"Punto Cardinal"

"Nico, el de Rosario"
16/11/2015 09:45

    Precisamente, y por extraño coincidencia, ayer salió en Noroeste un reportaje de una señora de El Rosario, que luchaba, como quien esto escribe, contra el cáncer. Uno de los personajes centrales de la trama es el doctor Nicolás Solorza, a quien llamaremos "Nico", el de Rosario. 

    Pues bien, continuando con el relato de mis siete días en la capital mexicana, ese primer día pleno en la Ciudad de México, les hablo del viernes 17 de abril, lo visité en la Colonia Nápoles, donde tiene su consultorio. Nos encontramos pues con un hombre en plenitud de facultades a sus 63 años que apenas cumplió justo un día después de esa visita. 

    Llegamos a tiempo, me esperaba. Afable, me escuchó como escuchan los que están acostumbrados a hacerlo. Yo, el enfermo, él, un puente a mi sanación. Me dio confianza, miró las posibilidades, me sugirió un estudio de medicina nuclear llamado Pet, él mismo sacó la ficha en el Instituto de Cancerología de México, el miércoles 22 me hicieron el estudio: dentro de lo que cabe, buenas noticias, el cáncer está encapsulado pero se debe de operar, ya. 

    ¿Qué puedo decir del Nico? Perdonen mi abrupta confianza, pero una vez que quedamos de acuerdo en los pasos procedentes, le pregunté -a sugerencia de mi brother "Jesú"- "Doctor, me dice mi amigo que esta pregunta comúnmente no se hace a los doctores, pero él quiere -yo también- saber si puedo echarme unas cervecitas, pese a mi enfermedad…". 

    La verdad, yo tenía semanas sin probar otra cosa que no sea agua de guanaba, té de hojas de guanaba, frutita picada de guanaba y todas las variedades que tienen la guanaba, la moringa, la sábila, la miel virgen y cuanta cosa se le ocurra a la humanidad es buena contra el cáncer. Así es que -dicha sea la verdad- tenía ganas de libar de las aguas de las verdes matas. 

    Entonces, el doctor me dijo: "Mira, Ramón, cuando voy al Rosario, los amigos y los pacientes dicen 'Vamos con el Nico porque él no nos prohíbe nada'. En este caso tú puedes tomarte unas cervecitas, todo con moderación". 

    Esa fue la sugerencia y nosotros felices nos fuimos al salón Corona, pleno centro de la Ciudad de México. Por lo menos tres tarros me tomé junto a la Miríndira Eréndira que, como fiel soldadera, no le quedó otra que mirar, tomar su refresquito y acatar "la orden" del General Nico, el de Rosario, que resultó ser su contraorden. 

    La Lupita y el "Jesú" también gozaron de ese momento inolvidable en el que pudimos tomarnos además una foto muy curiosa que algún día circulará por las redes sociales de manera viral. 

    Por lo pronto quiero decirles gracias de nuevo a todos mis doctores en Escuinapa, a los de Culiacán y especialmente a Gilberto Nicolás Solorza Luna, cirujano oncólogo, hombre de principios, valores, compromiso, dedicación y trabajo, que ha dejado huella con su trayectoria profesional y como individuo. 

    Su trayectoria está marcada por el profesionalismo en su actividad cotidiana clínico-quirúrgica, el gran respeto y afecto a sus pacientes, colegas y autoridades. 

    La comunidad oncológica mexicana, en un escrito que descubrí en internet, le reconoce y agradece lo hecho (que es muchísimo y que aquí será imposible reproducirlo) estando ciertos de que aún puede dar más. 

    Dicha sociedad -asegura el escrito- se siente orgullosa de contar con él como miembro distinguido, por ser ejemplo de entusiasmo, trabajo, perseverancia, valores y humanismo para las generaciones venideras. 

    En fin, Nico, el de Rosario, es un modelo de integridad, confianza, autoridad, saber ser un buen amigo, un excelente profesor y sin duda un líder. Personalmente pude comprobar, con los pocos días en que lo he tratado, que tiene un gran don de servicio y de entrega, así sin más ni más. 

    Ya les seguiré informando de mi situación de salud, hasta donde me sea posible. No quisiera que mis doctores en Escuinapa se sientan menos, al contrario, pude comprobar que todos sus análisis, calificaciones y dictámenes, fueron corroborándose una vez que los estudios nucleares y de inmunuhistoquímica aparecieron. La verdad es que podemos sentirnos orgullosos de nuestros doctores. 

    Se me terminó el espacio. Ya continuaremos con la crónica del viaje y con la triste historia de nuestro cándido Escuinapa y sus desgobernantes desalmados.