las tradiciones indígenas, indicó que la Semana Santa yoreme es uno de los acontecimientos más importantes y floridos del grupo indígena mayo-yoreme del norte de Sinaloa y sur de Sonora.

    En Sinaloa, esta festividad se realiza en centros ceremoniales de comunidades como Mochicahui, San Miguel Zapotitlán, Tehueco, Charay, Bibajaqui, Téroque, Sinaloa de Leyva, Sibirijoa, entre otros.

    Tal parece que comenzó a darse desde el inicio de la evangelización de los naturales para convertirlos con mayor facilidad al catolicismo, indicó el especialista.

    Por su parte, el historiador F. Leandro Quintero recrea esta pasión religiosa cuando narra la primera fiesta después de que se concluyó la construcción de la primera Iglesia dirigida por el padre jesuita Andrés Pérez de Ribas, en San Jerónimo de Mochicahui.

    Describió que la dedicación de la iglesia y de la ermita fue simultánea, "la noche de la víspera se colocaron de cada parte, a fin de que alternando se correspondieran los sones, un terno de chirimía y otro de trompeta, y se encendieron también en una y otra parte vistosos fuegos y luminarias".

    "En lo alto de la iglesia ondeaban estandartes y gallardetes, en tanto que en la anchurosa plaza de enfrente, se encendieran fuegos a la luz de los cuales, los indios, con extremado regocijo se entregaron al goce de sus danzas vernáculas.

    "Al día siguiente una procesión recorrió las calles del poblado, ex profeso adornadas con follajes de árboles, que concluyó alrededor de la plaza, en cuya cuatro esquinas se levantaron enramadas con ramos y en las que improvisaron altares", indicó.

    "Hubo misa cantada, con música y un padre dijo el sermón en la lengua, la fiesta remató con regalo de abundante comida y de la que más gustan los indios", expuso.

    Desde entonces, el ritual católico ha ido acompañado por las danzas, música y cantos de los zuaques y desde el primer momento se manifestó el sincretismo religioso que hasta hoy se observa.

    El misionero Pérez de Rivas entendió, seguramente, que había que reencauzar las manifestaciones autóctonas ya que es imposible cambiar radicalmente la cultura de un pueblo, menos de uno tan rebelde y guerrero como el de Mochicahui.

    Actualmente, sus tambores y danzas tienen otro significado, ya no convocan a la guerra contra sus vecinos o cristianos que celebraban triunfos con sus cabezas cortadas, sino para celebrar fiestas en honor a Cristo y a su santísima madre.