"Sargento Hernández, un héroe mazatleco en la lucha por la Independencia nacional"
Enrique Vega Ayala Cronista oficial de Mazatlán
El sargento Hernández, mazatleco que se desempeñaba como miliciano de la partida que estaba asentada en el Presidio de Mazatlán (hoy Villa Unión), justo el 31 de diciembre de 1810 ofrendó su vida por la causa de la Independencia que encabezaba el cura Miguel Hidalgo, en la batalla de San Ignacio.
El sargento Hernández encabezó a los soldados presidiales a su cargo, todos del pueblo de Mazatlán de los mulatos, cuando el 26 de diciembre de 1810 decidieron unirse al ejército libertador dirigido por José María González Hermosillo; quien cumplía las encomiendas de Hidalgo: liberar las tierras del noroeste de la Nueva España y, en particular, controlar el mineral de Cosalá para obtener la mayor cantidad de fondos, con los cuales sufragar la lucha insurgente.
El ejército de González Hermosillo estaba formado por gente sencilla de los distintos pueblos (Magdalena, Tepic, Acaponeta y El Rosario), por los que iba pasando y quienes se sumaban a la gesta portando las armas o aperos que podían usarse en la lucha. Había iniciado el recorrido en Guadalajara y en la aventura llegó a Sinaloa; tomó El Rosario y continuó rumbo a San Sebastián (hoy Concordia). En esa etapa, González Hermosillo llegó al Presidio de Mazatlán y con mucho agrado aceptó la incorporación de los milicianos mazatlecos, pues muy pocos de los campesinos e indígenas que se le habían sumado contaban con los conocimientos, entrenamiento militar y armas de este cuerpo de milicia encargado de custodiar los caminos y el puerto. A las huestes insurgentes de González Hermosillo, esta adhesión le significó un refuerzo fundamental y alentó sus esperanzas de cumplir cabalmente las instrucciones recibidas de don Miguel Hidalgo.
Luego de que los mulatos del Presidio mazatleco se le unieron, González Hermosillo dirigió sus tropas hacia San Sebastián, donde fueron recibidos con aclamaciones y repiques de campanas. Sin perder mucho tiempo en festejos de victoria, los insurgentes se encaminaron inmediatamente rumbo a San Ignacio.
Al llegar a la antigua cabecera misional del Piaxtla hubo una serie de escaramuzas que terminaron con la derrota de lo alzados. En una de ellas, las crónicas de la época destacan el heroico papel que jugó el sargento Hernández al exponerse frente al enemigo para tratar de ganar adeptos y derrotar a los realistas.
El relato más fiel de los hechos titulado "Expedición al Rosario y San Ignacio de Piaxtla en la provincia de Sonora, en diciembre de 1810 y enero de 1811", que al parecer fue escrito por el padre Francisco Parra, otro de los protagonistas de esa aventura, describe las acciones iniciales de lo que fue la Batalla de San Ignacio. En él se señala textualmente:
"Día 29 (de diciembre de 1810). Se puso el ejército (libertador) sobre la cima de un cerrillo que dominaba por el sur al pueblo de San Ignacio, desde donde los tiros de cañón alcanzaban a todos los edificios de la población; divide al pueblo del cerro un río abundante en agua que en tiempo de lluvias suele ser intransitable."
"Día 31 (de diciembre de 1810) algunos soldados de a caballo de la guarnición de Mazatlán, con el sargento Hernández, bajaron del cerrillo a las señas que hacían otros de los enemigos en la orilla, por la banda opuesta al río, conoció el sargento a dos de ellos que habían sido sus compañeros en El Rosario, el murmullo del agua impedía que se oyeran las voces, pero con el movimiento de las manos lo llamaron a que viniera a conversar con ellos; entendido por el sargento, y animado por su mucho valor, aprieta las espuelas al caballo, y se arroja al río que pasó casi a nado; contesta con sus antiguos camaradas y quedan de acuerdo, que al otro día en el mismo sitio vendría mucha más gente de los enemigos que conquistarían para reunírseles, y pasarse al ejército libertador. Contentísimo Hernández dio la vuelta después de haber dado un estrecho abrazo a los que se le habían manifestado amigos, y he aquí que cuando había entrado ya más de 12 varas en el río, uno de aquellos pérfidos dispara el fusil, y le atraviesa la bala por la espalda; cayó Hernández a la agua, y sólo el caballo sin jinete pasó al lado opuesto; hubo después algunos tiros de orilla a orilla, todo inútil, pues apenas alcanzaban las balas, y aunque hubieran llegado con fuerza, no podrían causar daño por haberse repechado todos en los matorrales y peñascos."
En esta narración, recogida en el libro Colección de Documentos para la Historia de la Guerra de Independencia, de Juan E. Hernández Dávalos, publicado por la UNAM en 2007, se puede apreciar las condiciones en las que el sargento Hernández ofrendó su vida por la causa libertaria. Fue traicionado por soldados realistas a quienes José María González Hermosillo había indultado en El Rosario, en un acto magnánimo unos días atrás. La buena fe de los iniciadores de la lucha por la Independencia fue dos veces traicionada por esos realistas, pues faltaron al juramento solemne de no empuñar de nuevo las armas para enfrentar a los independentistas, que habían realizado al recibir el perdón, y asesinaron por la espalda a un entusiasta y bien intencionado soldado insurgente, que no había dudado en incorporarse a esa causa justa, a la que se negó a combatir como miliciano al servicio de la corona.
La aventura de las tropas de González Hermosillo no fue más allá de la orilla del Río Piaxtla. Los batallones del Intendente Alejo García Conde, lograron allí mismo propinar la derrota definitiva a aquella expedición libertaria.
En ocasión del inicio de las celebraciones del Bicentenario de la gesta de Hidalgo es importante rescatar la intervención del sargento Hernández en ella. Por modesta que haya sido su contribución, está inscrita y destaca entre los acontecimientos registrados por los cronistas de esos hechos. En los bronces de la historia local debía perseverar ese recuerdo para honrar a través de un mazatleco humilde a todos los hombres sencillos que se adhirieron a la causa independentista y le dieron impulso, a costa de su propia sangre, y cuyos nombres se perdieron en los tiempos.