"Tropos"

"¿Qué hacemos con la imagen de Obregón?"
14/11/2015 09:15

    Adrián García Cortés

    A los 85 años de su trágica muerte, el parnaso sinaloense se sigue preguntando: ¿qué hacemos con la imagen de Álvaro Obregón? El pasado miércoles 17 de julio, se cumplió un aniversario más del asesinato en el restaurante de La Bombilla, en San Ángel, Distrito Federal.
    Con este motivo, un día antes en el Museo de Los Mochis, el cronista de la ciudad José Armando Infante Fierro, dictó una conferencia haciendo un acopio histórico del militar, al tiempo que dejaba en el aire la pregunta: ¿qué hacemos con Obregón?
    Resumido en ponencia, el tema se llevará a fines de mes al Congreso Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas que se efectuará en el estado de Hidalgo, con el ánimo de convocar, por lo menos a los sinaloenses, a que emulen al municipio de Choix, de haberse librado de ese nombre que les parecía un baldón de lesa historia.
    No faltó quien dijera que por dignidad histórica y para ejemplo de las nuevas generaciones, las calles principales o emblemáticas se suscribieran con figuras que abonaran la identidad. En Sinaloa, cada ciudad tiene una calle principal destinada a recodar el caudillo sonoense como un personaje a emular o enaltecer su memoria, cosa que en Sinaloa no se justifica.
    En Culiacán la flojera ha impedido el cambio
    No es la primera vez que plantea un cambio, no sólo para limpiar las calles de políticos o amigos de estos, guerrilleros o famosos del espectáculo -al fin ídolos populares- que han convulsionado al País o la entidad, cuyo testimonio histórico no garantiza su entrega o servicio a la comunidad.
    En una ocasión, ante el Consejo de Nomenclatura del Municipio de Culiacán, se propuso una modernización del tramado urbano dándole coherencia, con la posibilidad de elaborar un cuaderno o manual con los nombres de las calles, la descripción de los personajes o nombres diversos y, sobre todo, de las razones históricas que justificaren ese memorial urbano.
    El rechazo fue unánime porque los miembros del Consejo, que no eran historiadores ni educadores, cualquier cambio les significaba rehacer sus directorios domiciliarios. Explicable la reacción: la mayoría eran representantes de la banca, recaudación de impuestos, telégrafos, correos, catastro, tránsito, vialidad y transportes, teléfonos y empresarios que debían modificar su facturación.
    ¡Mucho trabajo!, dijeron, y no se le dio curso; a los proponentes se les eliminó del Consejo. Y eso que sólo se citaba entonces la Avenida Obregón.
    ¿Por qué el repudio?, preguntará el lector
    Francisco Padilla Beltrán escribió un libro de bolsillo donde enumera las fechorías de Obregón, sobre todo con los contendientes sinaloenses que en algún momento le disputaban el poder o no se sometían a los caprichos del caudillo.
    "Alvaro Obregón y los Generales Sinaloenses", lo tituló y enlistó:
    - Salvador Alvarado.
    - Benjamín Hill.
    - Francisco Serrano.
    - Juan Carrasco.
    - Ángel Flores.
    - Rafael Buelna.
    Un fragmento del propio libro de Padilla reproduce párrafos exaltados de Herberto Sinagawa:
    "En el recuento final de la historia, salió mal librado en el afecto de los sinaloenses. En su despiadada búsqueda del poder mayor, Alvaro Obregón no tuvo escrúpulos de ninguna naturaleza. Sostenía una filosofía muy simple: siempre es preferible un charco de sangre a un mar de sangre.
    "Y fue así como en su demencial persecución de la Presidencia de la República sembró los cadáveres de sus adversarios políticos a lo largo y ancho del país. Por lo que hace a Sinaloa cortó abruptamente la carrera de muchos revolucionarios esforzados y limpios que podrían haber hecho mucho por su tierra. Tal purga de generales constituyó una de las páginas más oscuras y horrendas de la historia política del país".
    Baldones de Obregón y la muerte de Serrano
    Sinagawa hace también su propia enumeración; pero no deja de exaltar el más horrendo de los crímenes -como fueron el de Madero por Victoriano Huerta, y el de Carranza por el mismo Obregón-, el cometido con Francisco Serrano, precisamente oriundo de Choix.
    Dice Herberto:
    "En 1927 el general Francisco R. Serrano fue asesinado brutalmente en Huitzilac, en la vieja carretera de la ciudad de México a Cuernavaca. Por ser partidario del general Serrano, frente a la reelección del general Obregón, el general Oscar Aguilar Barraza, nativo de La Cruz de Elota, fue fusilado en Monterrey en 1928".
    Cuatro baldones macros destacan en la trayectoria obregonista:
    - Desde luego el asesinato de Carranza en Tlaxcalantongo el 20 de mayo de 1920, sobre cuyo cadáver montó su presidencia.
    - El asesinato de Francisco Villa en Durango el 20 de julio de 1923.
    - La persecución de Adolfo de la Huerta en 1924 por atreverse a competir por la Presidencia,
    - La persecución de los católicos heredada a Calles, lo cual originó la Guerra Cristera; por ironía: un mar de sangre por muchas manchas regadas en su camino.
    Los Tratados
    de Bucareli, atentado de lesa patria
    Pero un quinto, el más abyecto de todos, fue el de los Tratados de Bucareli; "Aunque los llamados tratados de Bucareli no fueron aprobados por los congresos de uno y otro país, constituyen uno de los hechos más vergonzosos para México. Obregón entregó dignidad, decoro y soberanía nacional a cambio del reconocimiento de su gobierno. Otorgó a los extranjeros los derechos que no tenían los mexicanos". (Jaime Martínez Velox, La Jornada, 09-01.2004)
    Una probable respuesta a la pregunta del conferenciante podría ser:
    Admitir el reconocimiento de los personajes renombrados en el tramado vial de las ciudades como una lección histórica, atribuyéndole a cada quien los méritos por los que se les escoge.
    Seleccionar para las calles o avenidas principales, aquellos que sean paradigmas dignos de emularse y convertirse en modelo de vida y entrega a la comunidad.
    Lograr, como un acto de dignidad histórica de todo investigador o cronista, que haya una guía permanente y actualizada de todos los personajes de la nomenclatura urbana, con las consideraciones inherentes a cada cual, que sea como un texto singular de cultura urbana.
    En el caso de Culiacán, devolverle a la Plaza Mayor su nombre de Plaza de la Constitución, y a la avenida principal asimilarla al nombre de la misma ciudad, como el de Colhuacan.
    Colofón: ¿quiénes serán los valientes, como los habitantes de Choix, que le hagan a Culiacán, Mazatlán, Guamúchil, Los Mochis, la sanación histórica para recuperar la identidad?