"Votar independiente, abstenerse, anular o boicotear las elecciones"
El debate está abierto en medio de un cierto pesimismo. Hay quienes ven sin más que la opción es votar independiente para que paulatinamente los ciudadanos vayan cubriendo el espacio que ha dejado vacío el sistema de partidos. Otros están convencidos que esto no tiene remedio, que es un asunto sistémico y que resulta imposible cambiarlo, por lo que su posición es una abstención de rechazo consciente. Luego algunos más empiezan a esbozar ya un activismo mediático a favor del llamado voto nulo que se presentó en 2009, y otros sin más proponen ir al boicot electoral para que la crisis toque fondo.
Entonces la pregunta que no puede dejar de hacerse es: ¿cuál o cuáles permitirían contribuir para salir del hoyo en que estamos?
Votar independiente. El espíritu de la reforma constitucional fue crear un espacio para que ante la crisis de representación, que viene de lejos, los ciudadanos tuvieran la opción de votar a uno de los suyos. Es decir, uno de la mayoría que no milita en partidos, como lo establece la ley electoral en el artículo 383, y buscar representar a los ciudadanos en un municipio, estado, los distritos electorales federales y estatales o la mismísima Presidencia de la República.
Sin embargo, como sucede frecuentemente con este tipo de derechos ganados a pulso por las luchas ciudadanas ante los excesos de los partidos, cuando se legisla termina imponiéndose el interés de los partidos y es cuando se le ponen todo tipo de trabas para evitar, primero, los registros, y segundo, que estas candidaturas no tengan realmente posibilidades de desplegar una gran campaña y eventualmente ganar una elección constitucional.
Estas dificultades han provocado que en la convocatoria para registrarlas, hasta el pasado 26 de diciembre, sólo hayan quedado firmes 52 de ellas en los 300 distritos electorales y todavía en varias hay dudas fundadas sobre su independencia, pues varias candidaturas las buscan personas sin mucha presencia en su comunidad, o como sucede en Sinaloa, las registradas que no aprobadas definitivamente- tienen que ver con "ex" miembros del Partido Sinaloense.
Entonces, el voto independiente, al menos en esta primera elección no logró convocar a muchos ciudadanos, y es previsible que sus resultados serán en el mejor de los casos ensayísticos, y en el peor un rotundo fracaso por la desconfianza y la ausencia de liderazgos sociales creíbles en las ya candidaturas.
La abstención consciente. Dado que el voto en los hechos no es obligatorio y cualquier ciudadano puede optar entre votar o no hacerlo el día de la jornada electoral, desde mucho tiempo contingentes ciudadanos importantes han decidido no asistir a la urnas a sufragar por un partido o una coalición electoral. Simplemente basta ver la estadística electoral para darnos cuenta que en las últimas elecciones presidenciales la participación alcanza en el mejor de los casos 62-64% de la lista nominal, lo que significa prácticamente que de cada 10 registrados, asisten seis a votar. Pero en las elecciones intermedias, como las federales en 2009, la participación fue del 40 por ciento, lo que significa la inversión de los porcentajes de la presidencial. Y a ese porcentaje habría que restar el llamado voto nulo que alcanzó el 5 por ciento en aquel año. Esto la acercó peligrosamente a los niveles de participación que tiene Baja California, la llamada cuna de la primera alternancia en un gobierno estatal, donde participa en elecciones a lo sumo más del 30 por ciento de la lista nominal.
Sin embargo, pese al alto porcentaje de abstencionismo éste no tiene efectos políticos mayores, simplemente se le ve como un déficit "normal" en todas las democracias, que no le quita al sueño a nadie y se transforma en una oportunidad para los partidos con mayor capacidad de compra del voto, clientelas o voto duro.
Voto nulo. Los votos que no se asignan a un partido o coalición van a parar al cajón de los votos anulados. Esta opción que frecuentemente ha servido como muro de lamentaciones, postular a impresentables o escribir mentadas de madre, en 2009 tuvo un giro radical con el movimiento social que operaba bajo el principio de que había qué reforzar la democracia electoral anulando activamente el voto. Inspirado en el libro de José Saramago: Ensayo sobre la Lucidez, quien postulaba para Europa el voto en blanco, levantó muchas simpatías en las franjas más informadas de la sociedad y alcanzó un 5 por ciento de la votación, un porcentaje superior a lo obtenido por los partidos pequeños.
Más aun, producto de esa inconformidad manifiesta vinieron iniciativas de ley que buscaban poner en el centro de la discusión nacional el tema de la forma de gobierno y la distribución del poder. Y estos votos nulos empujaron mucho a las reformas constitucionales y reglamentarias de 2013, que propiciaron las nuevas figuras constitucionales que antes de ponerse en práctica, la realidad las ha puesto en entredicho. Sin posibilidad de permitir cambios sustantivos en los grandes temas nacionales: La corrupción, la impunidad, la partidocracia. Ahora hay un incipiente movimiento en la misma dirección en los medios escritos que buscaría un nuevo voto de castigo al sistema de partido utilizando las propias reglas del juego. Pero por las circunstancias actuales, los énfasis podrían estar en otro lado, ya no se trata del rediseño institucional, sino antes plantearse los temas álgidos de la coyuntura.
Boicot a las elecciones. Primero fue el pronunciamiento de los padres de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos para el caso de Guerrero y más recientemente de Javier Sicilia, quien abiertamente llama a boicotear las elecciones de junio próximo. Los argumentos de unos y otros si bien tienen motivaciones diferentes, es evidente que ambas observan una crisis no sólo de representación, sino una crisis mayor que debe llevar al saneamiento y la refundación de las instituciones y la política.
Incluso, en el fondo lo que podría producir es que toque fondo para desde ahí dar una nueva dirección al país. Un planteamiento temerario pero con una racionalidad que pocos discutirían su viabilidad desde la irritación que se vive.
En definitiva, las motivaciones y las estrategias de todas las alternativas que van apareciendo son diferentes, sin embargo, tienen un objetivo común, que es el cambio en el régimen político. Establecer la legalidad y quienes la trastocan alejarlos de la política o de plano meterlos a la cárcel. Generar un rediseño de las instituciones y ponerlas al servicio de las exigencias de una sociedad profundamente lastimada. Generar gobiernos decentes y capaces de sacar al país de la situación de desmoralización y frustración en que se encuentra. No transigir ante los poderes fácticos. Y ciudadanizar la política. Es todo un programa político de refundación de una República convulsionada y por los augurios presentes tenderá a complicarse, y el desafío entonces pareciera ser para la élite gobernante: Mano dura o una mayor liberalización con el reconocimiento de derechos que hasta hoy han sido negados o trampeados. Es una nueva oportunidad para un gran pacto fundacional y caminar en la dirección que termine la transición a la democracia interrumpida, que mucho se explica por la violencia extendida y las grandes dosis de impunidad en el sistema político.
Y en ese objetivo, las alternativas mencionadas no son excluyentes y todas ellas estarán haciendo su propia contribución en estas elecciones constitucionales.
Una nota final, el sistema de partidos no es tabla rasa, con todo cada uno de ellos tiene su historia, sus intereses, sus visiones, sus expectativas y hoy su propio debate interno con sus cuestionamientos y rupturas, que para bien o para mal puede servir para buscar salidas al pesimismo y al arrebato ciudadano.