Adiós a Colón en La Reforma

EL OCTAVO DÍA

    Estamos en pleno revisionismo. Esa palabra la usaron los ya extintos soviéticos cuando borraron a León Trostki de murales y fotografías junto a Lenin... para luego en los años 60 borrar al Mariscal Stalin, el hombre que le partió la columna vertebral al poderoso ejército alemán.

    Ha pasado más una semana y aún sigue la polémica por la estatua de Colón en el Paseo de la Reforma, que fue removida para que no fuese destruida, ahora que hay una enardecida generación iconoclasta.

    Curiosamente esa estatua fue puesta ahí como un deseo de reconciliación nacional e internacional. Hoy es un punto de discordia.

    Paseo de la Reforma, donde estuvo antes El paseo del Emperador, lugar de contraste y equilibrio político, dado al traste.

    La idea del Presidente Díaz era formar un espacio de reconciliación ahí en su avenida principal, ante el desencuentro de dos mundos que se habían enfrentado por décadas: liberales y conservadores; religiosos y no religiosos, republicanos que no estaban muy seguros de cómo hacer una democracia y monarquistas locales que veían con preocupación caer las casas reales de Europa.

    En un extremo se puso la glorieta de honor a Cristóbal Colón y, al otro, la dedicada al Emperador Cuauhtémoc, cuya primer piedra fue colocada por don Porfirio Díaz el 5 de mayo de 1878, aniversario de su gran batalla contra los europeos invasores, para que no hubiese duda de su carácter nacionalista.

    Era una reconciliación con el Viejo Mundo invasor, pero a la vez, un simbólico recordatorio. Aún no se festejaba con pompa oficial el triunfo liberal de la intervención del 5 de mayo.

    La glorieta Colón cumplía un viejo deseo del Emperador Maximiliano de Habsburgo, que en ese sitio había realizado un homenaje al aventurero genovés. Pero el que la pagó fue el señor Antonio Escandón, quien fue parte de la comisión que lo invitó a nuestro País y escapó de México muy a tiempo.

    Toda América Latina e indígena gringa está removiendo a Colón.

    Los únicos nacidos en América, que aún festejan con gran bombo y platillo el 12 octubre, son los norteamericanos de origen italiano y luego le siguen los de ácida y rancia ascendencia española en todo el continente.

    En Nueva York es un desfile en grande por la “Little Italy” que hasta la mafia tiene sus intereses en todo el tianguis patriotero que se forma en torno al encuentro de varios mundos.

    En el habla inglesa no se le llama Día de la Raza, se le llama Día de Colón: “Columbus Day”.

    También es una manera muy anglosajona de minimizar un logro del imperio español, acre rival de la Madre Patria de los gringos, la Inglaterra isabelina y darle mayor mérito al marino genovés.

    Por eso los textos escolares de España y México insisten en que el primero en descubrir América fue el marino español Rodrigo de Triana, aunque se dice que Colón afirmó ver unas luces en la espesura de la noche anterior.

    Todos quieren la gloria del descubrimiento y pocos la responsabilidad del genocidio. La frase de los peninsulares es “crímenes son del tiempo y no de España”.

    Arriba dije que estábamos en pleno revisionismo. Ahora pienso que todo es realismo mágico, dijeran Juan Rulfo y Gabriel García Márquez.

    “Ha pasado más una semana y aún sigue la polémica por la estatua de Colón en el Paseo de la Reforma, que fue removida para que no fuese destruida, ahora que hay una enardecida generación iconoclasta... Curiosamente esa estatua fue puesta ahí como un deseo de reconciliación nacional e internacional. Hoy es un punto de discordia”.
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