"Tropos"

"Mueran los chapulines;Pero sólo los del vecino"
14/11/2015 10:42

    Adrián García Cortés

    ¡Qué culpa tienen los chapulines haber nacido ojerosos y saltones!  ¿Qué dirá el Chapulín Colorado de tan gran audiencia televisiva, sobre todo ahora que ya se volvió caricatura? ¿Y los niños del campo que se divertían viéndolos saltar de uno a otro lugar sin nunca saber a donde llegar? ¿Y qué dirán los indígenas de Oaxaca que para ellos es manjar tostado, o Gabilondo Soler con su Grillito Cantor que opuso al chapulín toda traba para hacerlos deslucir?
     
    Roedores  alados,  ojos
    globales y brincadores
     
    Fuera de toda retórica ¿quienes son, en verdad , los chapulines?  A Wikipedia se lo hemos preguntado: son unos animalejos o invertebrados, generalmente de color café, patas traseras muy grandes para poder brincar; dos pares de alas:  delanteras estrechas y duras, y traseras grandes y membranosas, antenas no muy largas, ojos sobresalientes y un par de apéndices al fondo del abdomen. .  En la etapa inmadura, el chapulín no tiene alas. En  más avanzadas, las alas aparecen como aletas (rudimentos alares) chicas al fondo del tórax.
    Los machos tienen una placa única al fondo del abdomen;   las  hembras dos pares de válvulas (en forma triangular) al fondo del abdomen que se usan para escarbar en la arena cuando van a poner huevos   Muchas especies en general son herbívoras y comen una gran variedad de plantas. A algunas especies solamente les gustan las hierbas. Sobre todo si son verdes y con sellos oficiales de las USA.  Son un buen alimento para pájaros, lagartijas, arañas y roedores en general.
    Tienen comportamientos muy extraños, a veces nocivos a la ecología; pero sus deyecciones suelen ser fertilizantes y proveen alimentos para los pájaros. Pero, cuando se juntan en parvadas, son devastadores para las cosechas con grandes pérdidas en plantas y pastos.  ¿Dónde encontrarlos y capturarlos?: ese es un asunto de estudios posteriores, si es que se dejan crecer en bandadas.
     
    Ley antichapulines: ¿un
    divertimento o alegoría?

    Lo cierto es que días pasados, ciudadanos de diversas procedencias, asistieron al Centro de Ciencias de Sinaloa, convocados para discernir sobre una posible iniciativa de Ley Antichapulines, y para el caso se citó como expositores, a representantes de los partidos políticos registrados en Sinaloa, donde han proliferado las tentaciones de crear bandas de chapulines distinguidos por saltar de puestos a puestos públicos aun en caso de haber sido electos para una representación  pública.
    Pero  ¿por qué llamarles chapulines? Sin faltarle al respeto de los chapulines saltarines: ¿sólo por saltadores?  Habiendo descrito quienes son tales insectos, sus defectos y sus beneficios, no nos queda más que decir: ¡todo parecido entre estos y aquellos, es pura coincidencia!
    Obviamente, quienes acudieron a exponer sus opiniones, todos coincidieron en que es un grave defecto de nuestra incipiente democracia el que en los últimos tiempos se haya prohijado la formación de galanes y galanas chapulinescos, sólo para ir de un puesto a otro, y eso en asuntos de representatividad electoral: es decir, no terminar un mandato para brincar a otros también de representación electoral, y así forjar una carrera de servicio público o bien para gobernar con experiencia adquirida gobernando.
     
    Nuestro derecho: ser
    votados  ¡acaso botados!
     
    No en vano, un diputado saliente de la actual Legislatura llamó a la intención de legislar sobre chapulines: ¡simplemente injusta, y anticonstitucional!; porque dijo: nuestra Carta Magna en las garantías individuales le da a los mexicanos el derecho de votar y ser votados; y lo que hacen los "chapulines políticos" es dejarse votar.
    Quizás lo más riesgoso de esa garantía individual es que no se use la ortografía correcta: porque el vocablo "votar" con "v" labiodental, quizás alguien se equivoque y los escriba con "b" labial, que tiene significado diferente:  la una favorece,  la otra simplemente da puntapiés: botar es tirar , echar o sacar fuera a algo.
    Analizado el objetivo de la reunión, que se distinguió por aceptar que en la política mexicana, y más en Sinaloa,  el brincar de un puesto a otro, sobre todo de elección,  es un problema que hay que plantearse para resolverlo;  cuestión de que nadie o pocos aceptaron por empezar limpiando la propia casa, pues la mayoría se inclinó por dejarle la respuesta a los demás: que se haga en la casa del vecino, como ocurre en la mayoría de los baldíos de Culiacán, donde no el dueño sino los vecinos son lo que tiene que limpiarlos para que no se meten a sus hogares los bichos de todos los tiempos.
     
    Hay chapulines porque
    así los votan electores
     
    No tiene la culpa el indio sino el que lo hace compadre. dice un refrán muy musicado y filmado. Las personas son como son y cada quien elige a sus amistades, se explica.
    Porque el "chapulín político" lo es, porque siempre habrá quien lo elija; por lo menos así lo solapa el sistema. Y si se repiten, aun en la representación popular, es porque la ley no lo prohíbe, y si lo prohíbe, siempre habrá hendiduras  --que ocurren a menudo--, que si lo permiten.
    Aquí vaya una desviación necesaria:
    Una Ley Antichapulines, quizás no sea tan necesaria, como revisar el sistema electoral, aun desde las atribuciones políticas de los mexicanos insertas en la Constitución.
    El problema  tiene que radicarse, no en una ley, sino en la capacidad ciudadana de los propios electores, a quienes compete elegir y vigilar el cumplimiento de las misiones encomendadas a sus representantes.
    El sistema político mexicano es sumamente incongruente en la aplicación de las leyes, porque siempre deja huecos donde al mandato público sea una prerrogativa de los mandatarios, y no de los mandantes que los eligen.
    Una y otra vez se ha dicho: mientras no haya una cultura ciudadana que forme ciudadanos conscientes, no habrá un estado representativo.
    El riesgo permanente que se vive todos los días, es que nuestra democracia se queda en autocracia, propia de una monarquía absoluta, de la que, a pesar de dos siglos, el país la sigue padeciendo cada vez más consolidada.
    Esperar que los partidos inicien o quieran deslegitimar la elección de chapulines, resulta ser una quimera que va contra sus intereses y formas de vida.
    ¿Acaso no se repite el esquema en los sindicatos?  Lo mismo ocurre en los partidos porque sostenidos por el Estado, son también sindicatos políticos.