"Todos Somos Sinaloa"
Mario Martini
Para responder a los críticos de la historia oficial que aseguraban y aseguran que la mayor virtud revolucionaria del General Gabriel Leyva Solano, elevado por el propio Francisco I. Madero al nivel de "patriota y protomártir de nuestra revolución", fue gritar ebrio un retador "¡Viva Madero!", a un puñado de soldados federales que respondieron a balazos, don Manuel escribió: "Ardía Leyva en ansías de liberación. Obsesionado por el deseo de surgir sin demoras con las armas en la mano, en la arena del combate, mostrábase poseído por visible inquietud que no pasó desapercibida para el sicario Antonio Barreda, ex capitán del ejército federal y prefecto político, quien con persecuciones y atropellos a los vecinos de filiación antireeleccionista, que era la mayoría, había establecido un estado de terror en la comarca.
"Como es lógico suponer, el espionaje sobre el peligroso maderista se acentuó al grado de que éste, acosado materialmente por los esbirros del cacique, cortadas sus comunicaciones con el señor Madero y viendo su existencia y la de los suyos a merced del opresor, decidió dar, desde luego, el grito de libertad. Al efecto, el 4 de junio de 1910 se reunieron en Babuería, arrabal de la villa de Sinaloa, en casa de una familia de apellido Montoya, él y sus confidentes Maximiano y Narciso Gámez, y previa deliberación acordaron salir ese mismo día, y así lo hicieron, a "levantar" gente a las rancherías (
) ya bien armados y municionados, arribaron el 8 al rancho de "Cabrera de Inzunza", en donde al punto del meridiano, cuando se disponían a sentarse en la mesa, fueron sorprendidos por 25 jinetes comandados por el jefe de la policía, Jesús López. ¡Viva el Supremo Gobierno!, gritó López al descubrir a los revolucionarios. ¡Viva Madero!, rugieron éstos, embrazando sus carabinas. Y el tiroteo se entabló, nutrido, feroz, espantoso. ¡Anuncio brillante de la recia tempestad por venir! Media hora de lucha y, al final, la completa desbanda de los gobiernistas, que dejaron un muerto y dos heridos en el campo. De los insurgentes sólo Leyva resultó herido, aunque de poca o ninguna gravedad.".
Traicionado por Guillermo Peña, Leyva fue entregado a una emboscada y hecho prisionero por el escuadrón de rurales al mando del comandante Herrera y Cairo y sus temibles auxiliares Juan Heredia y Leocadio Moreno.
"Prisionero en inmunda mazmorra relata Rousseau-, sufriendo vejaciones sin cuento, permaneció Leyva hasta la mañana del día 13 de junio, en que atado conforme a la clásica usanza de aquella época, ésto es, "codo con codo", y custodiado por cincuenta rurales al mando de Herrera y Cairo, fue conducido al rancho de Peñuelas, inmediato a "Cabrera de Inzunza", y pasado por las armas
" El cadáver de Leyva fue expuesto en la cárcel pública, "como era costumbre exponer los restos de bandoleros y abigeos, con unos adobes por almohada y a la tísica luz de pringosa linterna".
Concluye el mazatleco con la descripción del momento fúnebre: "hosca y silenciosa procesión de miserandos desfiló frente a él: los hombres encorvados, cejijuntos, encarrujando con manos nerviosas, puestas al pecho, las amplias alas del típico sombrero de petate; las mujeres, llevando el rebozo a la funerala, lacrimosas, con un indefinido temblor de rezo y de protestas en los labios
."
Estrada Rousseau escribió de todo, hasta crónica social ("El Mazatlán que se fue/La brillante Feria de Olas Altas"), pero su pluma se distinguió en la revolución, ya fuera para describir sucesos heroicos como para expresar afectos y admiración por los jefes revolucionario que lo cautivaron, como el "Varón de Cuatro Ciénegas", a quien se refería como "prócer y excelso patricio
"
HONORABLE PLUMA MAZATLECA
De origen francés, el mazatleco nació en el puerto el 25 de octubre de 1898 y desde muy temprano honró con su pluma las letras de Sinaloa. Fue periodista que creció bajo la fronda de talentos incendiarios como el de Heriberto Frías, la sensatez de Cecilio Miranda y la sensibilidad del poeta Rafael Miranda. En plena revolución constitucionalista fundó "La Voz de Sinaloa" que se imprimió en la imprenta de Don Faustino Díaz en Culiacán; de 1914 a 1916 fue director de "El Correo de la Tarde", decano de la prensa nacional, impreso en los talleres de don Francisco Valadés Félix y Andrés Avendaño en Mazatlán; trabajó como editorialista del periódico "Orientación" de Hermosillo; dirigió el periódico oficial "La Razón" y fue redactor viajero de "El Heraldo de México". A su regreso a Sinaloa tomó la dirección del Periódico Oficial del Estado y, más tarde, fue director del Diario Oficial de la Federación en la ciudad de México, del 23 de julio al 22 de noviembre de 1920. Al mismo tiempo fue colaborador de planta de "El Nacional" cuando lo dirigía don Basilio Badillo.
Fue también director de "Siembra" y escribió algunas obras de carácter social, pero la mayor parte de su trabajo se encuentra disperso en periódicos del País. Publicó el folleto "El Problema Marino de México", con prólogo del escritor y general Rubén García, y más tarde el libro "El Cuarto Poder en Sinaloa", dedicado a desmenuzar las características de la prensa del estado.
En los dos número de la revista "Helios", editada en 1920 por el ingeniero Juan L. Paliza, figuró con el nombre simple de "Manuel Estrada" para firmar sus primeras composiciones de juventud, que modificó después, respondiendo al afán de perfección que caracterizó su obra poética, madura, atormentada y reflexiva, en las que, según sus panegeristas, "la musicalidad se aduna con la idea, la forma esmerada con el pensamiento profundo, diafanidad y maestría".
En sus exploraciones históricas rehabilitó a don Plácido Vega, el huidizo y misterioso personaje que secundó el Plan de Ayutla en Sinaloa, y que tan mal parado salió de las páginas de Eustaquio Buelna e Irineo Paz, y en 1930 publicó el libro "Heriberto Frías, periodista y caudillo".
Manuel Estrada Rousseau aparece en el Diccionario de Escritores Mexicanos del Siglo XX como "periodista y caudillo". Murió en 1946.
Mazatlán, su tierra natal, está en deuda con él, cuyo nombre, a pesar de estar vinculado al poder político de convulsionadas épocas, no ha sido honrado con alguna calle, escuela o plazoleta. (Semblanza del libro La Patria Íntima de Mario Martini)