No es necesario ni siquiera entrar formalmente a la Ciudad de México. Apenas termina la autopista de acceso, cuando ya a nuestro alrededor nos rodean cientos de vehículos. Señores, ¡bienvenidos a la ciudad de hierro! Esa misma a la que le han cantado tantos admirados juglares, pero que sólo citaré a uno, el entrañable Rockdrigo González.
Más que asustados, una fascinación nos envuelve, ya estamos en Santa Fe, y pronto se dejan ver los grandes edificios, lujo que contrasta con la pobreza que se percibe en los alrededores más allá de la vista que se impone en esas moles de espejos y estructuras.
Mientras trato de concentrarme en el tráfico, éste nos empuja a una avenida elevada, ¡Qué importa, igual estamos perdidos si nos vamos por abajo!
El teléfono suena insistente, mi "brother Jesú" está al pendiente de cada cien metros que a paso lento vamos recorriendo. ¿Dónde te encuentras?- No sé. Donde hay muchos carros, por todos lados hay.
-Fíjate en los letreros, sigue todos los que te digan que vas al Paseo de la Reforma, llevo un carro tal y tal, voy a ir con las luces intermitentes. Juega, está bien. Pondremos atención.
Y sí, estamos atentos, pero lo que nos roba la atención es lo fascinante que resulta ver esa maraña de carros, atravesándose por todos lados, siguiendo quizá rutas que ni ellos mismos habían planeado, yo los veía a todos perdidos, ya me daban ganas de llevarlos por mi cuenta a sus destinos, pero ninguno de ellos tenía la deferencia de siquiera mirarnos, así es que no podía preguntarles sobre Paseo de la Reforma, ni si quisieran conocer algo de mis barrios Matamoros o el Cojón en Escuinapa.
Una vez más el teléfono, otra vez las mismas indicaciones, no podría ver nunca los letreros de la calle que buscaba porque azares del destino- ya iba sobre la misma, ya mi brother estaba a unas cuantas cuadras.
Mi copiloto me dice que lo ve, -"Allí está. Freno, trato de hacerme a la izquierda para estacionarme, lamentable error, el vehículo de atrás frena intempestivo, claxonazo, seguro una maltratada que no percibo, luego el de atrás del de atrás y todos los que le siguen hacen lo mismo. Por una extraña y milagrosa razón nadie choca.
Apenado sigo mi camino, otros mil vehículos me rodean. Otra vez el teléfono me indica que vea ahora Paseo de las Palmas, localizo el letrero, lo sigo y atentos escuchamos de nuevo la voz electrónica de mi broter, que ya me vio que de vuelta por Tecamachalco.
Pero ese letrero está del otro lado de la avenida, por la derecha, yo estoy justo del otro extremo y entre mi carro y el de él hay mil que me impiden dar vuelta por el pueblo que vio nacer a aquel inolvidable pítcher llamado Aurelio López.
De pronto se me ocurre un acto sencillo, sacar mi rostro, mi mano, pedirle a la conductora que está apenas atrás a mi lado, me de chanza, me dijo que sí, extrañada tal vez- porque un automovilista pide permiso y no se atraviesa, la acción la vio el taxista de otro lado y también me permite seguir la forzada marcha, lo mismo el otro conductor y el otro, agradeciendo las cortesías a diestra y siniestra paso como Moisés abriendo las aguas del Mar Rojo. ¡Llego al destino!
Mi amigo me guía, feliz lo sigo, primera aventura saldada con satisfacción, sorteamos el primero y tal vez más arquetípico de los fenómenos en la Ciudad de México, el tráfico que sí, que es de los mil infiernos, pero que pude solventar como el Dante gracias a este Virgilio que me hace sentir en mi casa. Ya les platicaré después de lo que siga ocurriendo.
Que no checan números
El tema que está en boga estos días es la evidente inflación en la nómina municipal, uno de los tantos lastres que tiene este desgobierno. Pero el problema viene desde los partidos políticos que simplemente sirven como agencias de colocación de empleo en el Gobierno municipal.
La existencia de tantos "trabajadores" en la administración pone en evidencia que esta carece de los mínimos preceptos de un buen empresario que sabe que no se debe gastar más de lo que entra a la empresa. Esto es diferente, aquí las arcas municipales se ven como un botín.
Vemos que los partidos políticos hacen las funciones de agencias de colocación de empleo. Y esta situación la vemos en los diferentes niveles de la administración.