"Una esperanza llamada 'mamá Hilda'"

"En la casa de la Misión Naím, una Institución de Asistencia Privada, Hilda Nava del Real ayuda a jóvenes a recuperarse de las adicciones"
07/11/2015 08:28

    Nayeli Heredia

    Marihuana, resistol, tiner, spray, gasolina, cocaína, cristal y piedra. Es la larga lista de drogas que Fidel "S", de 15 años ha consumido.
    "Yo me drogaba desde los 6 años", asegura. Él como muchos jóvenes encontró en mamá Hilda una aliada para salir de sus adicciones. Hilda Nava del Real, directora de Misión Naím tiene (a su modo) cientos de jóvenes que atiende en la Institución de Asistencia Privada ubicada en la colonia Hidalgo.
    "He tenido niños de siete años que han llegado aquí por consumo de heroína y transgresores que tuvieron 60 reingresos en el tutelar", dice.
    Para ella la principal causa de los problemas de sus internos, es la falta de amor y atención. "Qué voy a hacer yo con estos niños, si no tienen papás, no los puedo echar, no tienen a dónde ir". comenta mamá Hilda. Fidel, a su corta edad ingresó al CIPA por el delito de violación.
    "A los 12 años violé a una muchacha. No la conocía, hice eso porque andaba bien loco con las drogas", recuerda.
    "Al salir del tutelar me trajeron a esta casa (Misión de Naim) y mamá Hilda me trata muy bien ya aprendía a hacer
    empanadas".
    En la i n stit ución todos aprenden un ofi cio. Hay taller de herrería, vidrio y aluminio, carpintería y panadería. "Mi
    idea es que sean productivos. Quiero que se enseñen a trabajar a ganarse el dinero honestamente". No sólo Fidel, conoce las drogas. David "J", también de 15 años, sabe muy bien la sensación de un narcótico.
    "Marihuana fue lo primero.
    Empecé a drogarme desde los 7 años por resentimiento con mi apá que nos abandonó, después mi amá se murió cuando yo tenia 9 años. Ahí fue cuando agarré mas el vicio. comenta David. A él también le gusta vivir ahí, "mamá Hilda me encargó el área de los animalitos. Yo los cuido y alimento". Los internos, hacen su comida, limpian la casa, lavan su ropa y una que otra vez festejan a su mamá por el techo que les brinda. Con esfuerzo han construido
    el centro de rehabilitación, desde ventanas, portones y la iglesia, a la que acuden diariamente a pedir por su bienestar
    y el de mamá Hilda.