A Gloria y Rafa
Wikipedia los define en los siguientes términos: “El alebrije es un tipo de artesanía originaria de México. Se trata de artesanías fabricadas con la técnica de la cartonería, que se pintan con colores alegres y brillantes. Son seres imaginarios conformados por elementos fisonómicos de animales diferentes, una combinación de varios animales, no solo fantásticos sino también reales”.
Más allá de describir con bastante precisión a estas fantásticas e inverosímiles figuras, la definición me pareció interesante porque es la aproximación que mejor define a quienes contienden por la Presidencia de la República: originarios de México, hechos de cartonería, con colores y expresiones chillantes, con una fisonomía que combina de modo imposible animales reales e imaginarios. Recuerde sus rostros, gestos, la forma en que mueven las manos, las camisas y chaquetas que usan dependiendo del pueblo o comunidad que visitan, y verá que nuestros candidatos son unos alebrijes dignos de exportación, qué digo exportación, ¡son unos señores alebrijes de concurso!
No sé si se deba a que los artesanos de San Antonio Arrazola y San Martín Tilcajete, no quieren echar a perder el poco copal que queda, esculpiendo el alter ego de Anaya, Meade, López Obrador, Zavala y Rodríguez Calderón, o porque aún no han visto con toda claridad la coyuntura comercial del momento, pero, ¿se imagina el negociazo que sería para estos artesanos si en los mítines los candidatos repartieran el alebrije que los representa?
Echando un vistazo a los trabajos que producen los artesanos de Arrazola y Tilcajete, el alebrije de Ricardo Anaya podría ser la combinación entre un tlacuache amarillo y un conejo azul celeste. Fiel a como se presenta ante su electorado, el rostro sería el de un conejo, que en lugar de dientes rectangulares tendría los colmillos retorcidos de un jabalí. Por uno de los lados de su afilado hociquito, arrastraría una larga lengua de serpiente, color verde rana, que contrastaría a la perfección con miles de puntitos amarillos distribuidos de punta a punta. El cuerpo de largo y erizado pelaje amarillo, estaría asido a la tierra por las garras prietas de un varano. A diferencia de los alebrijes tradicionales, convendría dejar la larga y “arratada” cola del tlacuache, modificando el tono del color para poder mantener los contrastes.
El alebrije de José Antonio Meade sería muy distinto al de Anaya, ya que sería la combinación de una tortuga con una iguana. El enorme y pesado caparazón, de un color rojo quemado, terminaría en unas elevaciones blanquecinas hexagonales, que le darían un aspecto de tortuga prehistórica. Aunque las patas y garras serían las de la iguana, se mantendría la piel escamosa de la tortuga, buscando resaltar la rugosidad con colores fucsia que contrasten con el verde del cuerpo. Para mantener el lado fantástico de este animal, el artesano podría intentar el diseño poniéndole ojos de camaleón y unos colmillos babeantes de hiena. Para ir a tono con la estructura fisonómica del animal, la cola podría ser la de un gliptodonte jurásico.
A diferencia de los anteriores, el alebrije de López Obrador resulta más difícil de esculpir, porque un pejelagarto, en sí mismo, es una mezcla bastante rara, de ahí que los artesanos tendrán una ardua tarea para poder convertir a este bicho en un animal fantástico. Para darle un toque distinto, el pejelagarto podría estar parado sobre dos patas de mapache dejando ver a lo largo del tronco las ondulaciones y viscosidad de una oruga color naranja de puntitos negros y amarillos. Las patas delanteras pudieran tener la forma y color anillado del mapache, pero con unas garras más largas que las del oso perezoso. Del hocico repleto de chuecos y negruzcos colmillos, escurriría una tupida espumita rojiverde que salpicaría tanto la barriga como las patas traseras. Y para que la cola tenga una personalidad renovada, esta podría estirarse, dársele unos tres giros y pintarse siguiendo el patrón de la boa de pantano.
El alebrije de Margarita Zavala mezclaría una mariposa y una serpiente coralillo. Los anillos chillantes del cuerpo contrastarían con el azul deslavado de sus pequeñísimas alitas. Las antenas, tan cortas como las alas, serían lo más vistoso siempre que los artesanos estén dispuestos a decorarlas con pecas color pastel. Los ojos, idénticos a los de un avestruz, estarían decorados por unas pestañas largas y rizadas rosa fucsia, que harían juego con una lengua puntiaguda de mariposa que descansaría sobre uno de los bracitos (muy similares a los de las mantis).
En Arrazola hay muchos alebrijes con forma de unicornio y de caballo alado, sin embargo, estoy seguro que nuestros artesanos no querrán irse por las fórmulas conocidas, de ahí que el alebrije del Bronco podría combinar a un pony de crin verde y patas rojas, con una salamandra de lomo amarillo salpicada de puntos naranja. El hocico tendría una variación, ya que no sería propiamente el de un caballo pony, sino el de un burro, y del que saldría una larguísima lengua viperina envuelta en llamas de fuego. Fiel al andar de las salamandras, este alebrije sería reptante y con una larguísima y espinosa cola similar a la de un dragón.
Demos un paso más, e imaginemos que un artesano oaxaqueño tuviera la magia para lograr que el alebrije que esculpió capturara el espíritu del animal que representa. ¿Se imagina? Además de que en las próximas elecciones podríamos quitarnos de encima a Meade, el Peje, Anaya, el Bronco y Zavala, tendríamos la posibilidad de ponerlos a buen recaudo en un sitio donde ya no pudieran hacer daño.
Se me ocurre que podríamos dejarlos expuestos en el museo de arte popular, hasta el año 2 mil 500. Otra idea podría ser que estos alebrijes se mantuvieran en una exhibición permanente en el museo de lo extraño y, muy de vez en cuando, para que el mundo se admirara de lo caprichosa y feroz que puede ser la naturaleza, fueran expuestos en alguna feria itinerante. Ahora bien, si ningún museo quisiera exhibirlos, podría intentarse una subasta cerrada exclusivamente para los miembros más distinguidos y acaudalados de los partidos políticos actuales, ya que, seguramente, ellos sí estarían dispuestos a pagar una abultada suma para poderse quedar (e incluso desaparecer) con unas piezas tan exóticas.
Y, ya que estamos en estas, me pregunto: ¿cómo sería el alebrije de Peña Nieto? Aunque no me lo crea, ¡me resulta extremadamente difícil imaginarlo!
@pabloayalae