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"Día de muertos"

"Mirna tiene su lugar en el panteón"

"Sus amigos se reían de ella porque compró un espacio en el Panteón Ángela Peralta, pero ella lo tiene muy claro, quiere descansar junto a los suyos"
06/11/2015 11:42

    Ariel Noriega

    Mirna Peña García no está muerta, ¡ni lo mande Dios!, pero ya tiene su lugar en el Panteón Ángela Peralta, donde se pasea desde que era niña, cuando iba a visitar a sus abuelos.
    Caminando entre las tumbas, Mirna parece acostumbrada al lugar, camina despacio por sus casi 70 años, pero no se pierde ni siente miedo, en unos minutos ya está junto a la tumba donde un día descansará para siempre.
    Lleva una lata de pintura blanca y la acompañan varios de sus familiares, cumplen con una vieja tradición familiar, limpian y arreglan la tumba de sus familiares que se les han adelantado, para celebrar el Día de Muertos con un Rosario y flores frescas.
    Mirna y su familia toman muy en serio la visita al panteón, para empezar no sólo lo visitan el 2 de noviembre, arreglan el lugar el Día del Padre, el Día de las Madres, en los cumpleaños de cada uno de los que se han ido y en alguna que otra ocasión.
    Como sus hermanos se casaron y las nuevas familias ya no tienen cabida en el Ángela Peralta, también visitan otros panteones, se distribuyen el trabajo y le ponen falta al que no asista.
    Mirna cuenta que compró su espacio en el panteón cuando trabajaba para la UAS, donde era sindicalizada, y asegura que sus compañeros de trabajo se rieron de ella porque pensaba en el día de su muerte, pero ella siguió adelante con su proyecto.
    "A nadie le gusta hablar de la muerte, pero no hay que ver para atrás, hay que ver para adelante, lo de atrás pa qué, si ya lo viviste", asegura.
    La relación de Mirna con el Panteón Ángela Peralta es vieja, comenzó cuando la llevaban de niña a visitar la tumba de sus abuelos y se reafirmó el día que compró su espacio a perpetuidad, donde ahora descansan una gran cantidad de sus familiares.
    "Aquí está mi papá, mi mamá, mi cuñado, mi hermana que me seguía y una sobrinita, y en aquella está mi abuela materna y una hermana de mi mamá, y en aquella de allá están mis abuelos maternos".
    Mirna señala la tumba donde descansan sus padres y donde será sepultada.
    "Yo quiero estar allá, con mis papás", platica.
    Mientras un sobrino repinta las letras de la tumba de sus padres, su hermana Gloria corta la hierba y su hermano pinta de blanco las tumbas, Mirna asegura que en el panteón se siente agusto, porque los vivos están afuera.
    "Yo no le tengo miedo a los muertos, le tengo miedo a los vivitos", dice y suelta una carcajada.
    Entre broma y broma, Mirna reflexiona y cuenta que nunca se casó, que no tuvo hijos, y a los mejor eso la hizo pensar en su futuro y hasta planear su propio entierro.
    "Si yo tuviera una familia, a lo mejor pensaría diferente, pero cómo yo no me casó, yo no tengo a nadie, sólo tengo a mis hermanos y a mis sobrinos, por eso fue más fácil que pensara así, por mi".
    Es tarde y faltan algunos días para el Día de Muertos, el panteón está vacío, sólo una familia trabaja arreglando sus tres tumbas, se escuchan las carcajadas de Mirna, y seguro que unos años se seguirán escuchando.