"Tiene Doña Conchita unas manos curativas"
LA AMAPA, VILLA UNIÓN._ A falta de médico en La Amapa, un poblado perteneciente a la Sindicatura de Villa Unión, la casa de la señora María Concepción Torres Ramírez, de 87 años, se ha convertido en el hospital de esta comunidad.
Sus materiales son sus manos y los medicamentos son los más de 300 árboles que conoce y utiliza para curar desde catarros, hasta enfermedades crónico-degenerativas como la diabetes, además de los masajes que le brinda a sus pacientes.
"Yo no ocupo de aceites, ni nada, puedo dar masajes con mis manos, así nomás, a veces me pregunta la gente que si soy bruja, porque con tocar la planta de los pies sé el problema de salud que traen.
Si hay un piquete de alacrán o algo, la gente corre para acá conmigo, porque aquí no hay servicio médico, y en lo que se llega al hospital más cercano ya se murió", comenta.
María Concepción ha sido una de las fundadoras de La Amapa, un pueblo que durante el tiempo de lluvias se queda incomunicado por el paso de arroyos por el camino.
La falta de una carretera ha contribuido a las carencias de sus más de 2 mil habitantes, entre ellas un centro de atención a la salud, por este motivo ha aprendido sobre las propiedades curativas de las plantas para poder tratar cualquier padecimiento, en incluso atender partos.
"Vienen de muchas partes a verme, desde muy lejos cuando hay paso por el camino. Muchos años fui partera, los primeros que vi nacer ya son abuelos y ahora me dedico a curar con plantas y no lo hago por negocio, lo hago porque me gusta ayudar a los demás con sus problemas", dice.
"Doña Conchita", como le conocen sus vecinos y familiares, llegó al pueblo oriunda de Uruapan, Michoacán, acompañada de su marido y sus hijos, con la intención de asentarse en tierra fértil para la agricultura que era el oficio de su ya fallecido esposo.
"Nosotros pertenecíamos al ingenio azucarero Lázaro Cárdenas, nos venimos porque se hizo la ampliación de parcelas y a mi señor le gustaba mucho el campo, pero ya no estaba a gusto, entonces platicando con otro señor que vivía aquí, nos vinimos, nos dijeron que se estaba haciendo un ejido, pero nunca nos dijeron que no había agua, ni camino. Cuando llegué aquí eran poquitas casas, todas entre el monte y lo que había en cantidad eran víboras de cascabel", recuerda.
Aunque "doña Conchita", reconoce la preparación de los médicos, asegura que no existe mejor tratamiento que la medicina naturista.
"Para mí no hay malos doctores, todos están preparados, pero está saliendo tanto brote de enfermedades que ya los pobres ya no hayan qué hacer, y ya han venido muchos doctores aquí conmigo, principalmente a masajes, porque vienen lastimados y quieren aliviarse.
Tan fácil que es aliviarse con lo que nos da la naturaleza. El limón es el principal, es el rey de todas las plantas, para el diabetes está la tescalama, que es una planta que se da en el monte, para el corazón el avío, la guanabana para el cáncer, la cáscara de encino colorado que sirve para el cáncer que ya no tiene cura, si me pongo a decir todas no termino".
Fue gracias a su esposo, quien murió hace cinco años a causa de una embolia, que Doña Conchita aprendió a amar el campo y a valorar todo lo que nace de él.
"Mi esposo murió hace cinco años, murió de embolia, le dieron cuatro ataques al corazón, lo hice pararse y anduvo, pero luego no la libró. Yo lo tenía controlado con miel de abeja y sábila.
Él era campesino, estando con él aprendí a tenerle amor al campo. Gracias a Dios yo no tengo problemas de salud
nomás lo viejo, que eso ya no lo curan ni las hierbas", expresa entre carcajadas.
Doña Conchita asegura seguir enamorada de su esposo, con el que procreó 20 hijos y que le han hecho abuela de 52 nietos y cinco tataranietos.
"No es cierto que el amor se acaba con los años, hasta se ve uno con más amor por las experiencias dulces y amargas. El matrimonio es como la naranja lima, dulce y amargo, que si fuera pura dulzura el amor, pues no estaría bien, no sabría igual, tiene que llevar de todo", manifiesta.
Para conservar su estado de salud en óptimas condiciones, ha optado por seguir los hábitos de antaño en que caminar era el medio de transporte más común y seguir una dieta balanceada en la que las frutas y verduras abundaran era lo ideal.
"Es muy bonito vivir la vida larga, pero al mismo tiempo es triste, porque quisiera uno trabajar como cuando está uno nuevo, pero la fuerza ya no te alcanza, ya no puedes, aunque todavía puedo doblarme hasta el piso y sé de jóvenes que ya no pueden. En aquel entonces todos comíamos muy natural, ahorita comemos pura química, así nosotros propiamente nos estamos acabando.
En el campo ahora si no fumigan no se da nada y antes no, muchas plantas medicinales de aquél entonces ya se están acabando", lamenta.
La señora de 87 años recomienda a los jóvenes regresar a una vida natural, procurando alimentarse sanamente y realizando actividad física de vez en cuando.
"Dense cuenta de los gorditos, que ya hay tantos. Quiero aconsejar a los jóvenes de ahora para que lleguen a viejos, ahí sí está trabajoso porque nos gusta mucho la carne y la carne no nos deja nada bueno, pero estamos como el perrito, si no tenemos carne, la comida no está sabrosa. Tenemos que dejar de comer la comida chatarra y los refrescos", expresa.
CURANDERA
María Concepción Torres
Ramírez se ha convertido en
la curandera de La Amapa,
un poblado a 40 minutos
de la Sindicatura de Villa
Unión, donde los servicios
de salud son inexistentes.
"Yo no ocupo de aceites, ni nada, puedo dar masajes con mis manos, así nomás, a veces me pregunta la gente que si soy bruja, porque con tocar la planta de los pies sé el problema de salud que traen. Si hay un piquete de alacrán o algo, la gente corre para acá conmigo, porque aquí no hay servicio médico, y en lo que se llega al hospital más cercano ya se murió."