A Rogelio y César
Andrés Manuel López Obrador logró lo que quería: estar en boca de todos; ser la nota de la semana; iniciar el proceso de seducción con esa parte de la sociedad mexicana que piensa que nuestros problemas se deben a que extraviamos el rumbo de nuestros valores; desmarcarse del laicismo ateo. Con todo, es imposible que su estrategia no le cobre la factura de cara a las elecciones. Mientras que los militantes del Partido Encuentro Social, conocieron a un Peje próximo a la figura de un pastor moralista, sus seguidores de toda la vida vieron de frente el rostro derechista que durante tanto tiempo había tratado de ocultar.
Dado lo espinoso del tema, conviene aclarar algunas distinciones básicas que le ayudarán a usted a determinar si la Constitución Moral es una pejecurrencia o, por el contrario, dicho planteamiento tiene un trasfondo de cordura.
Palabras más, palabras menos, la premisa sobre la que descansa “el paradigma moral del amor” es la siguiente: ningún pueblo puede ser feliz, si sus miembros no disfrutan del bienestar material y el bienestar del alma. Para hacer realidad dicho afán, el quehacer político deberá actuar conforme dictan la justicia, la honestidad y el amor, principios clave para “regenerar al país”, para poder “re-moralizar a México”.
La que el Peje entiende como una “nueva corriente de pensamiento”, es el resultado de una severa crisis de valores que ha dado la espalda a la familia, el prójimo, la naturaleza y la patria. Y como un clavo saca a otro clavo, Andrés Manuel propone revertir dicha crisis invitándonos a “vivir una serie de valores individuales y colectivos”, a regenerarnos moralmente, ya que “si la regeneración moral de México no se pone en el centro de la discusión y del debate, no iremos al fondo del problema. Debemos convencer de la necesidad de impulsar cambios éticos para transformar a México. Sólo así podremos hacer frente a la mancha negra del individualismo, la codicia y el odio que nos han llevado a la degradación progresiva como sociedad y como Nación”.
La “República amorosa” de Andrés Manuel ve los valores como el medio para alcanzar el fin de la política, mismo que se cumple al momento de “lograr el amor y hacer el bien, porque en ello radica la verdadera felicidad”.
¿Qué reacciones se desatarían si un planteamiento similar hubiera provenido de cualquiera de los contrincantes del frente que encabeza Morena? ¿Cuántos votos hubieran perdido? ¿Por qué al Peje no se le tacha de yunquista si su República amorosa está fundamentada en un discurso similar al conservadurismo del “Yunque”? ¿Por qué un planteamiento que tiene como fin la búsqueda de la felicidad resulta tan chocante o, incluso, revulsivo? ¿Será que la Constitución actual no da para arribar al tipo de sociedad que promete el Peje, de ahí que necesitemos una completamente nueva?
Más allá de que el Peje esté queriéndonos convencer de que de ahora en adelante hará suyo el lenguaje del amor, el revuelo que genera la idea de reescribir la Constitución se debe al manejo tan inadecuado de las nociones que animan su intento. Me explico.
Por decirlo brevemente, la moral es el conjunto de pautas que, en un tiempo y espacio determinado, orientan la vida de las personas y los pueblos para conducirles hacia un horizonte de felicidad y plenitud. La ética, por su parte, se vale de métodos filosóficos para estudiar las formas en que la moral encarna en la vida de las personas, las instituciones y los pueblos. La moral es vivencia; la ética el estudio de la vida moral.
Visto de esta manera, la moral cambia con el paso del tiempo, la cultura y el espacio geográfico, de ahí que sea contextuada, relativa. Al ser el resultado de un conjunto de aspiraciones humanas compartidas, las orientaciones morales, con el paso del tiempo, se convierten en suelo nutricio y fundamento del marco legal de toda sociedad. Por ejemplo, del criterio moral “trata a las demás personas siempre como un fin en sí mismas, y nunca como un mero medio”, se han desprendido infinidad de leyes para prohibir el esclavismo, la trata de humanos o el trabajo infantil, de ahí la importancia de la moral en la vida concreta de las personas y los pueblos.
Más allá de su indiscutible valor, en un mundo tan extremadamente diverso, pretender que un ideario o código moral resulte válido para todas las personas, resulta tan ingenuo como pensar que el día de mañana nos convertiremos al confucianismo, porque en el mundo hay más chinos que mexicanos. La maravilla de vivir en una democracia liberal es que en ella los ciudadanos tenemos el mismo derecho a abrazar un ideario moral, es decir, una idea de vida plena y feliz, siempre y cuando dicho ideario no afecte los proyectos de vida feliz de los demás, y viceversa.
Vistas las cosas de esta manera, lo que el Peje parece no haber entendido del discurso que leyó ante el Partido Encuentro Social, es que la Constitución actual sirve de base para que florezcan algunos de los principios que están tras su idea de “República amorosa”.
Nuestra Constitución, si bien de modo imperfecto, se inspira y recoge las aspiraciones morales de nuestro pueblo: libertad, igualdad, respeto, justicia y, entre otros muchos más, la solidaridad, valores que en conjunto hacen posible que cualquier ciudadano pueda abrazar el tipo de vida que tenga razones para valorar. En este sentido, a la vez de poseer una naturaleza moral, la Constitución está-más-allá-de-un código-moral-particular. Da cabida a todos los códigos morales.
Teniendo esto en consideración, resulta sospechoso que el Peje, en su afán por “re-moralizar a México”, quiera reescribir la Constitución, porque ésta contiene buena parte de los valores que él echa en falta. Por el contrario, resulta muy difícil dejar de pensar que en su agenda no existe un claro afán por imponer un código moral único, tal como sucedía antes del surgimiento del Estado moderno o sucede en la actualidad en los regímenes totalitarios.
Una última cuestión. El flagrante desliz en nociones tan básicas, me hace pensar en torno a la poca atención que en México le hemos venido dando a la formación ética y ciudadana. Sobre este último asunto hablaré en otro momento.
@pabloayalae