"Todos somos Sinaloa"

"Jesús Manuel De la Rocha López Portillo Médico"
07/11/2015 10:29

    Mario Martini

    La dictatorial permanencia en el poder del General Francisco Cañedo y los efectos de la Revolución que se extendieron hasta casi mitad de Siglo 20 acentuaron el atraso en temas fundamentales como educación y salud en Sinaloa, donde en 1940 morían diariamente en el Estado 70 niños de diarrea y vómitos, males extendidos con carácter de epidemia por las deficientes condiciones sanitarias en las principales ciudades del Estado que fueron propicias en lo general para el cólera morbus de 1851 que, entre centenas, mató al Gobernador José María Gaxiola, fiebre amarilla a fines del Siglo 19 que acabó con la Compañía de Ópera Italiana del Ruiseñor Mexicano Ángela Peralta, la peste bubónica de 1902 y la influenza española de 1918 que mató a unos 20 mil sinaloenses.
    En esas crisis de salud -como en la actual-, fue la comunidad médica, alérgica a las candilejas de la fama pública que enloquecen al político, la que, con profesionales incondicionales como el doctor Jesús Manuel de la Rocha López Portillo hicieron frente a la enfermedad y salvaron la vida a miles de sinaloenses.
    De 1900 a 1930, la tasa bruta de mortalidad en Sinaloa era muy alta como consecuencia de las insalubres condiciones prevalecientes, pero de 1940 a 1960 comenzó a descender por la importación de tecnología sanitaria de países desarrollados, la aplicación de medidas sanitarias, como el uso de pantaletas en las mujeres, y la construcción de diversos centros hospitalarios en la entidad. En aquellos tiempos los médicos sinaloenses se organizaron para combatir enfermedades infecciosas, como la viruela y paludismo –el doctor Jesús Kumate hizo una enorme contribución nacional a la investigación en infectología pediátrica- y otras que habían sido controladas pero resurgieron, como tifo, disentería, viruela, sarampión, tos ferina, tifoidea y poliomielitis.

    INFLUENZA ESPAÑOLA EN SINALOA
    Pero la más devastadora epidemias registradas en el Estado fue la de influenza española que entró por Mazatlán, se extendió por todo el estado y mató a unos 40 millones de personas en el mundo, contagiadas por el virus que los ejércitos de la Primera Gran Guerra llevaban de un país a otro. Para atender a los muchos enfermos se improvisó en Culiacán un hospital a cargo del doctor Andrés Vidales, quien tuvo que atender con un mínimo de recursos materiales a heridos de guerra y enfermos. A ese escenario llegó la familia De la Rocha-López Portillo, con su primogénito de 4 años.
    En el artículo "Pandemia de gripe", publicado en la revista especializada Elementos en septiembre de 2002, el doctor Rafael Valdez Aguilar relata: "la gripe ya era conocida en Sinaloa como una enfermedad infecciosa, transmisible y aguda, que ocurría periódicamente en los meses más fríos del año y que atacaba en forma leve a la mayoría de la población. Sin embargo, a finales de 1918, este panorama cambió abruptamente: la epidemia de gripe de ese año era distinta por la gravedad que revestían sus síntomas y por la mortalidad que causaba que, paradójicamente, no ocurría entre los ancianos con problemas cardiorespiratorios crónicos o los niños desnutridos, sino en los adultos jóvenes. A su llegada a esta entidad, la "gripe hispana" ya llevaba algunos meses de haber aparecido en México, y aunque este hecho era conocido por las autoridades y la población, no se le había dado la importancia debida y, por lo tanto, no se habían tomado las precauciones necesarias. Pronto se habrían de constatar las consecuencias, pues en un semestre afectó a gran parte de la población del Estado y los muertos alcanzaron la cifra de 20 mil.
    A pesar de que en 1940 Mazatlán era el municipio con economía más diversificada, donde se concentraba la industria de la transformación y la actividad comercial estatal, los gobernadores Macario Gaxiola (1929-1932) y Manuel Páez (1933-1935) decidieron concentrar en Culiacán la infraestructura médica para hacer frente a las enfermedades que asolaban entonces al Estado. En 1930 se construyó el Dispensario Antileproso y dos años después el Hospital Civil del Estado. Por iniciativa del doctor Bernardo J. Gastélum, presumiblemente originario de Mazatlán, se fundó en Culiacán la Unidad Sanitaria Municipal, en 1934 se creó la Escuela de Enfermería de la Universidad de Occidente y en 1942, para hacerle frente a la alta mortandad infantil, fue fundado el Hospital Pediátrico de Sinaloa por los médicos Heriberto Murillo Retamoza, Domingo Vela Rodríguez, Joaquín Duarte López, Juan Morales Gastélum y Jesús Manuel de la Rocha López Portillo, quienes primero convencieron al Gobernador interino Teodoro Cruz para que donara un terreno en el Boulevard Emiliano Zapata y luego encontraron toda suerte de facilidades con el Gobernador Rigoberto Aguilar Pico, pediatra de fama mundial, director del Hospital Infantil de la Ciudad de México y fundador del Instituto Nacional de Pediatría. Gracias a la operación de este hospital se detuvo y se redujo considerablemente la mortalidad infantil en los últimos 70 años.

    CONCORDENSE EJEMPLAR

    Originario del municipio de Concordia, el doctor Jesús Manuel de la Rocha López Portillo nació el 27 de mayo de 1914, primogénito de los 10 hijos que tuvo el matrimonio de don Ausencio de la Rocha y Ana López Portillo.
    Cuando cumplió tres años de edad, la familia decidió buscar mejor suerte en la capital del Estado, donde se estableció en medio de la crisis revolucionaria y un año antes de la mortal epidemia de la influenza española.
    Al terminar la educación media, sus padres lo enviaron a la Universidad de Guadalajara, donde se graduó de médico cirujano y partero en 1941, a los 27 años de edad. En 1948 se casó con Dora Guadalupe Cárdenas Cota, con quien procreó 9 hijos en un matrimonio diseñado para toda la vida. Su contribución a la medicina fue registrada en el Diccionario Biográfico de México, donde los redactores destacan su dedicación al cuidado de la salud y atención a los niños, a los que atendió durante 37 años, de 1947 a 1984, año en que se retiró. En 1981 recibió un homenaje por su profesionalismo y en septiembre de 2007, a los 93 años, el cuerpo directivo del Hospital Pediátrico y autoridades estatales le rindieron tributo por su trayectoria médica y dedicación profesional para proteger a la infancia.
    Su paso dejó huella en la medicina estatal y en el recuerdo de miles de familias cuyos hijos fueron rescatados de enfermedades terribles. La gente que trabajó con él y los pacientes que trató reconocieron su alta dedicación como médico y, de manera especial, su calidad humana, lubricada en la intimidad por la música y la poesía.

    (Semblanza del libro La Patria Íntima/Todos Somos Sinaloa de Mario Martini)
    mmartinirivera@gmail.com