¿A qué edad somos más inteligentes?

    alberto.kousuke@uas.edu.mx
    El cerebro humano es dinámico, las cosas que hacemos y las habilidades que desarrollamos influyen en el desarrollo de nuestro cerebro. Como tal, no existe una edad en la que seamos más inteligentes. Nuestros cerebros se adaptan para priorizar las diferentes habilidades que adquirimos a lo largo de la vida y dependiendo de las necesidades que surjan.

    Existen muchas definiciones de inteligencia, sin embargo, esta se puede definir como “la habilidad de adquirir y aplicar el conocimiento y habilidades”.

    Aunque la inteligencia está asociada con el coeficiente intelectual (exámenes de IQ), también existen muchos tipos de inteligencia, como la lingüístico-verbal, lógica-matemática, espacial, corporal cinestésica, musical, interpersonal, intrapersonal, y naturalista. Todas estas inteligencias están relacionadas con la capacidad de procesamiento cerebral en distintas regiones del cerebro.

    Por tal motivo, en lugar de desglosar la inteligencia en categorías, describiremos la capacidad cerebral que tiene una persona en distintas etapas de la vida.

    En los primeros años de vida, el cerebro está en un proceso de crecimiento rápido llamado “sinaptogénesis”, en donde se forman más de 1 millón de sinapsis (conexiones entre neuronas) cada segundo. Entre más sinapsis existan en el cerebro, habrá más capacidad de procesamiento (mayor inteligencia).

    Conforme el cerebro se va desarrollando, este sufre un proceso de “poda” en donde el cerebro elimina lo que no se esté utilizando. Tomando en cuenta las experiencias y el ambiente, las sinapsis (conexiones) que se utilizan durante los primeros años de vida son fortalecidas y aquellas sinapsis que no se usan son eliminadas.

    Esto genera un cerebro más eficiente y sincronizado. No obstante, este remodelamiento cerebral se lleva a cabo en distintas regiones del cerebro a distintos tiempos, permitiendo que ciertas habilidades florezcan a distintas edades.

    Por ejemplo, durante la infancia, las regiones cerebrales involucradas en el lenguaje se desarrollan rápidamente, motivo por el cual los niños son capaces de aprender y dominar múltiples lenguajes. Por otro lado, la corteza prefrontal, el área responsable de la cognición y la inhibición se desarrolla más lento durante la infancia. Como resultado, a algunos infantes se les dificultan los juegos de estrategia como el ajedrez, los cuales requieren de concentración constante, planeación, y pensamiento abstracto.

    Asimismo, los niños son más flexibles intelectualmente, utilizan soluciones más creativas, y tienen menos temor a cometer errores.

    En el caso de los adolescentes, el área prefrontal de la corteza se encuentra un poco más desarrollada que los infantes. Esto les permite navegar más eficientemente los problemas relacionados con la lógica. De igual manera, las regiones relacionadas con la motivación y la recompensa se están desarrollando rápidamente, razón por la cual los jóvenes son aprendices aventureros. Los adolescentes son “mil usos”, con cerebros programados para aprender rápidamente a través de nuevas experiencias.

    Por otro lado, los adultos tienen un repertorio único de habilidades. Los adultos nos beneficiamos de una corteza prefrontal desarrollada (en teoría, al menos), lo que nos permite ejecutar más eficientemente procesos que requieren aprender, enfocar, y memorizar.

    En la adultez tardía, estas habilidades pueden declinar conforme el centro de la memoria (hipocampo) se encoge. Pero como dicen por ahí, “más sabe el diablo por viejo, que por diablo”. Después de una vida de aprendizaje, los adultos mayores tienen más conocimientos en su repertorio, capaces de ser enciclopedias humanas.

    El cerebro humano es dinámico, las cosas que hacemos y las habilidades que desarrollamos influyen en el desarrollo de nuestro cerebro.

    Como tal, no existe una edad en la que seamos más inteligentes. Nuestros cerebros se adaptan para priorizar las diferentes habilidades que adquirimos a lo largo de la vida y dependiendo de las necesidades que surjan.

    Si queremos “ser más inteligentes”, debemos de enfocarnos en actividades y habilidades que nos sirvan en la vida cotidiana, así como dedicarle menos tiempo a cosas que no nos traen ninguna utilidad (como pasar horas en las redes sociales).

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