"Sin miedo a las batallas"
Para charlar con él es necesario subir un poco más el tono de voz y emplear las manos. No escucha bien y tampoco se puede mover mucho en su silla de plástico debido a una operación reciente; aún así conserva la determinación.
En la memoria de Humberto Gamboa Montoya todavía se escuchan los disparos y el motor de los aviones, guarda las imágenes de compañeros mutilados en "pedacitos", y se cuenta que durante muchos años, no quiso volver a subirse a un avión.
Él es un héroe de guerra y uno de los sobrevivientes del Escuadrón Aéreo de Pelea 201, más conocido como Escuadrón 201, la fuerza militar mexicana que combatió en la Segunda Guerra Mundial por la liberación de la isla Luzón, en Filipinas.
Desde su casa de la Colonia López Mateos, el antiguo soldado vuelve a 1944, en la plenitud de la guerra, cuando un batallón especial de México viajó hacia Estados Unidos para un adiestramiento de armas.
Por lo menos él, nunca pensó que esa aventura lo llevaría a volar del otro del mundo. ¿Luchar contra los japoneses? ¿Ir a la guerra? Sencillamente nadie se lo había dicho.
"Llegamos a Estados Unidos, íbamos a un curso de perfeccionamiento para un nuevo armamento que nos iban a dar", recuerda.
Primero los enviaron a Pocatello y después a Greenville. Ahí en una ocasión se celebró una fiesta dentro de un gimnasio. Fue en ese lugar donde el Estado Mayor Presidencial de México les dio la noticia a sus soldados.
Humberto se grabó las palabras como el génesis de su historia:
"Soldados mexicanos, venimos en nombre de la Patria a comunicar la decisión de que el Presidente de la República ha determinado declarar la guerra a los países del Eje en función de la agresión".
Y es que los submarinos alemanes, poco antes, habían hundido un par de barcos petroleros nacionales sin ningún sobreviviente.
'Mexicanos al grito de guerra'
La epopeya de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana inspiró a Spectrum Films a filmar una película que hoy se encuentra en producción; el avance está libre en la plataforma Youtube.
No obstante, ninguna pantalla grande podrá reproducir con exactitud los episodios de aquellos soldados mexicanos, muchos de ellos apenas mayores de edad, que vivieron en la pelea contra la opresión del entonces imperio japonés.
- ¿A usted le dio miedo?
Cuando está uno joven la aventura no le da miedo a uno.
Después de la declaratoria de guerra, los soldados mexicanos cumplieron los últimos días de entrenamiento y navegaron por debajo del Golden Gate para unirse a un convoy marítimo estadounidense.
Salieron de noche y timonearon 33 días bordeando islas
atacados de cuando en cuando por los aviones enemigos.
"Aquí hay que reconocer, los norteamericanos tenían una artillería antiaérea fantástica. Antes de que los aviones llegaran ya los habíamos hecho pedazos. Apenas así pudimos pasar", dice el héroe.
- ¿Padeció hambre? ¿Frío?
No. Los norteamericanos eran expertos en eso (la guerra).
Los cadáveres aparecieron en cuanto llegaron a las calles de Filipinas. Durmió bajo unas arboledas "arrullado" por la furia de metralletas, la demencia de las bombas y las alarmas de ataques. "Aquí van a dormir", le dijeron, y él pensó, "Si es que podemos
porque está muy difícil".
Nacido en Chiapas en 1919, a sus 25 años Humberto no tenía hijos ni estaba casado; solamente tenía una novia de "pasada" en la Ciudad de México.
- ¿Cuando escuchaba los bombardeos en qué pensaba?
No se piensa en nada porque hay que tener sangre fría. Nos enseñaron a eso. El que tiene miedo es un hombre al agua.
"Ahí está uno preparado, sabe que sale un día pero no sabe si regresa y cuando regresábamos prohibido hacer comentarios, nadie hablaba, si uno caía (moría) uno seguía con lo suyo, los sentimentalismos no cuentan", señala.
En ese escenario, quizá ni Forrest Gump hubiera sobrevivido.
A los pocos días al sargento Gamboa se le asignó un avión con ametralladoras y bombas para los ataques a nombre de los Aliados; sus días eran volar, regresar a base, volar, regresar a base
hasta que se venció a los japoneses y llegó la paz.
Los años pasaron. El sargento dejó de serlo para convertirse en maestro de educación pública, así llegó a Mazatlán, se convirtió con el tiempo en director de las secundarias generales Guillermo Prieto y Leyes de Reforma, tuvo familia y casi cada año se reúne con los sobrevivientes del Escuadrón 201.
Hoy es uno de los soldados mexicanos en la historia más reconocidos.