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"Muestra Silver Gaucho el malambo"

"Una familia de mucho mundo"

"Paúl David Dresdner y Gladys Vertti recorren México y Estados Unidos mostrando su arte: el malambo, folclor argentino"
14/11/2015 07:19

    CULIACÁN._ En esta familia hay dos máximas: la sangre "tira" y se da el corazón en la pista. Paúl David Dresdner y Gladys Vertti recorren México y Estados Unidos mostrando su arte: el malambo, folclor argentino. Shayla y Divad, sus hijos, siguen la tradición de siete generaciones atrás. Ellos son el grupo Silver Gaucho, que trabaja en Barley Circus.

    En la pista del circo ejecutan el baile al ritmo de las boleadoras, muestran la disciplina, la destreza en el manejo del instrumento. 

    "Soy séptima generación de una familia de circo. Mi mamá, mis abuelos, mis bisabuelos, así sucesivamente", dice Paúl David. En Argentina, su tierra natal, concluidos sus estudios secundarios le dieron a elegir: circo o escuela. "La sangre tira, ¿no?". En una fiesta de circo conoció a Gladys Vertti. Un encuentro de "cuento de hadas".

    Mexicana, Gladys además de hacer trapecio sencillo, es parte de Silver Gaucho, el espectáculo, desde hace seis años. "Nuestro lema es dar el corazón en la pista. Prepararse, salir con todas las ganas que podamos", comenta. Padres de cuatro hijos, los dos mayores forman el espectáculo. Shayla, de 11 años, y Divad, de 8.

    "Aquí en el circo tenemos la tradición de que si a un niño le gusta, solito lo va a ir haciendo", dice Gladys, "mi hijo desde los 2 años empezó con sus lacitos, moviéndolos. Se nota que le gusta. De ahí fue poco a poco metiéndose. Ya ahora de grande es como lo metí". La atmósfera es de circo. Decenas de carros-coche estacionados en el terreno, la carpa de estilo circense. Animales exóticos y luces dirigidas al escenario. Grandilocuencia en la presentación de los artistas. 

    "Siiilverrr Gauchooo". Nacida en Tampa, Florida, Shayla, hace suerte con el poncho en la pista. "Desde que era chiquita me gustaba el circo, y andaba ahí con mis papás. Ya cuando crecí me dijeron que si quería meterme al espectáculo", comenta. La niña estudia el sexto de primaria en la escuela del circo. Los estudios y el trabajo no le representan mayor dificultad. El circo viene de sangre.

    "Es entre un trabajo y un juego", enfatiza, "porque en la pista tienes que dar todo. Pero tienes que divertirte también". Divad nació en París, Texas. Estudia el segundo grado de primaria, y en la pista maneja con maestría las boleadoras.

    "Me gustó desde los 6 y mi papá me dijo que si quería me quería meter, y a los 7 me metí", cuenta. Con dos funciones diarias de lunes a sábado y tres los domingos, Divad a la vigésima función después de su debut con las boleadoras, comenzó a echar fiflas, los saltos mortales hacia atrás. A sus 8 ya tiene un dilema: si le dieran a elegir entre la escuela y el circo, no sabría por cuál decidirse. "Los dos me gustan", dice.

    Shayla y Divad estudian de 8:00 a 12:30 horas y practican sus rutinas dos o tres veces a la semana en sesiones de una hora, de tres cuando no hay clases. "No hay prácticas todos los días porque es demasiado para ellos", explica Gladys.

    En la aldea que es el circo, hay espacio y tiempo para todo. El trabajo y el estudio, la diversión y el compañerismo entre una comunidad de 100 personas, 30 de las cuales son artistas, cada una con su familia.