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@rodolfodiazf
Algunas personas piensan que si cumplen estrictamente con lo estipulado en la ley, pueden ser consideradas rectas y justas. Sin embargo, se olvidan de que no basta cumplir con lo mandado, sin observar el espíritu de la ley. No se debe cumplir mecánicamente con lo estipulado sin prodigar misericordia, amor y unión a los hermanos.
Los fariseos cumplían rigurosamente la ley, incluso con una austeridad y disciplina exageradas, pero sentían que con esa observancia estaban ya justificados por Dios y podían despreciar a los demás, como en la parábola del fariseo y el publicano (Lc 18,11-13).
“El fariseo (que quiere decir separado), puesto en pie, oraba para sí de esta manera: ‘Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos. Yo ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que gano’”.
“El publicano, en cambio, no quería ni siquiera alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘Dios, ten piedad de mí, soy un pecador’”.
Cuentan que el Rey San Luis de Francia envió al obispo de Chartres a una embajada. En el camino a su destino, el Obispo se topó con una mujer de rostro grave y andar decidido, que, a pesar de que era de día, llevaba en una mano una antorcha encendida y en la otra un cántaro con agua.
Intrigado, el Obispo mandó detener el carruaje y le preguntó: “¿A dónde vas y para qué llevas esas cosas?”
La mujer respondió: “Con el agua voy a apagar el infierno, y con la antorcha voy a incendiar el paraíso. Quiero que los hombres amen a Dios por amor a Dios, no por miedo o de un modo interesado”.
¿Cumplo por interés? ¿Tengo actitud farisaica?