"Nostalgias fresas: El Hotel Camino Real"
Enrique Vega Ayala
MAZATLÁN._Para los mazatlecos nacidos justo hacia la mitad del Siglo 20, la referencia al Hotel Camino Real genera nostalgia, mismo sentimiento que les insuflan las menciones del Hotel Belmar a los porteños de la primera mitad de aquel siglo. Claro, no todos pudieron disfrutar de los servicios que ofrecían esos hoteles de lujo, en sus momentos de gloria. Eso sí, de manera generalizada, todos por igual tenemos a esos sitios como detonantes de "melancólicos recuerdos del Mazatlán de ayer". Sin embargo, como siempre ha habido unos más iguales que otros, aquellos que su tiempos mozos inauguraron en estas tierras el concepto "jóvenes fresas" resienten con mayor contundencia el golpe de las añoranzas de la dicha perdida, cuando El Puppets, El Chiquita Banana, El Laffite o La Terraza les hacen guiños en la memoria.
Ya hay muy pocos mazatlecos vivos que recuerdan lo poco accesibles que eran las playas del norte de la ciudad todavía hasta mediados del Siglo 20. A Ulises George Salomon lo apodaron "El gringo loco" por atreverse a abrir un hotel en una playa lejanísima de la ciudad en 1955, el Hotel Paya. Pero, a principios de los setenta, bajo el impulso de proyectos de desarrollo turístico y de ambiciones inmobiliarias, la Avenida Camarón Sábalo "aproximó" esas playas, para el disfrute de propios y extraños; aunque, en realidad, el destino empresarial para esos espacios incluía restringir los accesos a esas áreas a las clases populares. Propósito que no se logró del todo, aunque todavía las cercas y las guardias de seguridad procuren vedarlas a quien no sea cliente de los llamados "hoteles de playa".
En 1971 abrió sus puertas el Hotel Camino Real, que se anunciaba como "poseedor de la única playa privada de Mazatlán", construido sobre uno de los farallones del Sábalo, con una extraordinaria vista al mar; además, sus grandes jardines -embellecidos con más de trescientas palmeras-; y, sus 165 habitaciones, lo convirtieron en el primer hotel local en tener la clasificación de AA, el nivel más alto en los criterios oficiales de entonces (que más tarde fue cambiado por estrellas, de las que este hotel ostentó el número máximo de cinco). Sus restaurante: el "Lafitte", especializado en comida francesa; el Chiquita Banana, su bar en la playa; pero, sobre todo, la disco "Puppets", lo hicieron centro de reunión de las élites sociales del puerto. Era como un castillo y en él se respiraba un aire aristócrático.
Los asiduos todavía recuerdan las largas temporadas en que disfrutaron las instalaciones del centro nocturno "El Sábalo" (nombre original del sitio), con música viva, al ritmo de "Pat Henry y sus diablos azules" (¿será antecedente del mote impuesto al ahora tres veces Alcalde Alejandro Higuera?). Hay quienes se exaltan nomás de recordar a "Los Lobos de Penélope" (hasta recuerdan que le decían "piernélope"), que vino a presentarse por unos días y se quedó meses amenizándoles las noches. Luego llegó Ernie Sánchez (quien más tarde sería un reconocido publirelacionista de un sello disquero trasnacional) y cambió el modelo del antro, para dejarlo tatuado en la memoria de aquella generación como símbolo de sus andanzas juveniles. Unos llamativos muñecos colgados, (íconos que justificaron el nuevo nombre, "Puppets"), decoraban la pista redonda. Lo novedoso de ésta -que tenía piso de acrílico y brillantes luces emergiendo desde el fondo, más los alardes técnicos en iluminación-, la distribución de la clientela en dos plantas internas, las mesitas bajas, los taburetes, en el "ambiente exclusivo" que garantizaba, le desparpajó el cerebro para siempre a uno que otro parroquiano, pues acudir cotidianamente a aquél deslumbrante lugar se les convirtió a varios en una especie de adicción.
Sin embargo, el Hotel Camino Real, que tantas expectativas causó con su instalación y que rápidamente se convirtió en el espacio privilegiado de "todo Mazatlán", padeció un sinfín de desventuras empresariales y terminó desmantelado. Su discoteca, su bar en la playa, su restaurante con vista panorámica, que estuvieron de moda por un tiempo, decayeron ostensiblemente hasta el cierre definitivo de las instalaciones. En el traspaso a nuevos dueños perdió el nombre y el glamour. A principios del Siglo 21 el hotel es renombrado como Playa Real. A partir de 2003, lo administraba el grupo Hospitalidad Latina y se llamaba Hotel Faro Mazatlán.
El episodio actual de la historia de este sitio privilegiado no termina de escribirse. El conflicto por el cierre de operaciones de la empresa, por decisión de sus propietarios, y la huelga de sus trabajadores en reclamo por sus derechos, están en manos de la justicia, que ya se tardó en resolver como es la penosa costumbre nacional-. Luego veremos si renace algo de esos ya casi escombros o si se tendrán que exhibir las ruinas, en los tours del futuro, como restos de un pasado memorable.